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jueves, 18 de julio de 2019

EL PSOE Y EL TONTO ÚTIL

Aunque no lo dicen así, lo que deben pensar los de Podemos es que los socialistas los han utilizado como ‘tonto útil’ para poder sacar adelante su estrategia


Foto: El presidente del gobierno Pedro Sánchez (i) y el líder de Podemos Pablo Iglesias, durante la nueva ronda de consultas para la investidura. (EFE)

El presidente del gobierno Pedro Sánchez (i) y el líder de Podemos Pablo Iglesias, durante la nueva ronda de consultas para la investidura. (EFE)


Andan molestos los de Podemos porque piensan que la envolvente del PSOE durante estos dos meses y medio, desde la celebración de las elecciones del 28 de abril, no ha sido más que una engañifa para dejarlos a ellos como responsables de unas nuevas elecciones y traidores de la izquierda. Aunque no lo dicen así, lo que deben pensar es que los socialistas los han utilizado como ‘tonto útil’ para poder sacar adelante su estrategia, que más que táctica será trile si finalmente se disuelve la legislatura en el otoño. Esto debe saberlo, sobre todo, el profesor y politólogo Pablo Iglesias, igual que su colega Juan Carlos Monedero, porque lo del ‘tonto útil’ en política viene de la Rusia comunista de Lenin y es muy propio de la refinada técnica de la izquierda para depurar a los suyos cuando incomodan.

Lenin utilizó la expresión para referirse a los aliados, países o personas, que la URSS utilizaba mientras que iban por el mundo proclamando las bondades del régimen soviético, sin saber que, cuando ellos pensasen que les había llegado la hora de una recompensa, los iban a dejar tirados, ignorados, humillados con el mayor de los desprecios. En ruso se llamaban ‘polieznyi idiot’; en la traducción al español, ‘tonto útil’. Y la verdad es que, si se repasa la secuencia, desde los primeros encuentros y mimos hasta el estallido final de esta semana, con descalificaciones y desprecios, parece muy claro que los dirigentes del PSOE le han aplicado a los de Podemos la misma medicina que usaba Vladimir Lenin con los advenedizos. Si nada cambia, Pablo Iglesias dirá si quiere sentirse como el ‘tonto útil’ de Pedro Sánchez porque hay razones para pensar que lo han utilizado así.

Lo del ‘tonto útil’ viene de la Rusia de Lenin y es muy propio de la refinada técnica de la izquierda para depurar a los suyos cuando incomodan


Es evidente, de todas formas, que para que alguien puede utilizar la figura del ‘tonto útil’ es imprescindible contar con la colaboración de la víctima. En muchas estafas ocurre lo mismo, como la del ‘timo de la estampita’: si no existe previamente alguien engolado, vanidoso y soberbio, no es posible pegársela. El error principal, garrafal, de Pablo Iglesias ha sido el de no haber sabido disimular en ningún momento que se muere por un sillón en la Moncloa. Ese afán desmedido es el que se utiliza, primero para atraer a la victima, y luego para dejarla en evidencia.

Nadie olvidará nunca, tras las elecciones de diciembre de 2015, aquella ronda de conversaciones con el Rey en la que Pablo Iglesias le ‘comunicó’ a Felipe VI su intención de ser vicepresidente de un Gobierno de coalición con el Partido Socialista. Ni siquiera habían comenzado a dialogar, ni se habían sentado a hablar, y Pablo Iglesias ya le había dicho al Rey que él quería ser vicepresidente. Al salir de la Zarzuela, Pedro Sánchez aguantó la risa a duras penas: "El Rey me ha informado de la propuesta de Iglesias... Entré en Zarzuela sin un gobierno y parece que tengo ya todos los ministros nombrados”. Lo que ocurrió después, ya se sabe, fue una investidura fallida de Pedro Sánchez que al PSOE le sirvió para poder achacarle a Podemos que, en vez de apoyar un gobierno progresista, se sumó al Partido Popular para tumbarlo. Exactamente lo mismo que ha vuelto a ocurrir.




En esta ocasión, tres años después, Pablo Iglesias no se ha ofrecido abiertamente como vicepresidente, pero tampoco ha hecho falta porque ya se encargó el PSOE de filtrarlo, aduciendo que era una de las exigencias de las negociaciones. Esta vez, además, el PSOE se ha preparado mejor el terreno porque durante todo este tiempo ha estado halagando a los dirigentes de Podemos con conceptos tan sonoros como huecos, ‘socio preferente’ o ‘gobierno de colaboración’, hasta cinco, dice Pedro Sánchez: “La última, incorporar perfiles cualificados de Unidas Podemos al Consejo de Ministros”.

Cuando ya estaba dispuesto todo el escenario, esta semana, de forma abrupta, sorpresiva, los socialistas se lanzaron con artillería pesada para romper toda negociación. Además de la consabida ‘pinza’ de Podemos con la derecha y con la extrema derecha (“Pablo Iglesias va a votar igual que Santiago Abascal”), los dirigentes del PSOE han incorporado una acusación mucho más grave: le negativa de Podemos a apoyar un Gobierno del PSOE es “un acto antidemocrático” por no permitir que prospere la legislatura y por no respetar que gobierne la fuerza mayoritaria del Congreso. Aunque parezca una enorme 'boutade', porque el PSOE tiene una mayoría pero insuficiente para gobernar y, sobre todo, porque lo menos respetado en España es el partido que gana unas elecciones, los dirigentes socialistas lo repetirán hasta la saciedad.




Cuando se iban a celebrar las primarias del PSOE en 2015, se reunieron en un hotel de Pozuelo de Alarcón, según documentó en un libro el periodista Jesús Maraña, varios líderes del PSOE para pactar una estrategia. Allí estaban Zapatero, Susana Díaz, Tomás Gómez, Ximo Puig y Pedro Sánchez, el entonces desconocido Pedro Sánchez. La reunión era para garantizarle a Pedro Sánchez que todos ellos le iban a apoyar en las primarias, aunque en realidad lo único que buscaban era neutralizar al otro aspirante, Eduardo Madina. Querían utilizarlo y luego dejarlo tirado. Tan falsa era la apuesta por Pedro Sánchez que, a la salida de la reunión, Susana Díaz le dijo al oído a uno de ellos: “Este chico no vale, pero nos vale”.

Lo que ha pasado después con “este chico” ya es de sobra conocido. Y parece, además, que ese día, cuando lo quisieron utilizar como un 'kleenex', Pedro Sánchez aprendió a utilizar la técnica del ‘tonto útil’ con la maestría del mismísimo Lenin.


                                                                       JAVIER CARABALLO   Vía EL CONFIDENCIAL

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