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miércoles, 8 de junio de 2016

TODOS LOS PARTIDOS SON DE CENTRO, PERO DE CENTRO COMERCIAL

La guerra cultural se libra en las plazas, en los estudios de televisión, en los geriátricos y en las guarderías, pronto harán campaña por la megafonía del Caprabo




En España, la histeria de las etiquetas ha llegado a un extremo divertidísimo: Podemos se nos ha hecho socialdemócrata en el peor momento, en coalición cardiaca con Izquierda Unida, provocando un 'trending topic' de militantes que afirman su comunismo, no vaya alguien a pensar que por estar cerca de Podemos se han descafeinado.
Lo más divertido en esta guerra por el dominio cultural, por subirse al tranvía de tal o cual palabra, es que todos los caminos conducen a la socialdemocracia. Como cuando el PP de Aznar se decía de centro. Socialdemócrata, centrista, transversal... caretas que reparte el miedo a resultar sinceros ante el electorado. Al final es verdad que todos los partidos se vuelven de centro. De centro comercial.
Con estas ansias de resultar moderados que tienen todos, al final el exceso, el extremo, hay que ir a buscarlo en la cursilería y la horterada que se gastan. El elector acaba guiándose por su instinto, atento a los pasillos trampa y los expositores con golosinas junto a la caja. Y hablando de golosinas y cursilería: habrán visto ustedes que los candidatos se baten el cobre con niños pequeños en el programa de Ana Rosa Quintana. Por fin unos entrevistadores políticos a la altura de Bertín Osborne.
Con estas ansias de resultar moderados que tienen todos, al final el exceso, el extremo, hay que ir a buscarlo en la cursilería y la horterada que se gastan
Resulta insultante que los candidatos hablen a los críos como si fueran votantes, es decir, como si fueran tontos, pero no sé si lo más irritante -para mí- es ese tonillo paternalista que se gastan, o la sospecha de que estamos ante un nuevo paradigma en la entrevista política. ¿Qué puede sacar un votante de estas monerías? A los críos les prometen menos deberes y a nosotros menos impuestos, de forma que lo que tienen que decir queda claro digan lo que digan.
La guerra cultural se libra en las plazas, en los estudios de televisión, en los geriátricos y en las guarderías, pronto harán campaña por la megafonía del Caprabo. Es la única razón que se me ocurre para explicar el himno latino que se ha sacado de la manga el PP, no se sabe si para atraer el voto ecuatoriano o porque alguien ha tenido un ictus en el departamento de campaña.
¿Cómo habrán sido las reuniones en Génova? ¿Fue el propio Rajoy quien, sintiéndose alterado por esa música infernal, consideró que la cosa tenía ritmo? ¿Se convencieron cuando Soraya se puso a bailar? ¿O es cosa de Maroto? Lo único que vimos nosotros fue un grupo de periodistas estupefactos mientras Moragas, con ese aspecto de gato Isidoro, los miraba aviesamente desde la tribuna. Su cara me recordó a una novia que tuve, que me grabó una cinta con canciones de Ricky Martin porque yo le había dicho que me gustaba la música.
Lo único que vimos fue un grupo de periodistas estupefactos mientras Moragas, con ese aspecto de gato Isidoro, los miraba aviesamente desde la tribuna
Todo ha de leerse en clave de guerra por el concepto. El PP quiere asociarse con la idea de juventud, así que supongo que el razonamiento ha sido así:
-Los jóvenes son bajos,
-los ecuatorianos son bajos,
-por lo tanto:
-los ecuatorianos deben de ser jóvenes.
Resultado: himno ecuatorianizado.
En fin. Más nos vale reír, porque como alguno se ponga serio de aquí a las elecciones, acaba en el frenopático. Y entonces veremos a los cuatro candidatos peleando por llevarle al chalado un pastelillo.


                                                  JUAN SOTO IVARS  Vía EL CONFIDENCIAL





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