Permitir la marcha del 8-M aparece hoy como un fatal error político
Pedro Sánchez preside la reunión del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, del Ministerio de Sanidad.
Nadie maneja más información que el Gobierno en la crisis del coronavirus. Pero los ciudadanos tienen la sensación de que no se les cuenta toda la verdad. Nadie se explica que, al día siguiente de una manifestación de alto contenido ideológico autorizada por el Gobierno, la situación haya empeorado tanto como para suspender toda actividad educativa en Madrid.
La emergencia por la expansión del coronavirus ha experimentado un salto exponencial en España en las últimas horas. Se ha elevado de forma considerable el número de víctimas mortales y de positivos. Justo cuando China empieza a embridar el Covid-19, en Europa se extiende como una epidemia de efectos imprevisibles. El coronavirus no solo supone un riesgo para la salud, sino una amenaza para la estabilidad global. De ahí que el inmovilismo mostrado hasta ahora por el Gobierno cause una mezcla de inquietud y estupor en una ciudadanía alarmada por el incremento de casos. La Comunidad de Madrid, siguiendo a la decisión adoptada por el Gobierno vasco en Vitoria, decidió ayer suspender toda la actividad educativa durante 15 días. Es una medida sin precedentes, pero acertada. Lo que nos preguntamos, de hecho, es si el Gobierno no debería haberla liderado y haberlo hecho antes, en lugar de insistir en llamadas a la calma que no se compadecen con la escalada de casos. No cabe ya limitar las medidas a una fase de contención. Sánchez debe abandonar el tancredismo y asumir el liderazgo de la crisis. Y el Ejecutivo debe articular con la oposición un plan de choque interterritorial. Sería vergonzoso, además de irresponsable, que el Gobierno de PSOE y Podemos no supiera aparcar sus prejuicios ideológicos para aceptar la evidencia médica.
Sánchez se limitó a anunciar un vago plan consensuado con empresarios y sindicatos, después de que Casado exigiera un decreto con medidas concretas como rebajas fiscales para evitar el colapso del tejido productivo. Las señales de Salvador Illa, ministro de Sanidad, son contradictorias y confusas: tranquilizadoras por la mañana, inquietantes por la tarde. Y Fernando Simón volvió a insistir en contener el alarmismo al tiempo que restringía la información. Lo cierto es que el Gobierno admite que Madrid y País Vasco son focos sin control.
La situación reviste la suficiente envergadura como para que el Gobierno, en sintonía con los países de nuestro entorno, contemple la adopción de medidas drásticas. Resulta intolerable, si ya se sabía antes del fin de semana que Madrid era un foco de transmisión local, que el Ejecutivo antepusiera la ideología a la razón sanitaria autorizando la manifestación del 8-M. También las autoridades comunitarias deben reforzar la cooperación y valorar la relajación de las exigencias del déficit. El objetivo debe ser doble: preservar la salud pública -evitando el colapso de hospitales- y paliar una debacle económica en ciernes. El pánico en los mercados provocado por el Covid-19, unido a la ruptura de la OPEP con Rusia, hizo caer el petróleo un 20%. El Ibex perdió casi un cuarto de valor y comienzan a acumularse las señales de contracción en sectores como el turístico. Minusvalorar el riesgo que supone el coronavirus es un error de proporciones incalculables.
EDITORIAL de EL MUNDO
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