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jueves, 9 de junio de 2016

PODEMOS NO GOBERNARÁ, DE MOMENTO

Salvo que la coalición Unidos Podemos obtenga la mayoría absoluta o casi, su acceso inmediato al Gobierno central es bastante improbable, ya que las fuerzas políticas restantes se conjurarán para que eso no ocurra, aunque, conociendo a nuestros clásicos, me sospecho que se trataría de una maniobra meramente defensiva que no durará, si los fundamentos políticos y económicos que han provocado el fenómeno Podemos no cambian. Por eso creo que, salvando las distancias, en España se reproducirá el escenario de hace un siglo, el de los famosos gobiernos de concentración de la monarquía Alfonsina, que sabemos de sobra en qué pararon. Ahora ese escenario vendrá apoyado además por las instituciones europeas, con lo que, conocidos los grandes aciertos de estas, las garantías de éxito de la fórmula se las pueden imaginar. A los de Unidos Podemos, pues, se les aplicará el mismo cordón sanitario que al Frente Nacional en Francia y análogo al que se le aplicó al Partido Comunista Italiano en los tiempos de la Guerra Fría, pero si todo queda en una mera defensa del statu quo, sin intentar siquiera enfrentar con proyectos constructivos la riada del descontento, quedaremos atrapados entre la debilidad institucional y el movimiento capitaneado por los hijos frustrados de nuestras clases medias.
Las encuestas no hacen más que poner de manifiesto que las corrientes profundas de la desafección y de la ira provocadas por la crisis siguen creciendo
Los protestantes siguen creciendo
Las encuestas publicadas durante los días pasados han revolucionado el gallinero mediático, aunque no debemos olvidar que estas se han convertido en un instrumento electoral más y por eso conviene tomarlas con prudencia. Sin embargo, dichas encuestas no hacen más que poner de manifiesto que las corrientes profundas de la desafección y de la ira provocadas por la crisis, que salieron a la luz hace dos años en las elecciones europeas, siguen creciendo, mientras que en la ciudad alegre y confiada de los instalados se suele despachar el asunto con expresiones estereotipadas, que dicen poco de quienes las expresan y que en nada afectan a los millones de personas que tienen dictada su sentencia sobre lo que ocurre en España. Y es en eso donde está el nudo gordiano del problema: las causas son conocidas, los resultados de las políticas seguidas también, pero no sé si por incapacidad o vanidad se prefiere pasar por encima de todo eso, confiando en que el tiempo enfríe los ánimos y que las aguas turbias y revueltas vuelvan a su cauce.
Realmente, en España y en la Unión Europea se está repitiendo el mismo guión que precedió a otras convulsiones históricas, porque, si gobernar es prever, hace décadas que ese principio elemental ha desaparecido de las políticas doméstica y europea. Los ejemplos de ello se van multiplicando país por país y cada una de las elecciones que se produce aumenta el clímax de la angustia institucional por el temor a que se desbarate el invento. Así se va caminando por un campo minado por las consecuencias de las políticas erróneas y la insensibilidad de los gobiernos que, aunque solo fuera por la existencia del sufragio universal, debieran caer en la cuenta de que los damnificados votan y que puede llegar el día en que sus votos desborden las previsiones. En ese plan, no sería extraño pensar que, al igual que se han cercenado viejos derechos con la excusa de la crisis, se pudiera poner en duda en el futuro la utilidad del sufragio universal. De momento, parece un despropósito, pero todo se andará, si el estado de cosas no varía y los descontentos y frustrados terminan por lograr niveles insoportables de preeminencia social y política.
La incertidumbre no solo no desaparecerá, sino que podría acentuarse con la llamada a rebato de forma artificiosa y desordenada para contener la eclosión de los nuevos justicieros
Ni análisis ni propósito de enmienda
La denominada inteligentzia no parece haber analizado lo que ocurre aquí para ponerle remedio y evitar, si ello es posible todavía, que un país como el nuestro, económica y financieramente disminuido y dependiente de terceros, sin el soporte de un Estado vertebrado y respetado, acentúe el camino de la disgregación sin beneficio para nadie, principalmente para quienes denuncian las injusticias sin ir más allá de enumerar algunas pócimas incompatibles con la política actual de la Unión Monetaria Europea. En esto también se cumple el guión, porque la liviandad ha tomado carta de naturaleza entre nosotros y los mensajes de unos y otros se tienen que adaptar a ella.
Ahora, con la mirada puesta en las nuevas elecciones, que son el ejemplo más llamativo de la indolencia institucional y del descrédito de la política, nos acercamos a las mismas con cierta alarma sobre resultados imprevistos pero, al igual que en diciembre, con el mismo bagaje de pobreza doctrinal y de alejamiento de la realidad predominante en la política española. Es la cosecha inevitable del olvido educativo y del descreimiento hacia los valores civiles y la solidaridad, lo que induce a pensar que la incertidumbre no solo no desaparecerá, sino que podría acentuarse con la llamada a rebato de forma artificiosa y desordenada para contener la eclosión de los nuevos justicieros.


                                                                       MANUEL MUELA  Vía VOZ PÓPULI

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