La zona euro debería estar preparada para ayudar financieramente a aquellos países más vulnerables
La plaza del Duomo de Milán, semivacía tras las restricciones del Gobierno italiano. VITTORIO ZUNINO CELOTTO (GETTY IMAGES)
Los choques económicos, como el que está provocando el coronavirus, no vienen con etiqueta. Es difícil determinar si son de oferta o de demanda, si son simétricos o asimétricos. Probablemente no haya shocks puros y todo shock de oferta acabe deteriorando la demanda y los shocks simétricos acaben afectando de forma especialmente significativa a ciertos países o grupos de ellos, pues las situaciones de partida y las estructuras económicas varían de uno a otro.
No es de extrañar, por tanto, que distintas instituciones y países estén reaccionando con diferentes políticas y grados de intervencionismo. Mientras que la FED se adelantaba recortando en medio punto los tipos de interés, el BCE está adoptando una actitud más cautelosa. De hecho, no parece que la reacción de la FED haya sido muy efectiva. A pesar de la intervención, la volatilidad en la Bolsa americana sigue siendo muy alta, reflejando una incertidumbre creciente. Posiblemente esto sea un indicio de que nos enfrentamos a un shock de oferta, ante el cual las políticas monetarias expansivas no son eficaces para estimular la producción.
Esto sugiere que muy posiblemente necesitemos otras políticas, diferentes de las de demanda, no que no necesitemos políticas. La mejor política sería encontrar el tratamiento y una posible vacuna para el coronavirus. Esto acabaría con el miedo, transformando la Covid-19 en algo parecido a la gripe o los accidentes de tráfico con los que convivimos a diario. Pero mientras encontramos la cura, las disrupciones en las cadenas de valor añadido global están provocando pérdidas en las empresas más integradas, expedientes de regulación de empleo, caída de la demanda de transporte y del turismo, así como en la distribución. La economía europea, fuertemente integrada en las cadenas globales de valor añadido y muy dependiente del turismo y del transporte, está sufriendo las consecuencias de manera visible. No son pocos los organismos que sitúan el crecimiento en la zona euro por debajo del 1% para este año.
Las políticas apropiadas deberían concentrarse en mitigar los efectos económicos de la epidemia, en evitar que los efectos sobre la actividad y el empleo se enquisten. Hay que evitar que las disrupciones acaben con la solvencia de las empresas afectadas. Y hay que sostener a los trabajadores afectados por las regulaciones de empleo durante la transición hacia otro empleo o de vuelta al mismo. El problema con los subsidios a las empresas es que pueden dar ventajas competitivas a algunas de ellas. Si no se administran de forma adecuada pueden distorsionar la competencia, lo que es especialmente relevante si uno pertenece a un mercado interior que trasciende sus fronteras. Las medidas adoptadas en un Estado miembro pueden afectar a las empresas de otros Estados. Por tanto, es primordial que la respuesta a esta crisis sea coordinada en el seno de la Unión Europea y, en particular, en la zona euro. Mientras tanto, Italia ya ha adoptado un paquete de medidas de un tamaño significativo sin coordinarlas con nadie. Y algo me dice que otros seguirán.
Los ministros de Finanzas del euro han dado la bienvenida a las medidas sanitarias adoptadas por los diferentes Estados miembros y poco más
Según la teleconferencia del 4 de marzo, el Eurogrupo no parece avanzar hacia esa coordinación de la respuesta en la zona euro. Por el momento, los ministros de Finanzas del euro han dado la bienvenida a las medidas sanitarias adoptadas por los diferentes Estados miembros y poco más. La buena noticia es que reconocen la gravedad potencial de la epidemia y siguen comprometidos con la coordinación de la respuesta y preparados para usar los instrumentos de política económica disponibles. También nos han recordado que el Pacto de Estabilidad ofrece suficiente flexibilidad para lidiar con eventos extraordinarios, lo que nos deja mucho más tranquilos.
Pero no parece suficiente. Cuando los recursos públicos fluyen a las empresas, incluso de forma justificada, la cuestión es: ¿quién está en mejor disposición de sostener a sus empresas, países muy endeudados o aquellos con suficiente espacio fiscal? Algunos Estados están en mejor disposición de ayudar a sus empresas que otros, lo que les podría dar una ventaja en el mercado interior con respecto a las de aquellos con menor espacio fiscal. En consecuencia, la zona euro debería estar lista no solo para coordinar las respuestas de los diferentes Estados miembros sino también para ayudar financieramente a aquellos países más vulnerables. La zona euro debería empezar a trabajar seriamente en el establecimiento de una capacidad fiscal común, que no es exactamente el Instrumento para la Convergencia y la Competitividad. La cuestión es si la discusión del presupuesto comunitario podría ofrecer un marco adecuado para ello o hace falta ir más allá.
Aunque todavía es solo una remota posibilidad, un shock de oferta duradero podría tener un efecto inflacionario significativo, y los tipos de interés irían detrás. La buena noticia es que volveríamos a la “normalidad” de tipos positivos. La mala es que la distancia entre la tasa de crecimiento y tipos reales se podría acortar sensiblemente, poniendo en cuestión el margen de endeudamiento y la sostenibilidad de la deuda en algunos países. Antes de que eso ocurra, es urgente una coordinación reforzada en el seno de la zona euro y el Eurogrupo debería liderar el proceso.
CARLOS MARTÍNEZ MONGAY* Vía EL PAÍS
*Carlos Martínez Mongay fue director general adjunto en la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros de la Comisión Europea.
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