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jueves, 4 de julio de 2019

Sánchez queda a los pies de los caballos de París y Berlín, que se reparten el poder

España participó en una revuelta que estuvo cerca de ser histórica en Bruselas, pero el bloqueo de populares y una alianza franco-alemana acabaron descarrilando el plan



Foto: Pedro Sánchez, junto a Macron, este martes. (EFE) 

Pedro Sánchez, junto a Macron, este martes. (EFE)


España estuvo cerca de lograrlo, pero al final todo se torció. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, colideró una revuelta de socialistas y liberales que rozó con la punta de los dedos coronar presidente de la Comisión Europea a un socialista por primera vez tras 15 años de hegemonía conservadora. Pero en el último momento Madrid tuvo que aceptar a una alemana democristiana en el cargo que soñaba entregar al socialista holandés Frans Timmermans.

Lo que ocurrió es la historia de la lucha de poder en Bruselas, un pulso difícil que se libra la mayoría del tiempo en la oscuridad, con negociaciones y choques que nunca salen a la luz, que no logran abandonar los laberínticos pasillos del Consejo Europeo. Es la historia de, según fuentes diplomáticas, un presidente del Consejo partidista que barrió a favor de una de las partes. Es la historia de un eje franco-alemán que ante el bloqueo dio un golpe sobre la mesa.

La batalla por la sucesión de la cúpula de la Unión Europea, la elección de presidente de la Comisión Europea, Consejo Europeo, Banco Central Europeo (BCE) y la jefatura de la diplomacia europea, es una coreografía compleja, delicada, en la que se tienen que tener en cuenta cientos de detalles. Y el resultado no terminó de ser el peor para España.



Sede de la Comisión Europea en Bruselas. (Reuters)
Sede de la Comisión Europea en Bruselas. (Reuters)

Ascenso y caída de la apuesta española


Ese baile cuenta con un principio complejo: la defensa por parte del Parlamento Europeo del llamado ‘spitzenkandidaten’, un sistema por el que la Eurocámara se niega a elegir a un presidente de la Comisión Europea que no haya participado en los comicios europeos por una de las grandes familias europeas. La mayoría de países se posicionaron a favor de ese mecanismo, incluida España, mientras los liberales, incluida Francia, se opusieron.

Un acuerdo entre Timmermans y el ‘spitzenkandidaten’ de los populares, el alemán Manfred Weber, dio pie a que España viera como posible por primera vez lograr que el holandés, que hizo una intensa campaña en España, se convirtiera realmente en presidente de la Comisión Europea. En la reunión del G-20, Sánchez, el principal líder socialista y elegido por su familia como negociador jefe, pudo comprobar que Francia y Países Bajos apoyaban la idea de poner al socialista en el Ejecutivo comunitario y al alemán en la presidencia de la Comisión Europea.

El desastre respecto al plan que defendió España empezó a tejerse en las elecciones europeas, cuando los populares y socialistas perdieron una gran cantidad de escaños mientras los liberales superaron los 100 miembros, haciéndose imprescindibles para lograr una mayoría en la Eurocámara. Europa había cambiado, y con ello iba a tener que modificarse la forma de elegir.




Alemania también apoyaba la idea de un Timmermans presidente en el G-20. Y no era casualidad. Angela Merkel era la que acababa de completar un boca a boca al holandés después de que se le diera por muerto junto a Weber en la reunión del 20 de junio. Sin ella, nada tenía sentido. Muchos apuntan a que Martin Schulz, antiguo presidente del Parlamento Europeo, fue importante para lograr que la canciller alemana volviera a apoyar la teoría de que lo mejor era mantener con vida el sistema del ‘spitzenkandidaten’.

Pero resultó que con Merkel no bastaba. La canciller aceptó a Timmermans sin consultar con otros líderes del Partido Popular Europeo (PPE) y cuando llegó a la reunión previa de partido para el día clave, se encontró con que el resto de miembros no estaban dispuestos a tragar con el holandés.

La clave fue que en Osaka Alemania y España admiten dar a los liberales la presidencia del Consejo Europeo. Eso pone toda la presión sobre las delegaciones de este signo político durante muchísimas horas. Y acaba siendo el factor clave.


Líderes europeos en el G-20 de Osaka. (Reuters)
Líderes europeos en el G-20 de Osaka. (Reuters)

Liberales rompiendo filas


La reunión y las negociaciones duraron unas 24 horas consecutivas. El PPE seguía bloqueando. Fatigados pero en un ambiente que parecía cada vez más positivo, con Timmermans todavía como favorito, Tusk decide cortar la reunión. Esa decisión es tóxica, según fuentes diplomáticas.

Todas las fuentes están de acuerdo en que ese es el momento en que el candidato Timmermans vuelve a morir. Durante la tarde, el PPE acorrala a los liberales: si siguen cumpliendo con su acuerdo con los socialistas para coronar al holandés, les acabarán forzando a ceder la presidencia del Consejo Europeo que se habían asegurado en Osaka. Pueden seguir alineados con España o romper filas y favorecer a un presidente popular para la Comisión Europea y conservar el Consejo.

Cuando Tusk corta la reunión, es el mediodía del lunes. Los liberales quieren un acuerdo sí o sí antes de que el Parlamento Europeo vote su presidente, algo que ocurriría el miércoles a las nueve de la mañana. El polaco retrasa la reactivación del encuentro de líderes casi 24 horas, hasta las 11 de la mañana del martes, quitándole un día completo de margen a la negociación y poniendo contra las cuerdas a los liberales.




La delegación española es consciente en el mismo momento en que Tusk levanta la sesión de que las tornas acaban de cambiar. El PPE comienza a manejar algunos nombres, algunos de ellos absurdos a ojos de muchos. Y con las horas mueren las opciones de Tusk.

Varias fuentes señalan que Tusk, que es miembro del PPE, y del que varias capitales se han quejado por su estilo demasiado partidista en las negociaciones, era contrario a que los populares perdieran la Comisión Europea. El propio círculo del presidente del Consejo se encargó de dejar claro que el paquete que había llegado de Osaka no contaba con su simpatía.

El compromiso de Macron y Merkel con el acuerdo con el que se volvía de Japón era real. Pero con Timmermans ya muerto y el PPE empujando mucho a los liberales, se rompieron las filas. Había que buscar otra solución. La canciller tenía la intención real de salvar el sistema del ‘spitzenkandidaten’, mientras que Macron siempre había deseado acabar con él aunque favorecía el nombre del candidato holandés, pero ambos entendieron que era el momento de buscar otra solución.


Macron charla con la canciller Merkel. (Reuters)
Macron charla con la canciller Merkel. (Reuters)

Y la propuesta final vino precisamente del eje franco-alemán. Mirando por sus propios intereses y por la posibilidad de éxito. Francia ofrece a Alemania la presidencia de la Comisión Europea a cambio de que Berlín no pelee contra París la presidencia del Banco Central Europeo. Por la mañana, el paquete ya es muy estable. Ursula von der Leyen, actual ministra de Defensa alemana, sería presidenta de la Comisión, la francesa Christine Lagarde estaría al frente del BCE y los liberales mantendrían el Consejo para el belga Charles Michel.

Con una Europa cada vez más amplia, en la que está claro que las cosas no se pueden cerrar entre París y Berlín, ambas capitales han hecho justo eso. Un rodillo que ha convencido al este, en pie de guerra contra el candidato socialista por perseguirles por su desmantelamiento del Estado de derecho, y que también ha cumplido con el resto de países.




España, que había peleado de verdad por ver a Timmermans como presidente de la Comisión, decide cerrar un buen acuerdo a nivel nacional y asegura la jefatura de la diplomacia europea para Josep Borrell.

El cargo no es el mejor que podía escoger Madrid, aunque seguramente sí el más vistoso, el de mayor rango nominal, aunque de peor rango efectivo que muchos cargos que se elegirán más adelante. El alto representante de Exteriores y Seguridad tiene un rol secundario en lo que a la influencia española en Bruselas se refiere, además de ser un puesto tremendamente exigente y desagradecido.

A nivel nacional, a Sánchez le viene bien: lanza un mensaje claro sobre el conflicto catalán y además representa bien el regreso de España a Bruselas. Pero Madrid habría ganado más con Timmermans al frente de la Comisión Europea.


                                                                                NACHO ALARCÓN  Vía EL CONFIDENCIAL

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