Translate

miércoles, 15 de junio de 2016

¿QUIÉNES PAGAN REALMENTE LOS IMPUESTOS?

Estoy convencido de que no somos conscientes de los impuestos que pagamos: el “sistema” está concebido para que no sea fácil conocer la cuantía exacta o aproximada que cada uno paga

 


En un anterior artículo me refería a la importancia de visualizar los impuestos. Lo dije y lo reitero, porque estoy convencido de que no somos conscientes de los impuestos que pagamos. Es tanto el desconocimiento, que he llegado a pensar que el “sistema” está concebido para que no sea fácil conocer la cuantía exacta o aproximada que cada uno paga.

El salario medio de un español, según datos oficiales del INE de 2013, últimos publicados, es de 22.697,86 € brutos al año. De ese importe, hay que descontar un 6,35 %, aproximadamente, en concepto de lo que se denomina cuota obrera de la Seguridad Social (SS); en definitiva, de impuestos sobre el trabajo cuyo destino es financiar las prestaciones públicas de la SS. En concreto, 1.441,31 €. 

Además, hay que descontar también la retención a cuenta del IRPF. De tratarse por ejemplo de un contribuyente con un hijo mayor de 3 años, tal retención asciende a 2.839,50 €. Sin embargo, lo que el trabajador percibe es el “efecto” IRPF, esto es, lo que se le devuelve o ha de pagar en el mes de junio de cada año. Ese contribuyente, como casi todos, no es consciente de que ya ha pagado 4.280,81 €. Solo “graba” en su memoria la cuantía que le devuelven o, en su caso, lo que finalmente acaba pagando, en este caso, la módica suma de 50,56 €. Y aunque lo cierto es que en la nómina de cada mes figuran tales importes, lo cierto también es que no se interiorizan. Vaya, que no se percibe lo que de verdad se paga, en nuestro ejemplo, un 19,08 % del sueldo.

Pero lo más importante viene ahora. Ese contribuyente, que prácticamente carece de capacidad de ahorro, paga otros impuestos que todavía interioriza menos. Según determinados estudios, destina el equivalente al salario de 25 días a pagar el IVA (comida, vestido, medicinas, agua, luz, teléfono, etc.), el de 12 días a pagar Impuestos Especiales (el combustible del coche, por ejemplo) y el de 5 días a pagar otros impuestos (canon del agua, etc.), esto es, 2.611,81 €. En total, incluido IRPF y la cuota obrera de la SS, un 30,59 % de su salario. Respecto a estos otros impuestos se produce un fenómeno que se conoce como “ilusión financiera”, esto es, que el contribuyente no percibe realmente lo que paga a pesar de que en los tickets y/o recibos de compra conste su importe.

Pero hay más. A ese importe hay que añadir los impuestos que vía precio se nos repercuten al comprar cualquier bien o servicio. Me explico. Todos los impuestos que pagan las empresas, incluida la SS, son un coste para estas; coste que se repercute vía precio a quienes consumimos sus productos o servicios. Es lo que se conoce como “traslación económica” del impuesto, traslación que es mayor o menor según lo que permita el mercado. Pero la idea, y esto es lo importante, es que quienes finalmente acabamos pagando todos los impuestos somos los particulares sin posibilidad de trasladarlos.

Así pues, de forma más o menos perceptible, inducidos por el efecto de la “ilusión financiera”, o como consecuencia de la mera y pura “traslación económica”, quienes verdaderamente soportamos la mayoría de la fiscalidad de este país somos los particulares. No hay datos exactos sobre cuál es su cuantía o porcentaje, pero no me extrañaría que se situara alrededor de un 40/45 % o más.

Sin embargo, el “sistema” está tan inteligentemente diseñado que no nos percatamos de ello ¿Por qué? Primero, y fundamentalmente, porque los impuestos no los pagan los particulares directamente a Hacienda. Los pagan unos “intermediarios” llamados empresas. Ellos ingresan la SS, la mayoría del IVA, los Impuestos Especiales, la SS, el Impuesto sobre Sociedades y las retenciones a cuenta del IRPF de los verdaderos contribuyentes. Segundo, porque la campaña anual de IRPF es la “escenificación” de la bondad del sistema ensalzando el esfuerzo anual en materializar cuanto antes las devoluciones del impuesto y en facilitar al máximo su gestión y cercanía con el contribuyente de “a pie” que se convierte así en el “protagonista” principal del sistema. Sin embargo, nadie le recuerda que lo que se le devuelve es el exceso de lo que se le ha cobrado con un año aproximadamente de antelación sin retribución de ningún tipo, importe, recuerdo, que ni él mismo ha ingresado directamente y cuya cuantía, y por experiencia profesional, casi nadie recuerda.

¿Qué ocurriría si ese contribuyente tuviera que ingresar directamente ese mismo importe? Me estoy refiriendo al caso de que la empresa facilitase a la AEAT la información pero no retuviera nada a cuenta. De esta forma, averiguaríamos además el grado de conciencia y cultura fiscal de los españoles. Mucho me temo que la experiencia sería muy negativa. Claro que esta experiencia requiere un máximo compromiso de nuestros políticos, un ejercicio enorme de pedagogía y transparencia, una ejemplaridad exquisita y una máxima sinceridad y responsabilidad. Es, de hecho, un reto para nuestros políticos y para la propia Administración. ¿No sería bueno? Yo, al menos, apuesto por ello.

En definitiva, tenemos un “sistema” basado en el “fraccionamiento” de lo que pagamos, con enormes dificultades para visualizar su importe y en el que casi no ingresamos nada directamente, sino a través de “intermediarios”, y que una vez al año nos hace sentir bien. La culpa, los “ricos” y las grandes empresas, que son, por cierto, quienes lo ingresan casi todo. Pero quienes realmente lo pagamos, no lo olviden, somos los particulares sin posibilidad de trasladar su coste a terceros.


                                                                    ANTONI DURÁN-SINDREU  Vía FORUM LIBERTAS  

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario