Nadie en el Viejo Continente, ni siquiera los más ricos, estaba preparado para hacer frente a una pandemia, y cuando surgió, todos tomaron medidas lentamente y no siempre fueron suficientes
Fotografía de archivo de la canciller alemana, Angela Merkel, el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson (c), y el presidente francés, Emmanuel Macron, en una cumbre europea. (Reuters)
Tardanza en la reacción ante la pandemia del coronavirus; trabas impuestas a las comunidades autónomas a la hora de efectuar sus compras; incapacidad para adquirir y suministrar el material requerido por los servicios sanitarios de muchas comunidades, desde mascarillas hasta respiradores; insuficiencia de las medidas de confinamiento adoptadas.
Desde principios de mes, los presidentes de varias autonomías, el catalán Quim Torra, la madrileña Isabel Díaz Ayuso y el murciano Fernando López Miras, han formulado duras críticas al presidente Pedro Sánchez y a su ministro de Sanidad, Salvador Illa. A ellas se han sumado con contundencia el número dos del Partido Popular, Teodoro García Egea, y la extrema derecha de Vox.
Todos ellos podrían trasladar los mismos reproches a buena parte de los gobiernos de Europa porque, con algunos matices, la penuria de material de protección, médico y a veces de camas, es similar. Las medidas de reclusión son, allí donde están en vigor, algo más laxas que las aplicadas en España desde el 14 de marzo. La excepción es Italia, donde se decretaron una semana antes y son más rígidas, pero solo se endurecieron el pasado fin de semana.
Basta con asomarse a la prensa europea o echar un vistazo a las redes sociales para darse cuenta de la falta de preparación de los sistemas sanitarios ante una pandemia, de la lenta toma de conciencia por los gobernantes de la amenaza que suponía y de sus titubeos a la hora de hacerle frente. Asia ha ganado la partida a Europa, y no solo China sino también Corea del Sur y Japón.
Faltan camas en las unidades de cuidados intensivos de Alsacia, la región francesa más azotada por el Covid-19. Francia se ha visto obligada a enviar a pacientes graves a Alemania y Suiza. Este es uno de los países más prósperos de Europa, pero aun así, en la región del Tesino, escaseaban también las camas a finales de la semana pasada y un portavoz de la Oficina Federal de Sanidad, Daniel Koch, reconocía que la situación era “dramática”. Suiza luchaba además a brazo partido por adquirir más PCR, el test del coronavirus, pero Koch recalcaba que no era nada fácil porque "el mundo entero los está buscando".
Las prisas por comprar esos materiales indispensables son tales que a veces se comenten errores. En Bélgica, se empezaron a distribuir el viernes cinco millones de mascarillas entre los hospitales, pero algunos médicos de peso se quejaban de que no eran las adecuadas para el personal sanitario que estaba en primera línea. Mayor revés ha sufrido el Ministerio de Defensa alemán, que encargó seis millones de mascarillas que desaparecieron en un aeropuerto de Kenia por el que transitaron, según reconoció el martes un portavoz ministerial.
La medida de la incapacidad europea para poner coto a la crisis la da quizá Luxemburgo. Es el país con la renta per cápita más alta de la Unión Europea y el que se considera mejor gestionado, quizá porque solo cuenta con 600.000 habitantes, un poco menos que Zaragoza capital. Es también el país más golpeado por el Covid-19 con relación a su población: 1.100 casos confirmados el martes. Si tuviera los mismos habitantes que España, andaría por los 86.000 casos.
En Europa, pero ya fuera de la UE, es en el Reino Unido donde la sanidad pública (NHS) y la privada parecen andar más carentes de todo, a juzgar por los titulares de la prensa británica denunciando la penuria de sus hospitales. Si la mayoría de los gobernantes de Europa continental han ido tomando medidas paulatinamente, el primer ministro británico, Boris Johnson, apostó, en cambio, por dejar que gran parte de la población se contagie y se inmunice para salvar así la economía. Los científicos le convencieron de que rectificara para evitar una hecatombe y el lunes dio un espectacular volantazo.
En toda Europa, los gobernantes fueron criticados por su gestión de la crisis. A la canciller Angela Merkel, parte de la prensa le reprochó, por ejemplo, su falta de liderazgo en un primer momento. Al presidente Emmanuel Macron, la oposición socialista le pide por carta que paralice aún más el país. Los embates más feroces están, sin embargo, dirigidos contra Boris Johnson, por haber perdido el tiempo hasta el lunes, y contra Pedro Sánchez, como si sus errores hubiesen tenido el mismo alcance. Quizá lenta con relación a las potencias asiáticas, la reacción del presidente español ha estado en sintonía, e incluso se ha anticipado un poco, con las demás capitales de Europa continental.
A diferencia del resto de Europa, en España las crisis sanitarias o los golpes terroristas van acompañados por intensas polémicas que se desatan en cuanto estallan. Sucedió, por ejemplo, con el ébola en 2014, y entonces fue Pedro Sánchez el que llevó la voz cantante contra Mariano Rajoy. Ahora no es Pablo Casado el protagonista de la embestida contra Sánchez, pero sí algunos de sus secuaces. Sus argumentos son tan débiles como los que empleó en su día el líder socialista.
IGNACIO CEMBRERO Vía EL CONFIDENCIAL
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