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lunes, 15 de julio de 2019
Cinco falsedades y un único culpable
Sánchez es responsable ante el
Parlamento de construir una mayoría de gobierno que merezca tal nombre.
Es responsable ante el país de evitar que se repitan las elecciones
Pedro Sánchez. (EFE)
Todo el debate político en España viene contaminado por la disociación entre mayoría de investidura y mayoría de gobierno.
Contribuir a la investidura de un presidente significa aprobar su
programa político y otorgarle confianza. En buena lógica, ello debería
conllevar un compromiso de respaldarlo mientras no cambien drásticamente las circunstancias.
Sin embargo, algunos partidos negocian sus votos o abstenciones
en la investidura y se desentienden al minuto siguiente del gobierno
resultante. El candidato reclama que se le franquee la puerta de la Moncloa sin ocuparse de cómo y con quién gobernará después. Esta perniciosa práctica está en el origen de la crisis de gobernanza
que padecemos desde hace años: investiduras y censuras hilvanadas de
cualquier manera, gobiernos minoritarios e inoperantes y parlamentos
fracasados.
El candidato reclama que se le franquee la puerta de la Moncloa sin ocuparse de cómo y con quién gobernará después
El jefe del PSOE
ha desplegado desde el 28 de abril una colosal operación de
intoxicación política destinada a establecer cinco mentiras: A) Que al
encabezar la primera minoría parlamentaria adquirió derecho absoluto e
irrestricto a presidir el Gobierno -lo que él furiosamente negó a su
antecesor-. B) Que ese derecho lleva adjunto el de formar el gobierno
que se le antoje, sin atender a la drástica limitación de sus 123
escaños. C) Que quien dificulte o condicione su designio traiciona un
imaginario mandato popular y bloquea arteramente la gobernación de España.
D) que es obligación de los demás partidos –de todos ellos- entregarle
la presidencia gratis et amore. E) Que la eventual repetición de las
elecciones no sería la expresión de su fracaso, sino de la
irresponsabilidad ajena. Me temo que demasiados panegiristas han
comprado la mercancía entera.
Con
esas cinco falsedades por bandera pretende presentarse ante el Congreso
reclamando que lo voten por la cara. No busca la confianza de la
Cámara, busca un salvoconducto para ejercer el poder en exclusiva. Para
ello reclama y acepta cualquier voto, desde el PP a Bildu.
Lo que suceda el 26 de julio le trae mayormente sin cuidado, siempre
que suceda con su augusto cuerpo sobre el colchón de la Moncloa.
Podría reproducir la fórmula de gobierno más coherente: una alianza de izquierda pura y dura con Podemos y con ERC
Lo cierto es que, teóricamente, Pedro Sánchez tiene a su disposición el raro privilegio de construir al menos tres mayorías de gobierno:
Podría
plantear una mayoría a la alemana, invirtiendo los papeles: los
socialistas al mando y los conservadores colaborando. Sumarían 189
diputados. Merkel lleva así dos legislaturas. Mariano Rajoy,
con 123 escaños, lo propuso (de hecho, fue su primera opción). Si aquí y
ahora el mero hecho de mencionarlo parece disparatado, es porque
alguien se ha ocupado previamente de hacerlo inimaginable.
La canciller de Alemania, Angela Merkel. (EFE)
Podría ensayar una mayoría formada por socialistas y liberales. La misma que intentó hace tres años, pero con 180 escaños. Sánchez y Rivera, Rivera y Sánchez, se han volcado durante un año, con empeño digno de mejor causa, en empantanar cualquier ruta hacia esa solución.
Podría
reproducir la fórmula de gobierno más coherente con la estrategia que
ha practicado desde que recuperó el poder en su partido: una alianza de
izquierda pura y dura con Podemos y con ERC.
De nuevo, una cómoda mayoría de 180 diputados para la conjunción del
socialismo con el radical-populismo y el secesionismo de izquierdas. Eso
es lo que realmente intenta, pero sin pagar ninguna clase de peaje: ni
el de compartir el Gobierno con Podemos ni el de reconocer
(públicamente) a ERC como interlocutor.
Izquierda-derecha, centro-izquierda y suma de las izquierdas.
Cuando la primera minoría dispone de tres posibles mayorías de gobierno
y sabotea las tres por la obsesión de monopolizar el poder o por negar a
otros la posibilidad de participar de él, es insultante que, además, se
permita acusar a nadie de bloquear la investidura o de provocar la
repetición de las elecciones.
Tendría sentido que el PSOE
ofreciera al PP y/o a Ciudadanos explorar posibles “gobiernos de
colaboración”, basados en la reconstrucción del frente constitucional
que hizo frente a la insurrección en Cataluña y en un catálogo –corto
pero sustancial- de acuerdos de Estado para las grandes reformas
pendientes. Probablemente le dirían que no, y no les faltarían motivos: la política de Sánchez
desde que conquistó el poder no invita precisamente a la confianza
desde ese lado del espectro político. Pero es a él a quien corresponde
la iniciativa. Solo cuando Casado y Rivera le respondieran con un portazo empezaría a justificarse el reproche a ambos, no antes.
Sánchez
no ha movido un dedo en esa dirección. Se limita a inculpar a la
derecha porque no le regala la abstención para que él gobierne con la
izquierda radical. Hay quienes piden a PP y Cs que se abstengan para que el PSOE no dependa de Podemos y de los nacionalistas.
¿Acaso se lograría tal cosa? Puesto que la abstención de la derecha no
estaría vinculada a compromiso político alguno, seguirían siendo
precisos los votos de Podemos para pasar la investidura y el apoyo
adicional del independentismo para sostener al gobierno.
La política de Sánchez desde que conquistó el poder no invita precisamente a la confianza desde ese lado del espectro político
También
tendría sentido –aunque a algunos nos parezca desastroso para España-
que Sánchez formalice la coalición de hecho que le llevó al poder y le
permitió aguantar en él durante diez meses. Pero a la hora de la verdad,
el casquivano cortejante se niega a la boda. ¿Cómo se puede proclamar a
un partido como socio preferente a todos los efectos y a continuación
interponer un humillante veto personal a su líder y a sus principales
dirigentes?
Es tan intensa la pulsión sanchista
por el usufructo del poder en régimen de monopolio (dentro y fuera de su
partido) que, en el límite, no le importaría ganar la investidura con
123 votos a favor (los del PSOE), 24 en contra (los de Vox)…y 203 abstenciones. Lo de gobernar después, ¿a quién le importa?
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (iz), y el líder de Vox, Santiago Abascal (d). (EFE)
Pedro Sánchez
está incumpliendo flagrantemente el encargo que recibió del Rey: formar
una mayoría estable de gobierno merecedora de la confianza del
Parlamento. A cambio, no deja de inventar excusas y regates: hoy mismo, y
durante toda la semana, veremos algunos más. Probablemente piense que,
si hay que meter este gol con la mano sería, como Maradona, 'La mano de
Dios'.
No quiere elecciones, pero, por si acaso, ya especula con el sexto pasajero: lo que Iglesias no le concede hoy, quizá Errejón
se lo suministre mañana. A este no lo vetaría como ministro, aunque sea
tan populista y tan partidario de la autodeterminación como su
excompadre.
Sánchez es responsable ante el Rey de sacar adelante su investidura. Es responsable ante el Parlamento de construir una mayoría de gobierno
que merezca tal nombre. Es responsable ante el país de evitar que se
repitan las elecciones. Si todo eso no sucede, habrá un único culpable. Todo lo demás son cuentos y trapacerías.
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