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martes, 19 de enero de 2016

CUANDO LO ANORMAL ES LO NORMAL

Alguien sensato apuntaba en Twitter, poco más o menos, que ser periodista en realidad no es más que un trabajo. Y lo hacía para marcar una línea roja con la que separar el creciente activismo de algunos periodistas del cometido verdadero de la profesión, que al fin y al cabo no es otro que informar. Y en principio, llevaba razón, sobre todo cuando la noticia se convierte en un pretexto con el que inocular no ya opiniones personales sino consignas, aprovechando la posición que el periodista tiene como comunicador.
Cuando está ardiendo Roma, resulta ridículo que el periodista, desde lo alto del Tabulario, se limite a informar lacónicamente sobre las proporciones del incendio 
Ocurre, sin embargo, que este argumento, por más que acierte al señalar el activismo descarnado como adulteración del noble oficio de informar, sirve también de excusa para muchos otros profesionales que no sólo asumen como suya la agenda informativa del Poder, sino que pretenden convencerse a sí mismos y a los demás de una normalidad inexistente, en función de la cual las críticas han de ser siempre mesuradas y donde la prudencia es la mayor de las virtudes. Lo que convierte el ejercicio de la profesión en un mecanismo para insertarse en el sistema y no en salvaguarda de la libertad. La advertencia podría ser pertinente en una sociedad muy distinta, donde no sólo las instituciones, sino todo lo demás funcionara dentro de una mínima normalidad. Y ese no es el caso de la España de 2016. Dicho de otra forma, cuando está ardiendo Roma, resulta ridículo que el periodista, desde lo alto del Tabulario, se limite a informar lacónicamente sobre las proporciones del incendio, la densidad de la humareda y el número de víctimas hasta el momento.
Lo mismo ocurre con politólogos y sociólogos, y su pretensión de analizar los problemas que nos afligen desde un empirismo de laboratorio, dando también por supuesto que hay una base de normalidad sobre la que edificar sus modelos, cuando a todas luces no es así. En España casi nada funciona como debiera porque casi nada es lo que parece. Y resulta un tanto sospechoso que se dedique tanto tiempo y esfuerzo a redactar contenidos que, en realidad, son para consumo interno y todo lo más permiten a sus autores aspirar a integrarse en la intelligentsia oficial.  
Lo cierto es que, se quiera ver o no, más allá del proselitismo de algunos y de esa izquierda y esa derecha impostadas y encastilladas dentro de un modelo político ad hoc, la sociedad española se parte en dos. Por un lado están los que se aferran al viejo orden, y por otro los que toman conciencia, muy a su pesar, de que o hay un cambio profundo o la situación podría llegar a ser irreversible. Sin embargo, esta nueva división, que desborda a la actual representación política (Podemos incluido) está vetada por la España oficial y, por lo tanto, es ignorada deliberadamente por los medios de información. De ahí que los contenidos de debates televisivos, tertulias y editoriales se mantengan fieles al viejo guion, empeñados en el fulanismo y aferrados al mundo de ayer, lanzando inequívocas señales de que colocarse al otro lado del espejo conllevará graves perjuicios, que quien rehúse participar del falso debate será excluido del juego y se quedará sin su parte del pastel.
Lo que despunta ya en el horizonte es un nuevo consenso dispuesto a extender privilegios a grandes bolsas de población
En la España actual, ya puede el “buen periodista” simular que cumple su función y verter ríos de tinta sobre lo que Pedro Sánchez hará, informar de si finalmente habrá coalición de uno u otro color o si iremos a elecciones anticipadas, porque la verdadera noticia es que, por más que la realidad haya cambiado, la vieja inercia permanece. Y el debate sigue por donde solía, constreñido en la gradación del Estado, sin que ningún agente político, viejo o nuevo, se atreva a replantear su papel. De hecho, lo que despunta ya en el horizonte es un nuevo consenso dispuesto a extender privilegios a grandes bolsas de población, subvenciones masivas que, so pretexto de paliar privaciones, alumbrarán nuevos guetos y conducirán a la economía a un callejón sin salida. Y a la gente, a la depresión.
Puede que algunos decidan no denunciar lo obvio porque piensen que al hacerlo incurren en algún tipo de activismo alejado del estricto cometido de la profesión. Puede que otros simplemente opten por la crítica moderada, siempre mucho más rentable, y contemporicen con una clase política infumable para no cerrarse puertas. Y puede que el resto elija el falso activismo en favor de alguno de los bandos en litigio, lo cual también tiene sus contrapartidas. Sea como fuere, lo que muy pocos parecen dispuestos a denunciar, a pesar de que hay abundante material, es que esta crisis tiene mucho que ver con una creciente falta de libertad, con la burocratización imparable de la vida, en definitiva, con la extinción del ámbito privado y la imposición de derechos colectivos de dudosa legitimidad. Y ninguna formación de las presentes en el Parlamento está dispuesta a revertir la situación. Muy al contrario, todos pretenden suministrarnos dosis doble de la misma medicina, algunos hasta cuádruple. Y esto, se sea periodista o pianista, hay que denunciarlo... o dejar que Roma se vea reducida a cenizas.

                                                                     JAVIER BENEGAS  Vía VOZ POPULI

2 comentarios:

  1. Curioso articulo. Tengo una pregunta don Joaquín.

    ¿Le inspiro el señor Uslar Pietri a escribir su libro "Yo, Juan de Austria"? Yo conocí su libro gracias al interés que me propicio sobre Don Juan.

    Saludos

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  2. Hola amigo Caullo Godo. Contesto a su pregunta. No, no me inspiró el señor Uslar Pietri a escribir mi autobiografía de Juan de Austria. La escribí por dos motivos:
    1) Don Juan de Austria fue uno de mis héroes infantiles al que siempre deseé homenajear con una biografía. Finalmente, al ir conociendo al personaje me atrajo tanto que convertí mi obra en una autobiografía de Don Juan, identificándome afectuosamente con el victorioso guerrero e interpretando sus sentimientos y sus reacciones íntimas en sus victorias (Lepanto) y en sus fracasos (Flandes).
    2) Antes de decidirme a escribir la autobiografía de Don Juan, me encontraba redactando una biografía de Carlomagno y me hallaba en un momento de receso, pues debía profundizar en ciertos aspectos del personaje, lo que me obligaba a investigar más y más sobre el emperador. Entonces, para no dejarme llevar del desaliento, me puse a investigar, a leer y a escribir sobre Juan de Austria, por entretenimiento. Y entonces mi admirado guerrero me atrapó y me monopolizó. Abandoné temporalmente mi dedicación a Carlomagno y me metí a fondo a investigar sobre don Juan...y finalmente decidí hacerle una autobiografía intimista, que acabó siendo mi "Yo, Juan de Austria".
    Posteriormente retomé mi tarea investigadora sobre Carlomagno hasta que acabé de documentarme sobre el fascinante y complejo emperador de la Europa occidental, y redacté su biografía, que es mi obra preferida.
    Saludos cordiales.

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