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jueves, 1 de septiembre de 2016

LA SOCIEDAD SECULAR CRISTIANA

El profesor de la Universidad Pontificia Urbaniana, Carmelo Dotolo es teólogo y filósofo de las religiones, y desde esta doble perspectiva del razonar sobre Dios y pensar lo humano, presentaba en una entrevista (La Vanguardia, La Contra 27 de agosto), una formulación que merece reflexión. Presentaba el cristianismo como un proyecto secular para la humanidad. El humanismo, la cultura moral cristiana como ética universal,  por su capacidad de acoger la fragilidad, vulnerabilidad y la diferencia, en un  espacio de encuentro para todos, basado en el amor. Comparto este punto de vista en todos los órdenes. También en el político y el económico.

¿El amor en política y economía? ¡Qué barbaridad! Quien así reacciona ha de conocer más y mejor el cristianismo y la naturaleza del propio amor, porque posee un significado equivocado de ambas palabras.  La doctrina social de la Iglesia es  un potente sistema abierto,  que ofrece respuestas para una política y economía que tenga a la persona como fin. El último ejemplo es la encíclica Laudato si,  de Francisco, que trata de nuestra relación integral con la naturaleza. De hecho, hoy aquella concepción social es el único modelo global y alternativo al actual que la mayoría crítica y nadie transforma.

Pero hablemos del amor. El vínculo que nos permite existir como personas y sociedad. La dificultad para comprenderlo y practicarlo radica en la cultura hegemónica de nuestra época que lo reduce a la “cupiditas”, la concupiscencia, al deseo y al placer que nos reporta poseer a una persona o cosa, convertido en imperativo para la realización personal. A eso lo llamamos amor: a poseer lo que deseamos.  Es ir con el Yo por delante, el reino del orgullo, una palabra que abunda en las afirmaciones actuales, mientras la humildad brilla por su ausencia. Es el ruido incomprensible del diálogo -palabra totémica- de sordos. Sería mejor escucharnos más y dialogar menos.

Pero el amor en la cultura cristiana es otra cosa. Es donación y comunión. Como explica San Ignacio de Loyola en sus ejercicios para el alma y el cuerpo, consiste en dar y comunicar aquello que uno tiene a quien no tiene para lograr su bien; el de todos, también a quien nos quiere mal. Y Jesús señala con rotundidad la diferencia. Si amas solo a quien te ama, ¿en qué eres distinto de un pagano? ¿Se puede reconstruir esa exigencia cristiana, sin Dios, sin Jesucristo? Afirmo que no. Es necesario partir del amor de Dios para engendrar este tipo de amor humano, y a la vez hay que amar al otro, porque “quien no estima a su hermano, al que ve, ¿cómo va a querer a Dios, a quien no ve? se dice en la 1era. Carta de Juan. Esa es la dialéctica cristiana.

Pero sin llegar al fondo religioso, a Jesucristo, “que se hizo hombre para salvar al linaje humano”, no existe una concepción mejor para construir una sociedad secular donde la justicia, la paz, la ausencia de temor y la confianza mutua, sean el fruto lógico del amor y de la ética cristiana.


                                                                         JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL  vía FORUM LIBERTAS

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