Albert Rivera y Pablo Casado.
EFE
Ha vuelto Papá Noel en plena primavera. Ha regresado el
hombre de los regalos navideños con presentes para todos los gustos. En
el saco sin fondo del olentzero socialista hay
obsequios de todos los colores. Dádivas para todos los gustos. Hay
ingreso mínimo vital, fin del copago farmacéutico, matrícula
universitaria gratuita, dentista con cargo al Estado, plazas gratis de
guardería, hay todo eso y mucho más, que está el hombre que lo tira. Pedro es uno de esos granujas que sigue pensando que la sociedad española es tonta de baba, es aquel país que Claude G. Bowers, embajador americano en España entre 1933 y 1939, retrató compasivo en su libro de memorias ("Mi misión en España")
labrando el campo yermo o sirviendo cochifrito en fondas de carretera,
que no sabía leer ni escribir y que sigue sin saberlo, una sociedad
fácilmente manipulable a la que se puede seguir engañando con collares
de cuentas. Pedro es como aquellos caciques que en los bautizos de los
pueblos salían al pórtico de la iglesia y lanzaban a la pobre gente allí
congregada caramelos a puñados veteados con monedas de a perra gorda, y
cómo reía el miserable viendo el espectáculo de aquella turba de pillos
peleándose a cuatro patas por las migajas que su opulencia desparramaba
por el suelo.
Pedro no dice una palabra del desafío separatista en el programa electoral del PSOE,
ni de cómo va a pagar esa noria de regalos, pero tampoco lo necesita,
porque todos lo imaginamos o, mejor, lo sabemos de sobra. Freír a
impuestos a las clases medias, y ahogar un poco más a las empresas,
sobre todo a las pymes, que las grandes ya se apañan. El control del
déficit, el freno a la deuda pública, el saneamiento de la Seguridad
Social, las pensiones, etc., son pájaros volando en la mentalidad
cuarteada por la ambición de quien se cree llamado al poder por derecho
propio. El rédito electoral que supone ocupar la Moncloa,
el reparto de renta vía gasto público, la caída en el abismo del
marqués de Galapagar y, sobre todo, la división de la derecha en tres
bloques parecen augurar la victoria de este atrabiliario personaje a
quien el PSOE serio, el de siempre, descabalgó en otoño de 2016 de la
secretaría general por miedo a que hiciera lo que precisamente terminó
haciendo a su regreso a Ferraz. Ahora podría volver a gobernar a lomos
de entre 120/130 escaños, dicen encuestas difíciles de creer, una cifra
que ahora parece logro fastuoso pero que, comparada con los 202 de González en 1982, o los 186 de Rajoy en 2011, es en realidad una porca miseria.
El PSOE de Sánchez es una escombrera similar a la que Rajoy dejó como herencia en el PP. Constatación de la abisal profundidad de la crisis política española
Que puede no le sirva para formar Gobierno. El sorprendente anuncio de Rivera en La Coruña, lo más relevante de la semana, ofreciendo a Casado
un Gobierno de coalición “para echar a Sánchez”, ha venido a cegar la
vía, a taponar la brecha de un posible acuerdo postelectoral entre
socialistas y Ciudadanos. Cierto que todo el mundo tiene derecho a
sospechar, pero, a falta de prueba en contrario, hay que creer a Rivera y
su decisión de ligar el futuro de C’s al de la derecha política. Y
gobernar reeditando el pacto de la moción de censura con comunistas y
separatistas se antoja un imposible metafísico, porque inimaginable
resulta asumir que España, país desarrollado miembro destacado de la UE,
acepte suicidarse a cámara lenta durante los próximos años con un nuevo
Gobierno Sánchezstein. Más allá del populismo
ramplón, del izquierdismo trasnochado de este ágrafo ahíto de poder, en
el PSOE de Sánchez no hay nada. Nada que suene a proyecto de país.
Muchas bolsas de caramelos salpimentadas con monedas de a perra gorda.
Obviada la manipulación que de este vuelo gallináceo hacen todos los
días los medios afines (con RTVE y Prisa en cabeza), el PSOE de Sánchez
es una escombrera similar a la que Rajoy dejó como herencia en el PP.
Constatación de la abisal profundidad de la crisis política
española.
Abocados
probablemente a otra legislatura tan breve como miserable, con Gobierno
en funciones y eventuales nuevas elecciones en otoño. Podemos se ha
estrellado con su idea-monopolio de reinar en la izquierda sobre las
cenizas del PSOE, y C’s ha comprobado ya los límites de su ascensión a
los cielos de la derecha, fusión por absorción del PP mediante. Es la
esencia de la crisis española: la ausencia de recambio para la difunda
Transición. Nada en el horizonte. Simples juegos malabares cargados de
malos presagios. Imposible imaginar ahora al líder capaz de rescatar al
PSOE de la garras de este aprendiz de tiranuelo para reconstruir un
partido socialdemócrata al uso, comprometido con la unidad de España, la
libertad y prosperidad de sus ciudadanos a largo plazo. No menos
complicado es el viacrucis que le espera al PP. Aquella derecha capaz de
representar a la mitad del censo electoral que levantó Aznar, decidió
un día suicidarse sola. En realidad, nuestra izquierda exquisita y
progre no necesitó poner en práctica las prédicas al alimón de Felipe y Cebrián (“El discurso del método”, mayo 2001; “El futuro no es lo que era”,
abril 2002), porque ella misma se encargó de situarse fuera de juego
con sus groseros errores, su congénita cobardía y, por qué no decirlo,
su tendencia a meter la mano en la caja.
Expulsar a liberales y conservadores
La
estocada se la dio el propio Aznar cuando decidió apuntar con su divino
dedazo al peor de los delfines que aspiraban a la sucesión. De la
puntilla se encargó Mariano cuando, Congreso de Valencia, junio de 2008, apenas un mes después de su segunda derrota electoral a manos de Zapatero,
decidió expulsar del PP a liberales y conservadores, gente sospechosa
que molestaba en la tarea de achatar ideológicamente al PP hasta
convertirlo en un mero gestor de los eventos consuetudinarios de la mano
de listísimos tecnócratas duchos en aprobar oposiciones a los cuerpos
de élite de la Administración. Conservadores y liberales terminaron por
hacerle caso. Ya se han ido: se agrupan en Vox, y ahora el PP tiene muy
difícil volver a ser lo que fue escindido en dos mitades, que en
realidad son tres porque, a resultas de su incapacidad para defender la
unidad de España, traicionando su razón de ser, en Cataluña brotó con
fuerza Ciudadanos, una derecha más centrada en lo social y en lo que a
derechos y libertades individuales se refiere.
Mariano dejó el PP convertido en un barbecho, un páramo
sobre el que Casado está intentado construir una nueva alternativa capaz
de volver a agrupar a la familia ahora dividida. Es la gran tarea que
tiene por delante: resetear el centro derecha, darle un cuerpo
doctrinal, liberarle de atavismos del pasado e insertarle en el mundo
globalizado que vivimos enarbolando las banderas de las grandes reformas
que el país tiene pendientes. La derecha gobernará en España mientras
sea capaz de abanderar unas reformas que jamás emprenderá la izquierda,
empeñada en el reparto equitativo de la miseria. Mucho antes de las
bombas del 11-M, el PP había empezado a perder el poder cuando, en los
dos últimos años de Aznar, se olvidó de las reformas. Sobre los miedos
de Rajoy y su posterior mayoría absoluta, poco que añadir. Su labor
reformista se frenó en seco a finales de 2013, segundo año de Gobierno.
Luego fuese y no hubo nada, salvo desencanto.
El sueño húmedo de muchos socialistas consiste en imaginar un Gobierno de coalición PSOE-Ciudadanos. Desafiando las rotundas manifestaciones en contra de Rivera. Haciendo de tripas corazón
No será tarea fácil. Lo más probable es que tenga que
pasar algunos años por el desierto de la oposición antes de volver a
Moncloa. La formación de Gobiernos municipales y autonómicos
–obligadamente de coalición en muchos lugares- tras las elecciones de
mayo podría ser el momento adecuado para el inicio a ese proceso de
acercamiento entre PP y C’s, que solo el tiempo dirá si acaba en boda.
Muy difícil, por no decir imposible, que haya noticias sobre eventuales
alianzas para el Gobierno de la nación antes del 26 de mayo. En contra
de lo que machaconamente pronostican las encuestas, todo parece muy
abierto. Mucho voto oculto. En el espectro de la derecha, Vox es ahora
mismo el rey del mambo. El partido de Abascal está experimentando el
mismo boom que registró Podemos en 2015. El riesgo evidente de Vox, hoy
excelsa representación de la España cabreada, es que, como le ha
ocurrido a Podemos, termine también desinflándose tras el fogonazo de
este irrepetible 2019, para quedarse en un partido con una
representación equivalente a la que Podemos-IU podría ostentar en el
otro extremo.
Idéntico paralelismo, con vuelta del revés, podrían registrar los resultados de PSOE y PP la noche del 28 de abril. Ábalos
apuntaba esta semana esa curiosa circunstancia, asegurando ante amigos
que el PSOE podría lograr los mismos escaños que ahora tiene el PP
(137), mientras que el PP quedaría algo por encima de los que ahora
mantiene el PSOE (entre 90 y 100). Llamativa vuelta a la tortilla. Al
margen del infatuado Sánchez, el sueño húmedo de muchos socialistas
consiste en imaginar un Gobierno de coalición PSOE-Ciudadanos.
Desafiando las rotundas manifestaciones en contra de Rivera. Haciendo de
tripas corazón. Sería una solución, el mal menor, a la que le
obligarían sus propios votantes, o una parte importante de los mismos,
puestos en el brete de evitar el horror que para el futuro del país
supondría un nuevo Gobierno PSOE prisionero de comunistas y
separatistas.
El riesgo es real. La separación de Cataluña de España,
referéndum mediante, es para Sánchez una mera cuestión de tiempo. Para
ser más precisos: es cosa de 10 años, el tiempo que Iceta
estima necesario para que el cuarenta y tantos de voto independentista
de hoy se convierta en un imparable 65% -con ración extra de educación
supremacista y mucha TV3-, lo que supuestamente obligaría a la
democracia española a abrir la puerta de salida a la élite separatista
catalana. Una década que coincide, más o menos, con el tiempo que
Sánchez se imagina residiendo en Moncloa con el apoyo del
independentismo. Mientras llega el santo advenimiento, Iceta recomienda
más autogobierno y más dinero. Ponérselo fácil, vamos. Es lo que está en
juego el 28 de abril.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
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