“Este es el error Berenguer”, decía Ortega en su célebre proclama contra la Monarquía, publicada el 15 de noviembre de 1930 en la portada del diario ‘El Sol’: pensar que la opinión pública se olvidaría de la “gran viltá” [la gran cobardía] que fue la Dictadura. “La reacción indignada de España”, continuaba el filósofo cinco meses antes del advenimiento de la II República “empieza ahora, precisamente ahora. España se toma siempre tiempo, el suyo”.
El ‘error Rajoy’ ha sido, precisamente, ese. Pensar que la Gran Recesión que comenzó en 2008 era un simple movimiento cíclico de la economía que se solucionaría mediante una mejora gradual de algunos indicadores macroeconómicos. O expresado de otra manera: el ‘error Rajoy’ ha sido pensar que los españoles iban a olvidar pronto -sin reclamar consecuencias políticas- años de duro sacrificio que han hecho saltar por los aires la legitimidad de muchas de las instituciones del Estado por su connivencia con la corrupción y el clientelismo.
Lo que empezó siendo una crisis económica era evidente -ya en 2011- que acabaría siendo una crisis política exacerbada por la proliferación de mensajes a través de las redes sociales que han convertido la política en un espectáculo.
Fue un error grosero de Rajoy y sus satélites pensar que criminalizando a Pablo Iglesias y a su entorno (Errejón, Monedero o Rita Maestre) el fenómeno Podemos iba a derretirse. O, al menos, iba a permitir erosionar de forma relevante su base electoral.
Las altas dosis de corrupción, la desigualdad, la precariedad laboral, los bajos salarios, la endogamia del sistema político, la no separación de poderes son cuestiones de mucha enjundia que no se ahogan fácilmente llamando a la ‘seriedad’ o metiendo miedo contra los radicalismos.
La cuestión de fondo era comprender que España, como otros países, se enfrentaba al fin de una manera de hacer política que Rajoy ha sido incapaz de percibir. Probablemente, porque es un personaje de otra época que hubiera sido un buen primer ministro hace una docena de años, cuando la política era tecnocracia. Pero hoy Rajoy es lo más parecido a esas viejas aulas desvencijadas en las que se imparten conocimientos caducos con nuevas tecnologías.
Corriente de fondo
Los fantasmas que asesoran a la Moncloa -Arriola hablaba de frikis para referirse a Podemos- nunca han entendido que en la política española -como en otros países europeos, EEUU o Canadá- hay una corriente de fondo que no se va a detener simplemente con papeles revelados por unas élites policiales politizadas que funcionan al servicio del poder.
Podemos ha sabido presentar el 26-J como un plebiscito sobre la continuidad del presidente. El ‘todos contra Rajoy’ es algo más que un eslogan
Por muchos documentos que aparezcan sobre la financiación exterior de Podemos de regímenes repugnantes, hay millones de electores que quieren cambio. Otra forma de hacer política. Lo que diferencia a Pablo Iglesias de cualquier líder político es que a él sus votantes le perdonan todo. Lo importante es el fin, no los medios.
Y hoy, guste o no, ese cambio lo representan Podemos y sus variantes territoriales. De ahí el previsible batacazo del PSOE, incapaz de articular la respuesta política a las consecuencias de la crisis. El éxito de Podemos es la demostración del triunfo de las viejas teorías de Lakoff, quien sostenía que a través de la metáfora el ser humano es capaz de construir conceptos que influyen en nuestra manera de razonar. Y si alguien es capaz de etiquetar a sus adversarios políticos adjudicándoles categorías morales (Rajoy=corrupción) tiene mucho ganado.
Así es como se ha llegado a esta situación. Lo que hoy une a muchos ciudadanos sobre todas las cosas es Mariano Rajoy. O dicho de otra forma: Podemos ha sabido presentar el 26-J como un plebiscito sobre la continuidad del presidente en funciones. El ‘todos contra Rajoy’ es algo más que un eslogan político. Es la argamasa que une a una parte importante del electorado contra lo que representa el PP. Y esa es la fuerza de Podemos.
El PP podría haber hecho lo más inteligente, presentar un nuevo candidato. Hubiera roto el endemoniado bucle político en el que se ha metido este país
Lo que diga su programa electoral es irrelevante. Sus votantes saben que España, si se aplicara, acabaría sufriendo un corralito ‘a la griega’ y que en muchos puntos es completamente disparatado. Pero eso es intrascendente. Lo importante para millones de personas es que Mariano Rajoy se vaya. Incluso, poniendo al frente del Gobierno a un iluminado como 'el pequeño Robespierre'.
Cambios sociales
Esa corriente de fondo de la política española tiene que ver con cambios demográficos, sociales y hasta culturales que ni Rajoy ni su partido han sabido identificar. Probablemente, por la calcificación de los mecanismos de selección de sus dirigentes: pacatos funcionarios de partido alejados de los cambios sociales. Entre otros motivos, por el antidemocrático sistema de elección de sus líderes (también en otros partidos).
El Partido Popular podría haber hecho lo más inteligente, que era presentar un nuevo candidato al 26-J, lo cual hubiera roto el endemoniado bucle político en el que se ha metido este país, y que no se va a solucionar con unas décimas de crecimiento económico o con una reducción tibia de la tasa de desempleo. Sin Rajoy, el PP tendría mejores expectativas de voto.
Los cambios sociales son casi siempre sutiles. Pocas veces abruptos y suelen están anclados en el progresivo agotamiento del impulso político. Y en España, el viento de cola heredado de la Transicion se fue apagando por la indolencia democrática de los dos grandes partidos, que nunca entendieron que cada dos generaciones se producen sacudidas generacionales con consecuencias políticas.
El resultado es que hoy el presidente del Gobierno en funciones es el mejor cartel electoral de Podemos. Mientras que su teórica alternativa, el PSOE, cometió la irresponsabilidad de elegir a un líder débil para poder ser manipulado desde Andalucía. Ese es el ‘error Díaz’, apoyar a Sánchez frente a un líder más capacitado como era Eduardo Madina solo para poder tener un títere en Ferraz y al final aparecer la presidenta andaluza como la solución a los problemas del socialismo español.
Hoy, el PSOE es un partido a la deriva y el PP tiene serias dificultades para pactar alianzas mientras Rajoy siga al frente del partido. Cuanto antes decida el PP si es mejor seguir con Rajoy o garantizar la gobernabilidad del país con otro candidato, mejor para todos. Y cuanto antes el PSOE cambie de líder, también mejor para todos. El mundo se ha convertido en demasiado ancho y en demasiado ajeno para Rajoy y Sánchez.
CARLOS SÁNCHEZ Vía EL CONFIDENCIAL
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