El respeto a las instituciones es una exigencia insoslayable en cualquier democracia. De ahí que resulte inaceptable el uso partidista que hace el Gobierno de las mismas.
/FERNANDO CALVO
El respeto a las instituciones es una exigencia insoslayable en cualquier democracia. De ahí que resulte inaceptable y políticamente indecente el uso partidista que hace el Gobierno de nuestra arquitectura institucional, socavando su valiosa imparcialidad sin rebozo. La disolución de las Cámaras, rubricada ayer, debería dar paso a un periodo en el que el Ejecutivo se abstuviera de instrumentalizar la ventaja que otorga el control del aparato del Estado. Control que ha llegado a extremos sonrojantes: hoy publicamos que el Ministerio de Exteriores dio instrucciones a personal no político -funcionarios- para que redactara argumentarios para uso del grupo parlamentario socialista. Nunca como hasta ahora, en 40 años de democracia, el Gobierno había decidido usar las instituciones en beneficio propio con la insolencia y la irresponsabilidad que está exhibiendo Sánchez.
La presidenta del Congreso, Ana Pastor, salió ayer al paseo de este atropello. En una entrevista en la Cope advirtió con razón de que ningún Gobierno "puede ir dopado a unas elecciones". De otra forma no puede calificarse la guerra sucia decretada por Sánchez para capitalizar con descaro el tiempo que le queda en Moncloa antes del inicio de la campaña electoral del 28 de abril. Por un lado, Andrea Gavela Llopis, directora adjunta del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, pidió a los directores de gabinete de todos los ministerios "argumentos de ataque frente a otros partidos, sobre todo el PP", tal como consta en un correo electrónico al que tuvo acceso EL MUNDO. Por otro, la convalidación de reales decretos en la Diputación Permanente del Congreso revela la voluntad de los socialistas de usar en favor de su maquinaria electoral la capacidad de una figura jurídica pensada para atender situaciones de excepción o de verdadera urgencia. A ello se suma la laminación del prestigio del CIS, relegado a mero propulsor de la proyección de voto del PSOE; y de TVE, convertida en altavoz del sanchismo. El 24 horas utilizó una sección sobre "temas virales" para arremeter contra los líderes de los partidos de la oposición. Emitió un vídeo que llama "mequetrefe" y "fraude" a Pablo Casado, además de hacer hincapié en las palabras contra Albert Rivera que publicó The Economist por su negativa a pactar con el PSOE.
El email enviado desde el Gabinete de la Presidencia del Gobierno obliga al titular de este departamento, Iván Redondo, a presentar su renuncia por ser incapaz de evitar la tentación de usar las instituciones con objetivos claramente electorales. En todo caso, la instrumentalización del Ejecutivo interpela especialmente a Pedro Sánchez. Incluso para un Gobierno de pasarela como el suyo, la indecente explotación del márketing político debería encontrar su límite en el respeto a las instituciones de todos.
EDITORIAL de EL MUNDO
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