Rivera e Iglesias, en el debate de SALVADOS. (EFE)
Dos de los tres temores expresados por Jordi Évole al inicio del encuentro, ayer en La Sexta, entre Iglesias y Rivera, se confirmaron. El primero, que segundas partes nunca fueron buenas. El segundo, que el tono de cordialidad que registró el debate entre ambos líderes el pasado 18 de octubre en el bar Tío Cuco en el Nou Barris de Barcelona no iba a repetirse en la diáfana sala del Círculo de Bellas Artes de Madrid. La tercera inquietud del director de 'Salvados' se confirmará, o no, hoy mismo: el interés ciudadano cuantificado por la confrontación dialéctica televisada entre los líderes de Podemos y Ciudadanos. La anterior arrasó con un 25% de audiencia y hasta cinco millones de espectadores. La conclusión inicial parece obvia: la conversación de ayer entre los dos políticos se pareció a la que mantuvieron en octubre como un huevo a una castaña. Y es que no podía ocurrir de otra manera: entonces, ni el uno ni el otro habían perdido 'la inocencia'. El 20-D les desvirgó políticamente y los cuatro meses siguientes les situaron en posiciones incompatibles que ayer quedaron especialmente nítidas.
Sin embargo, en el 'Salvados' de ayer sí hubo algo similar al del otoño pasado: de nuevo Albert Rivera, en una actitud dominante y segura, ganó a los puntos a un Iglesias defensivo y argumentalmente quebradizo. O sea, el que dio primero, ha dado dos veces. El líder de Ciudadanos capitalizó correctamente dos de sus fortalezas más evidente: 1) ellos intentaron un Gobierno con el PSOE contra el que votaron Podemos y el PP, y 2) Rajoy sigue en La Moncloa, no por deseo de los liberales y los socialistas, sino por la estrategia de los morados de 'sorpassar' al PSOE (“Podemos es un chollo para Rajoy”). Aunque no lo hará, Pablo Iglesias debería reconocer, como ayer hizo respecto de su primera confrontación en el mismo formato, que Rivera ganó también “el partido de vuelta”. Hay una razón para tal opinión: el jefe de filas de Podemos tiende a infantilizar los argumentos políticos e ideológicos, en tanto el presidente de Ciudadanos procura -aunque no siempre lo logra- establecer un nexo de verosimilitud entre la teoría y la práctica. O en otras palabras, Rivera deja trascender con mayor credibilidad un proyecto de Gobierno, en tanto que Iglesias muestra mucho más una abstracción de duodsas posibilidades.
La conversación entre los dos políticos se pareció a la de octubre como un huevo a una castaña. Entonces, ni el uno ni el otro habían perdido 'la inocencia'
Más entonado que hace unos meses en iguales circunstancias -pero apoyándose en fichas-, Iglesias no le coge el punto a Rivera, que, sin asistencia de documento o apunte, repentiza bien, mereciendo, incluso, el elogio de su interlocutor (“ahí has estado sagaz”), que parece adolecer ante el catalán de una falta de fluida articulación argumental. El presidente de Ciudadanos, por otra parte, no dejó pasar por alto los excesos verbales y las actitudes prepotentes de su oponente, que tan abrupto le perfilan: le recordó “la cal viva” que espetó al PSOE y su afán de ocupar la vicepresidencia y, sus compañeros, varios ministerios. Évole se encargó además de refrescarle el momento parlamentario, en el que Iglesias comparó a Rivera con un “jefe de escuadra” (de la posguerra) y con un “líder del Komsomol en la Unión Soviética”. También el director del programa apuntilló al dirigente de Podemos cuando, tratando él de exponer una supuesta exquisita ética en las relaciones internacionales -Venezuela atrapa argumentalmente a Iglesias-, le puso delante el contrato con Navantia avalado por el alcalde podemita de Cádiz para construir cuatro buques a Arabia Saudí.
En última instancia, quedó claro (y a la postre, esta es la conclusión más importante del encuentro Iglesias-Rivera) que ambos están en dos proyectos opuestos. Ciudadanos apuesta por un acuerdo que vincule un frente amplio (C's, PP y PSOE), en tanto Podemos quiere un Ejecutivo con el PSOE pero, y aquí es donde la verosimilitud del intento mengua, también con el nacionalismo vasco, el independentismo catalán y, eventualmente, la izquierda 'abertzale'. De ahí que el programa de Évole fuese de mayor utilidad para Rivera que para Iglesias porque, en una campaña polarizada, Ciudadanos corre el riesgo de que su margen de presencia y de referencia se estreche. Ayer, Rivera logró su objetivo de mayor visualización. Y un apunte final: este cara a cara entre los 'dos nuevos' no tiene ya más recorrido. Cuando algo comienza en un 'bareto' y sigue en la escueta sala del Círculo de Bellas Artes, es que la interlocución a dos carece de ulterior recorrido televisivo.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
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