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miércoles, 30 de agosto de 2017
¿QUÉ PASA CON MACRON?
El presidente galo sabía que sus
reformas le valdrían la renuencia de buena parte de sus compatriotas,
pero su desplome en los sondeos, incluso antes de aplicarlas, es difícil
de aceptar
El presidente francés Emmanuel Macron. (Foto: Reuters)
Verano caliente y otoño ardiente. El presidente francés se prepara
para afrontar la desconfianza de sus ciudadanos, el rechazo de los
sindicatos a sus reformas sociolaborales, el enfado de los estudiantes y
la ira de los pensionistas. Emmanuel Macron sabía que sus propuestas de reforma le valdrían la renuencia de buena parte de sus compatriotas,
pero verse en los sondeos —a tres meses de su victoria— por debajo de
sus dos antecesores en el cargo es una humillación difícil de aceptar. Y
lo peor del caso Macron es que su bajada en las encuestas (el 60% de
los consultados no le otorga su confianza) tiene lugar antes de haber aplicado las reformas con las que pretende "cambiar profundamente las estructuras económicas y sociales de Francia".
La reforma laboral, que será aprobada por directivas y que pretende representar el gran paso adelante del macronismo,
será conocida, por fin, este jueves. Decenas de reuniones con los
representante sindicales durante el verano, y conclusiones casi secretas
que obstaculizan la comprensión de la pretendida reforma por la opinión
pública, han contribuido a la desconfianza. Se sabía, porque estaba en su programa,
que Macron quiere restar poder a los sindicatos negociando por empresas
y no por ramas. Según las últimas informaciones, el Gobierno mantendría su idea, pero cedería en algunos aspectos.
El gabinete del exjuppeista Edouard Philippe persigue también reducir la indemnización y el periodo de pago por desempleo, a cambio de crear un verdadero plan de formación para los parados.
Recortar el desempleo de forma efectiva y reducir al mismo tiempo los
déficits del Estado son las premisas del presidente, pero esto ya lo
sabían los franceses cuando le votaron, y ahora tuercen el gesto. El
mundo ideal que se traducía del programa que le dio la victoria no llega
a vislumbrarse. El Gobierno se ha visto obligado a aplazar 'ad calendas graecas' los principales efectos positivos de sus promesas, como la bajada de impuestos soñada, tras la "confiscación" aplicada por François Hollande.
Con el 'glamour' no basta. Tras sus encuentros con Vladimir Putin en Versalles y con la pareja Trump en París, la estrella Macron empezó a diluirse sobre el cielo francés. Macron no solo censuró las críticas del jefe de los ejércitos
franceses a la reducción del presupuesto de Defensa, sino que le
reconvino con cierta humillación. A muchos ciudadanos les sorprendió ese
gesto de autoridad exagerado, que empañó la celebración del 14 de julio y dejó a muchos de sus votantes dolidos.
Foto: Reuters.
Medidas "antipobres"
Los jóvenes franceses que inician su vida universitaria recibieron también en pleno verano una mala noticia: la reducción de la ayuda para el alojamiento.
Son cinco euros al mes y puede parecer poco, pero representan 18.000
millones de euros al año. Más de seis millones de los hogares más
humildes reciben esa ayuda; 800.000 estudiantes, indiferentemente de su
nivel económico, percibían esa cantidad. Para los críticos con la
iniciativa, era la primera "medida antipobres" de la era Macron. Por si
fuera poco, más de 5.000 estudiantes que han superado la prueba de
acceso a la universidad, en muchos casos con buenas notas, no saben, a
pocos días del inicio del año escolar, si tendrán plaza en las facultades que han elegido. Un caos que el Gobierno promete resolver.
Los mayores tampoco tienen razones para estar contentos. El Gobierno considera como pensionistas 'ricos' a los que cobran 1.200 euros al mes.
Los jubilados son una de las categorías señaladas para reducir el
déficit abismal del Estado. Y los funcionarios deberán pensarlo bien
antes de quedarse en casa por enfermedad. En el programa de Macron ya se
recogía la intención de eliminar el día de trabajo perdido y no contabilizado con que contaban los trabajadores del sector público.
Pasado el verano,
los franceses se dan cuenta de que su nuevo presidente había prometido
que su prioridad era la reducción del gasto público y cumplir con el 3% de déficit del PIB,
exigido por Bruselas y Berlín. Y ahora todos los afectados se quejan de
que, si bien estaban apercibidos de los sacrificios, se les había
prometido también una bajada de impuestos generalizada.
Emmanuel
Macron, que había decidido un plan de comunicación sobrio, a
cuentagotas y nada reactivo a la actualidad, se ha visto obligado a
cambiar de actitud. Los periodistas no le han perdonado el desdén con que ha tratado a la prensa en general desde su acceso al Elíseo.
Macron pretendía distanciarse de François Hollande, quien se comunicaba constantemente por teléfono y por 'mail' con los periodistas y a quienes les suministraba ángulos y pistas informativas. Macron quería ser el Obama francés para la prensa.
Pero no lo ha conseguido. En su reciente viaje a Europa central, ha
destilado informaciones para los periodistas afectados de mono de 'off'.
De la sequía informativa —llegó a anular la tradicional entrevista
televisiva del 14 de julio— se va a pasar a los mensajes de radio tipo Roosevelt, a las charlas junto a la chimenea como afectaba Mendes-France, o, quizás, a un 'Aló, presidente' a la francesa.
Macron
reúne a los representantes de los dos gobiernos de Libia, el primer
ministro, Fayez al-Sarraj, y el general Khalifa Haftar, en La
Celle-Saint-Cloud, París, el 25 de julio de 2017. (Reuters)
"Los franceses detestan las reformas"
El
presidente francés pensaba dejar en manos de sus ministros y diputados
la explicación de su política cotidiana. Mientras, él se dedicaría a encontrarse con los líderes del mundo y a resolver conflictos
como el de Libia. Pero a los franceses les preocupa menos el poder
bicéfalo en la antigua república norteafricana que las reformas que les
afectan directamente. Además, el conflicto libio sigue su curso a pesar
de la mediación francesa.
La actitud de Macron con Polonia tampoco
se ha interpretado internamente como un acto de autoridad en defensa de
los intereses franceses. Polonia se opone, como otros
países europeos que no han querido decírselo en público, a la reforma en
profundidad de la directiva europea de trabajadores desplazados. El
ataque violento de Macron a Polonia y sus dirigentes ha sido visto más como un acto de arrogancia del que los franceses son habitualmente acusados dentro y fuera de su país.
Macron
cuenta con la ventaja de que las fuerzas opositoras están en plena
recomposición. Pero sabe que, a pesar de contar con la mayoría en la
Asamblea, no le van a dejar vivir tranquilo en el aspecto
informativo. El centrista Juppé ya ha juzgado su política: "Es pura
comunicación". El socialista Hollande reaparece para advertirle sobre la
ley de trabajo y le aconseja que no haga reformas que no sean útiles.
Los insumisos de Jean-Luc Mélenchon esperan dar la batalla en la calle contra "el golpe de Estado social", según la fórmula acuñada por el líder de este partido.
Emmanuel
Macron dijo la semana pasada en Bucarest que "los franceses detestan
las reformas". Eso lo saben desde Vladivostok hasta Juneau, en Alaska.
Pero, a diferencia de sus antecesores de derecha o izquierda, él asegura
que no va a renunciar a llevarlas a cabo. Se trata, según uno de sus asesores, no solo de cambiar el agua, sino de cambiar la bañera entera.
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