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jueves, 3 de agosto de 2017

SAN PÍO V Y LA BATALLA DE LEPANTO

"Se dice que el Papa Pío, que había hecho más que nadie para hacer posible la victoria cristiana, rompió a llorar cuando le llegó la noticia de la victoria."


Joseph Pearce


Han desafiado las repúblicas blancas por los cabos de Italia,
han arrojado sobre el León del Mar el Adriático,
y la agonía y la perdición abrieron los brazos del Papa,
que pide espadas a los reyes cristianos para rodear la Cruz.

G.K. Chesterton (Lepanto, traducción de Jorge Luis Borges)


Para quienes conocen bien el glorioso poema de G.K. Chesterton Lepanto, San Pío V será siempre el Papa “que pide espadas a los reyes cristianos para rodear la Cruz”. Su santidad heroica durante la crisis de 1571, cuando parecía que las fuerzas del islam amenazaban de nuevo con invadir Europa, merece quedar grabada en la conciencia y el conocimiento de todo pueblo civilizado.

Este aspecto del pontificado de Pío, visto en el contexto de sus otras hazañas, fue resumido por su biógrafo del siglo XVIII: “El celo por el Reino de Cristo fue la virtud principal de nuestro Santo Papa, porque mientras él se entregaba así a restaurar la fe en Europa y a propagarla en las regiones más lejanas del mundo conocido, no se consagraba menos a sus empeños por detener el progreso del enemigo común de nuestra sacrosanta religión, que se aprovechó de las divisiones en la Cristiandad para atacar Malta” (Anónimo, The Lives of the Saints [Vidas de los santos])

El “enemigo común de nuestra sacrosanta religión” era, por supuesto, el islam, bajo la forma del Imperio Otomano. El sitio de Malta al que se refiere el anónimo biógrafo tuvo lugar realmente en 1565, un año antes de que Pío se convirtiese en Papa, pero uno de sus primeros actos como pontífice fue enviar grandes sumas de dinero a Malta para que pudiesen reconstruirse las fortificaciones y se erigiese una nueva ciudad sobre las ruinas de la antigua. También proclamó un Jubileo el primer año de su pontificado, exhortando a los fieles a la penitencia y a la limosna para obtener de Dios la victoria sobre el poder 
militar de los musulmanes. Aparte de su apoyo financiero a los Caballeros de Malta, envió dinero para fortificar ciudades en toda Italia, hizo aportaciones mensuales para los asediados cristianos de Hungría, y trabajó sin descanso para unir a los principales poderes cristianos para la defensa de la Cristiandad.

En 1571, un año después de que los turcos atacasen Chipre amenazando con dominar el Mediterráneo, Pío fue decisivo para la fundación de la Liga Santa, una alianza de naciones y ciudades-estado que incluía a España y a la mayor parte de los estados de lo que es hoy la moderna Italia. Aunque intentó convencer al Sacro Romano Imperio y a Francia para unirse a la Liga, ambos rehusaron. El Imperio prefirió mantener su tregua con los turcos otomanos, mientras que Francia estaba en realidad aliada con los musulmanes, formando con ellos una alianza anti-española.

Pío envió su bendición a Don Juan de Austria, el comandante en jefe de la flota de la Liga Santa, urgiéndole a descartar a todos los soldados de mala vida y prometiéndole la victoria si lo hacía. Cuando la flota cristiana se dirigió hacia el Oeste para encontrarse en batalla con la flota turca, Pío ordenó oraciones públicas y aumentó sus propias súplicas al cielo.

En cuanto a la Batalla de Lepanto en sí misma, tuvo lugar el 7 de octubre de 1571, y nada mejor que recoger la cita, triunfalista y llena de acción, de Harry Crocker: “Cuando las dos fuerzas colisionaron, fue el mayor enfrentamiento naval en la historia de la Cristiandad. Las galeras chocaron unas con otras, las sujetaron con garfios para asegurarlas, y los hombres armados se lanzaron a degüello unos contra otros, flechas contra arcabuces, cimitarras contra espadas, el fuego de los mosquetes contra la carga de las picas”.

Al finalizar la batalla habían muerto 7500 combatientes cristianos, contra veinte mil o treinta mil turcos. Para mayor relumbrón, miles de esclavos cristianos, quizá hasta 12.000, encadenados bajo las cubiertas como remeros de los barcos turcos, habían sido liberados. Fue un golpe devastador al Imperio Otomano, que perdió todos sus barcos excepto treinta, y la batalla naval más decisiva desde la Batalla de Accio en el año 31 a.C.

Se dice que el Papa Pío, que había hecho más que nadie para hacer posible la victoria cristiana, rompió a llorar cuando le llegó la noticia de la victoria. En agradecimiento por este triunfo y el golpe devastador que se había asestado al poder del islam, instituyó la Fiesta de Nuestra Señora de la Victoria (ahora normalmente conocida como Fiesta de Nuestra Señora del Rosario: la Iglesia todavía celebra la victoria de Lepanto el 7 de octubre de cada año) para conmemorar el aniversario de la Batalla de Lepanto. También añadió a las letanías lauretanas la súplica Auxilium Christianorum [Auxilio de los Cristianos], en homenaje al papel que atribuía a la intercesión de la Santísima Virgen en la victoria de las fuerzas cristianas.

Pío V murió el 1 de mayo de 1572, poco meses después de la victoria de Lepanto. Fue canonizado en 1713, como reconocimiento oficial de que el Papa que había fundado la Liga Santa disfrutaba de una gloria más allá de todas las victorias que puede ofrecer este mundo.


                                                                          JOSEPH PEARCE  Vía RELIGIÓN en LIBERTAD

Publicado en The Imaginative Conservative, tomado del próximo libro del autor, Heroes of the Catholic Reformation. Saints who renewed the Church [Héroes de la Reforma Católica. Santos que renovaron la Iglesia].

Traducción de Carmelo López-Arias.
 

También se recomienda la lectura de la reseña que hizo Carmelo López-Arias del libro titulado Yo, Juan de Austria, cuyo autor es Joaquín Javaloys:
http://www.elsemanaldigital.com/movil/articulos.asp?idarticulo=99818

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