La experiencia de un año en el país nórdico concluyó sin efectos positivos en el mercado de trabajo.
Menos estrés, menos problemas de salud, de memoria y de concentración.
La sensación de
bienestar aumenta cuando una persona recibe una renta básica universal,
es decir una asignacion económica por el simple hecho de existir. Eso
sí, no ayuda a estimular el empleo y el emprendimiento, como muchos
defienden.
Alaska, un experimento exitoso
Finlandia no es el único país que ha lanzado un proyecto piloto para comprobar los efectos de la renta básica universal. Existen otras experiencias en pequeñas comunidades en India, Kenia, Canadá, Holanda, Escocia... En Barcelona también se está llevando a cabo un programa, integrado en el proyecto europeo B-Mincome, por el que mil hogares en riesgo de exclusión están recibiendo una ayuda economica.Se trata de ver si esto reduce la pobreza y ayuda a dinamizar los barrios.
Y luego está el ejemplo de Alaska, una rica región con grandes recursos petrolíferos. Desde 1982, el Gobierno da una paga anual a sus ciudadanos que se obtiene a través de un fondo de inversión.Éste se nutre de los beneficios que generan la actividad petrolífera. La última paga fue de 2.000 dólares al año, algo más de 1.700 euros.
Aunque no se puede considerar una renta básica universal pura y dura (es un reparto de beneficios por una actividad comercial, no es mensual y no cubre ni las necesidades mínimas), lo que sí se ha comprobado, según diferentes expertos, es que esta paga ha servido para que las personas vivan mejor, aunque no dejan de trabajar. Diversos estudios apuntan que este Fondo Permanente de Alaska mejoró la situación económica de la región, ha servido para disminuir los niveles de pobreza entre los colectivos más desfavorecidos, además de mantener el empleo indefinido y aumentar el temporal.
Estos son los resultados del experimento fallido que se llevó a cabo en Finlandia
durante un año: 2.000 desempleados de entre 25 y 58 años recibieron 560
euros al mes, un ingreso que se mantenía aunque encontraran trabajo
durante ese periodo de tiempo.
Tras conocerse estas primeras conclusiones del proyecto finlandés, ya finiquitado, ha vuelto a abrirse el debate sobre la conveniencia o no de implantar una renta básica universal. Una idea que, bajo diferentes fórmulas, defienden ideologías de muy diferente cariz. En España, Podemos, Ciudadanos y PSOE, cada uno a su modo, tienen propuestas sobre ello. Es un asunto que adquiere cada día mayor calado. Incluso los líderes más influyentes llevan dos años discutiéndolo en el Foro de Davos (Suiza).
Tras conocerse estas primeras conclusiones del proyecto finlandés, ya finiquitado, ha vuelto a abrirse el debate sobre la conveniencia o no de implantar una renta básica universal. Una idea que, bajo diferentes fórmulas, defienden ideologías de muy diferente cariz. En España, Podemos, Ciudadanos y PSOE, cada uno a su modo, tienen propuestas sobre ello. Es un asunto que adquiere cada día mayor calado. Incluso los líderes más influyentes llevan dos años discutiéndolo en el Foro de Davos (Suiza).
Además, se trata de una
iniciativa que cuenta con el visto bueno de las grandes tecnológicas de
Silicon Valley, quizá porque ya vislumbran una fisonomía del mercado
laboral del futuro muy distinta debido a sus avances tecnológicos, en
inteligencia artificial y robótica. De hecho, la amenaza de que millones
de personas se queden sin trabajo es muy creíble. La Universidad de
Oxford ha vaticinado que el 47% de las ocupaciones van a desaparecer por
la digitalización. Y un informe de la consultora Randstad advierte que
el 45% de los empleados españoles cree que tiene un trabajo repetitivo
que podría ser automatizado en el futuro.
Ante este panorama, la idea de una renta básica universal seduce, y mucho. Vendría a hacer frente a toda esa masa de parados que se quedarían en la calle por los avances tecnológicos y corregiría desigualdades sociales. «La idea surge porque la robotización y automatización hace que se destruya mucho empleo de bajo nivel y concentra mucho la riqueza en un número reducido de personas.
Ante este panorama, la idea de una renta básica universal seduce, y mucho. Vendría a hacer frente a toda esa masa de parados que se quedarían en la calle por los avances tecnológicos y corregiría desigualdades sociales. «La idea surge porque la robotización y automatización hace que se destruya mucho empleo de bajo nivel y concentra mucho la riqueza en un número reducido de personas.
Eso interrumpe el
ciclo del dinero. Las personas tienen que poder comprar lo que hacen las
empresas. Pero las empresas, tras conseguir reducir sus costes y
aumentar su eficiencia productiva con las máquinas, no van a poder
vender sus productos, porque no tienen a quién venderlos», explica Javier Díaz-Giménez, profesor de Economía del IESE.
«Si los trabajos los
van a hacer máquinas, estas no gastan ni comen», insiste. En
consecuencia, la devacle del sistema iría mucho más allá, augura: «Por
un lado, individualmente, las personas que se van quedando atrás se
radicalizan y son pasto del populismo. Por otro, colectivamente, no
habría suficiente demanda para seguir comprando todo lo que producen las
empresas».
En ese escenario del futuro, donde se quebraría la paz social y se dispararían las desigualdades sociales, «una renta básica garantizaría el nivel de consumo y mejoraría la vida de las personas en el largo plazo», asegura Díaz-Giménez. Muchos creen que también estimularía el empleo y el espíritu emprendedor, pero el experimento de Finlandia ha concluido lo contrario: la renta básica no mejora las perspectivas de empleabilidad.
En ese escenario del futuro, donde se quebraría la paz social y se dispararían las desigualdades sociales, «una renta básica garantizaría el nivel de consumo y mejoraría la vida de las personas en el largo plazo», asegura Díaz-Giménez. Muchos creen que también estimularía el empleo y el espíritu emprendedor, pero el experimento de Finlandia ha concluido lo contrario: la renta básica no mejora las perspectivas de empleabilidad.
«El proyecto de
Filandia es muy a corto plazo, es muy limitado. Estos proyectos hay que
desarrollarlos a gran escalay desde el año cero, educar a una
generación, para conocer resultados fiables», defiende Díaz-Giménez.
La gran preocupación, que nadie sabe dar solución, es que una renta básica universal conllevaría toda una revolución en el sistema tributario. «Este tipo de políticas hay que financiarlas, hace falta ingresos y subir los impuesto a otras personas. Y eso hará perder poder adquisitivo a los que lo financian.
La gran preocupación, que nadie sabe dar solución, es que una renta básica universal conllevaría toda una revolución en el sistema tributario. «Este tipo de políticas hay que financiarlas, hace falta ingresos y subir los impuesto a otras personas. Y eso hará perder poder adquisitivo a los que lo financian.
Lo de Finlandia ha
demostrado que el impacto sobre el empleo no es tan contundente como el
esfuerzo de inversión que se hace. Una renta básica acaba generando más
distorsiones económicas que beneficios», afirma Massimo Cermelli,
profesor de Economía de Deusto Business School. En su opinión, ayuda más
«generar políticas activas de empleo y formación para que las personas
tengan un trabajo que les dé dignidad».
En el debate para financiar este sistema ha aparecido otra propuesta: «el impuesto al robot», es decir los propietarios de los robots que sustituyen a personas pagarían una seguridad social e IRPF por ellos. Desde luego, la renta básica universal es una discusión llena de matices y detalles, que habrá que ir solventando, porque ya no se trata de «una cuestión de siglos sino de años. No va a ser una transición fácil, va a depender de cómo evolucione el Estado de Bienestar y de cómo las máquinas vayan sutituyendo al empleo», vaticina Díaz-Giménez.
En el debate para financiar este sistema ha aparecido otra propuesta: «el impuesto al robot», es decir los propietarios de los robots que sustituyen a personas pagarían una seguridad social e IRPF por ellos. Desde luego, la renta básica universal es una discusión llena de matices y detalles, que habrá que ir solventando, porque ya no se trata de «una cuestión de siglos sino de años. No va a ser una transición fácil, va a depender de cómo evolucione el Estado de Bienestar y de cómo las máquinas vayan sutituyendo al empleo», vaticina Díaz-Giménez.
Alaska, un experimento exitoso
Finlandia no es el único país que ha lanzado un proyecto piloto para comprobar los efectos de la renta básica universal. Existen otras experiencias en pequeñas comunidades en India, Kenia, Canadá, Holanda, Escocia... En Barcelona también se está llevando a cabo un programa, integrado en el proyecto europeo B-Mincome, por el que mil hogares en riesgo de exclusión están recibiendo una ayuda economica.Se trata de ver si esto reduce la pobreza y ayuda a dinamizar los barrios.
Y luego está el ejemplo de Alaska, una rica región con grandes recursos petrolíferos. Desde 1982, el Gobierno da una paga anual a sus ciudadanos que se obtiene a través de un fondo de inversión.Éste se nutre de los beneficios que generan la actividad petrolífera. La última paga fue de 2.000 dólares al año, algo más de 1.700 euros.
Aunque no se puede considerar una renta básica universal pura y dura (es un reparto de beneficios por una actividad comercial, no es mensual y no cubre ni las necesidades mínimas), lo que sí se ha comprobado, según diferentes expertos, es que esta paga ha servido para que las personas vivan mejor, aunque no dejan de trabajar. Diversos estudios apuntan que este Fondo Permanente de Alaska mejoró la situación económica de la región, ha servido para disminuir los niveles de pobreza entre los colectivos más desfavorecidos, además de mantener el empleo indefinido y aumentar el temporal.
María José Pérez-Barco Vía ABC
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