No me toques la dictadura.
Javier Martínez
La irascibilidad de los cargos públicos de
Podemos cuando se les cita la dictadura venezolana, el narcogobierno que
la dirige, y sus crímenes, ha ido en ascenso. Al comienzo no hacían
caso. Las referencias a una supuesta financiación indirecta y a los
asesoramientos iban seguidas por denuncias y alguna amenaza.
Luego optaron por ridiculizar al acusador, una conocida técnica
estalinista y goebbeliana –que tanto monta- a través de sus periodistas y
trolls –que monta tanto-. La idea era achacar la acusación de ser
presuntos colaboradores de la criminal dictadura, o del vínculo
ideológico entre unos y otros, a que se quería distraer la atención.
Después intentaban reírse diciendo: “¿Ha dicho ‘Venezuela’? Un chupito”.
La irascibilidad de los podemitas ha ido en aumento, pero ahora es paralela a la visibilidad de su nerviosismo
No funcionó porque las declaraciones de sus
cargos públicos seguían defendiendo la dictadura del socialismo del
siglo XXI, llamaban “golpista” a Leopoldo López, “terroristas” a los
opositores, y bramaban, como siempre, contra la UE, el gobierno de
España y Trump. Incluso incidieron en su campaña de antifranquismo sobrevenido,
apuntando al Valle de los Caídos y el nombre de unas calles, bien
acompañada por los publirreportajes de sus cadenas de TV y los medios
afines. A esto se unía la cantinela que arrastra la extrema izquierda filoterrorista desde los
ochenta: la derecha es heredera de Franco. Poco importa que la izquierda
de la Transición estuviera bien trufada por hijos de altos cargos del
franquismo.
La irascibilidad de los podemitas ha ido en
aumento, decía, pero ahora es paralela a la visibilidad de su
nerviosismo. Hace unos días, unos venezolanos que han huido del
“paraíso” que algunos de los suyos ayudaron a montar, increparon a Pablo Iglesias e Irene Montero
en un restaurante.
Denunciaron el hambre y las calamidades que pasan
los venezolanos que no pertenecen a la nomenclatura del narcogobierno;
es decir, la condición a la que les ha sometido la miserable opresión de
una oligarquía, de una auténtica castuza.
Cuando caiga la dictadura saldrán papeles, documentos, nombres y cantidades de los cómplices nacionales y foráneos
La oposición venezolana, incluida la diáspora
desplegada por medio mundo, dice que cuando caiga la dictadura saldrán
papeles, documentos, nombres y cantidades de los cómplices nacionales y
foráneos. Hay quien dice que quizá se forme un tribunal ad hoc para juzgar a los represores.
La dictadura caerá, como han ido cayendo todas en la historia contemporánea. Sin embargo, cuando se desploma una tiranía comunista
siempre pasa a engrosar, de una manera u otra, el olimpo del puño
cerrado entre aquellos burgueses que, como los socialistas y los
podemitas españoles, viven bien en democracia.
Así ha pasado con Marx,
un antisemita violento que jamás trabajó, que purgó la AIT, y que
escribió contra la participación electoral de la socialdemocracia
alemana. Otro tanto con Lenin, el gran teórico de la liquidación social y de los golpes de Estado, con ayuda de Trotski. O Stalin y Mao Zedong, que al genocidio llamaron “revolución”.
También la izquierda ha idealizado al Che Guevara, un pretendido médico a quién, según él mismo escribió, le gustaba matar
Lo mismo ha ocurrido con la revolución cubana,
donde los Castro dieron un golpe contra el presidente Urrutia, el primer
mandatario tras echar al dictador Batista, y luego liquidaron a Camilo Cienfuegos, a Huber Matos, y a todo aquel que pudiera hacerles sombra. También la izquierda ha idealizado al Che Guevara,
un pretendido médico a quién, según él mismo escribió, le gustaba
matar. No en vano fue lo único que hizo en Cuba, además de campos de
“reeducación” para homosexuales bajo el lema: “El trabajo os hará
hombres”.
Cuando caiga la dictadura del socialismo del siglo XXI,
ese populismo rancio que pretende renovar el marxismo a brochazos
populistas, los izquierdistas mitificarán lo que pasó en Venezuela. Hugo Chávez ya es tratado como un mito, y Maduro
y su narcogobierno aparecerán como el error de la revolución. Qué
grandes ideales, volverán a decir, traicionados por los que se dejaron
seducir por el dinero y la riqueza, por los vicios burgueses.
Lo terrible es que sigan teniendo millones de votantes que otorguen su confianza a un grupo que se relaciona con las imágenes y testimonios que llegan de Venezuela
Chávez y su proyecto, ese caudillismo tan
latinoamericano, tan pertinaz, tan tiránico y populachero, quedarán como
el enésimo sueño comunista que no pudo ser. Nadie renegará de sus
ideas, y pensarán que la próxima generación lo hará mejor. Solo será
necesario volver a controlar los medios de comunicación, la enseñanza y
la cultura, conquistar las mentes y proyectar odios y deseos. Dirán que
la culpa de lo que se hizo mal, de la pobreza, los crímenes, la
represión, la falta de libertad y el engaño masivo, fue de otros, no del ideal. Es lo que tienen las ideologías, que son un sustituto barato de la religión.
La
irritación y el nerviosismo de la gente de Podemos por el tema de la
dictadura en Venezuela son lógicas. Ahora bien, lo terrible es que sigan
teniendo millones de votantes –al menos eso dicen las encuestas- que otorguen su confianza a un grupo que
se relaciona con las imágenes y testimonios que llegan de aquel país. En
la balanza de lo político, incluso de lo humano, no es equiparable a la
corrupción ni a la tontería, no se puede comparar con los Gürtel, ERE
ni Pujol, ni con el plurinacionalismo confederal del líder consonante.
Esa idea de “no me toques mi dictadura porque es de los míos” es tan del
siglo XX que asusta.
JORGE VILCHES Vía VOZ PÓPULI
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