Translate

domingo, 2 de febrero de 2020

¿Podrá Reino Unido perdonarse por el Brexit? Los últimos 30 años sugieren que no

La sociedad británica se fragmentó por la mitad y convirtió en buena medida la política en una batalla identitaria. Ahora no parece nada fácil curar una sociedad completamente polarizada

Foto: El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson. (Reuters) 

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson. (Reuters)

 Con la salida de Reino Unido de la UE, terminan tres años y medios inusuales en el funcionamiento de cualquier democracia moderna. El referéndum del Brexit en 2016 arrojó un resultado ajustado que dejaba una legitimidad muy discutible al proceso de salida. Pronto se vio que sus impulsores no tenían un plan en caso de victoria y que sus promesas de campaña habían sido delirantes.

La sociedad británica se fragmentó por la mitad y convirtió en buena medida la política en una batalla identitaria entre 'remainers' —caricaturizados como liberales urbanos adinerados que mandaban a los niños de Erasmus— y 'brexiters' —retratados injustamente como una masa uniforme de racistas con tendencias fascistas y un amor irracional a la caza de zorros—.
En el proceso, el laborismo se escoró hacia la izquierda mientras simulaba ser imparcial con respecto al Brexit, el partido conservador sufrió una purga sin precedentes para que se alineara completamente tras el primer ministro, Boris Johnson, los nacionalistas escoceses pidieron un nuevo referéndum de independencia y los británicos descubrieron asombrados que Irlanda del Norte seguía ahí. Las comparaciones de la UE con un imperio, una cárcel, el Tercer Reich o una simple banda de despiadados burócratas, sin embargo, no eran nuevas: muchos británicos llevaban haciéndolas desde por lo menos la firma del Tratado de Maastricht en 1992, hace casi 30 años.
El mensaje de Boris Johnson a la nación es ahora que todo ese tiempo pasó. Los británicos vuelven a ser libres, tienen la obligación moral de ser de nuevo una sola nación y deben ponerse a reconstruir su soberanía. El Gobierno hará su parte: se ha acabado la austeridad, invertirá fuertemente en infraestructuras y sanidad, reivindicará el viejo patriotismo inglés e intentará que los británicos se olviden por un tiempo de que, aunque parezca asombroso, lo más difícil está por hacer: definir las relaciones comerciales, de seguridad o migratorias de Reino Unido con el resto de países y bloques del mundo. Para empezar, con la propia UE. A fin de cuentas, seguirá siendo el socio comercial más importante del país.
 Las negociaciones con esta deberían estar terminadas el 31 de diciembre, pero es muy verosímil que deban alargarse. Mientras tanto, Johnson intentará que los británicos no recuerden que Reino Unido sigue sometido a las reglas de la UE pero no participa en su elaboración. Será por un tiempo lo que los 'brexiters' describían hace solo unos años, con su lenguaje característico, un “Estado vasallo”. Tanto, que su salida de la UE no se celebrará en Londres a medianoche, como toda gran celebración, sino a las 11:00: la medianoche en Bruselas, por la diferencia horaria.
¿Habrá valido la pena todo este sufrimiento político, económico y social? Solo el tiempo lo dirá, pero al menos a corto plazo es probable que, en contra de los deseos de Johnson, la percepción del país en la nueva situación siga estando dividida en los dos bloques, que son tan políticos como culturales e históricos.
De acuerdo con 'Un fracaso heroico', un libro sobre el Brexit del escritor irlandés Fintan O’Toole recientemente aparecido en español (Capitán Swing, 2020), los 'brexiters' han estado motivados por la autocompasión, que “combina dos cosas que podrían parecer incompatibles: un profundo sentido de agravio y un profundo sentido de superioridad”. Por un lado, muchos británicos creen que solo gracias a ellos Europa se libró del nazismo. Por el otro, creen que eso solo se les recompensó obligándoles a deshacerse de las partes de su viejo y glorioso Imperio que aún quedaban —India— y sometiéndoles a una burocracia dominada, precisamente, por los alemanes.
 El bloque 'remainer' lee la historia del revés: Reino Unido tiene una historia peculiar para lo bueno y lo malo, pero deshacerse del Imperio, cooperar en la democratización del continente, firmar el Tratado de Maastricht e influir en las decisiones de la UE habían hecho que el país dejara de ser una singularidad un poco excéntrica y pasara a ser, simplemente, un país moderno y una democracia rica y normal. Era el proyecto, en buena medida, de Tony Blair.
Los dos bloques mantendrán sus narrativas y es posible que se conviertan, simplemente, en visiones de la historia contrapuestas, como las hay en todos los países con dos grandes bloques ideológicos. Eso no impediría que el país, realmente, se volviera a unir. Pero otras cosas serán más difíciles de reconstruir.
La política británica se ha saltado casi todas las reglas en estos tres años y medio, tanto las explícitas —ha forzado peligrosamente los procedimientos constitucionales— como las implícitas —el grado en que un político puede mentir o en que puede mostrarse ambiguo—. E, incluso por encima de ello, las élites han instigado peligrosamente la polarización.
Quizá con el convencimiento muy elitista de que cuando sugirieran al pueblo que deje atrás lo sucedido estos tres años y medio este obedecería como en otros tiempos, la prensa de derechas y el partido conservador se han mostrado impresionantemente desagradables y desdeñosos, incluso para sus propios estándares. Pero la izquierda ha mostrado una superioridad moral que dejaba a la vista lo mal que entiende a la otra mitad de su país y, sobre todo, 'The Guardian', el periódico más leído por los progresistas, y el laborismo han reiterado que consideraban cualquier muestra de moderación o centrismo una expresión de entreguismo o traición.
Es un hecho que el Brexit es irreversible y es extremadamente probable que este provoque un daño cuantificable y notable en la economía británica de los próximos años. Es probable también que las negociaciones con otros países que emprenderá Reino Unido para establecer sus relaciones hagan ver a muchos que el papel global de Reino Unido es menos relevante de lo que creían. Pero más allá de esto, Johnson tiene razón en que la prioridad ahora debe ser convertir de nuevo Reino Unido en una sola nación. Queda por ver si los ciudadanos son capaces de perdonar a quienes hicieron que dejara de serlo.

                            RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ  Vía EL CONFIDENCIAL

No hay comentarios:

Publicar un comentario