"No hay que olvidar que el derecho inviolable a la vida, don de Dios, pertenece también al criminal”, afirma Francisco en un videomensaje con motivo del VI Congreso mundial contra la pena de muerte en Oslo.
“El Jubileo Especial de la Misericordia es
una ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más
maduras de respeto a la vida y la dignidad de cada persona. No
hay que olvidar que el derecho inviolable a la vida, don de Dios,
pertenece también al criminal”, afirmó el papa Francisco en un
videomensaje con motivo del VI Congreso mundial contra la pena de muerte
en Oslo (Noruega).
El Congreso está organizado por la ONG
francesa “Ensemble contre la peine de mort” y por la Coalición Mundial
contra la Pena de Muerte de la que forman parte 40 organizaciones de
todo el mundo.
“Saludo a los organizadores de este
Congreso mundial contra la pena de muerte, comenzó diciendo el pontífice
en su videomensaje, al grupo de países que lo apoyan, especialmente a
Noruega, país que lo acoge, y a todos los participantes: representantes
de los gobiernos, de las organizaciones internacionales y de la sociedad
civil. Quiero además expresar mi agradecimiento personal, y también el
de los hombres de buena voluntad, por su compromiso con un mundo libre
de la pena de muerte”.
“Un signo de esperanza es el desarrollo en
la opinión pública de una creciente oposición a la pena de muerte,
incluso como una herramienta de legítima defensa social. De hecho, hoy
día la pena de muerte es inadmisible, por más grave que haya sido el
delito del condenado”.
“Es una ofensa a la inviolabilidad de la
vida y a la dignidad de la persona humana que contradice el designio de
Dios sobre el hombre y la sociedad y su justicia misericordiosa, e
impide cumplir con cualquier finalidad justa de las penas. No hace
justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza. El mandamiento
«no matarás» tiene valor absoluto y abarca tanto a los inocentes como a
los culpables”.
“El Jubileo Especial de la Misericordia es
una ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más
maduras de respeto a la vida y la dignidad de cada persona. No hay que
olvidar que el derecho inviolable a la vida, don de Dios, pertenece
también al criminal”.
“Deseo hoy alentar a todos a
trabajar no sólo por la abolición de la pena de muerte, sino también por
la mejora de las condiciones de reclusión, para que respeten plenamente
la dignidad humana de las personas privadas de libertad. ‘Hacer
justicia’ no significa que se deba buscar el castigo por sí mismo, sino
que las penas tengan como finalidad fundamental la reeducación del
delincuente”.
“Espero que este Congreso pueda dar un
nuevo impulso al compromiso con la abolición de la pena capital. Por eso
mismo, animo a todos los participantes a continuar con esta gran
iniciativa y les aseguro mí oración”, concluyó el Santo Padre su
mensaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario