El centro de los discursos de las fuerzas políticas lo constituyen dos ideas fuerza que articulan todos los contenidos. La defensa de España no es más que uno de ellos
Manifestación en Colón para defender la nación española. (EFE)
Desde las derechas, se da por sentado que, después de los meses de gobierno de Sánchez,
el desgaste de los socialistas es grande y que muchos votantes optarán
por aquellos partidos que impidan su regreso a Moncloa. Esa fe en la
suma de las derechas ha llevado a PP, Cs y Vox, con grados distintos de
intensidad, a plantear la campaña alrededor de Cataluña, de la bandera
española y del problema territorial, puesto que entienden que es el asunto central en estos momentos, sobre el que mayor malestar se proyecta y en el que Sánchez sale peor parado.
Esta tesis es sostenida también desde otros ámbitos ideológicos e incluso aumentó su popularidad después de las elecciones andaluzas: Susana Díaz habría perdido porque el Gobierno Sánchez alejó de las urnas a los votantes socialistas con su postura en el tema catalán. Era una tesis endeble, en parte porque, si hubiera sido así, habría afectado poco a la expresidenta andaluza, precisamente la más hostil al líder socialista. Ahora sabemos que no es una tesis cierta, pero eso no significa que no continúe aplicándose.
Cataluña no es tan decisiva en esta campaña como suele señalarse. Aparecerá con frecuencia, pero haríamos mal en situarla en el centro, porque no es más que otro instante, particularmente insistente, de una lucha discursiva superior en la que queda subsumida.
La
campaña será, como ya estamos viendo, la lucha por imponerse, constante
y cruenta, entre dos marcos. El utilizado por las derechas se centra en
Sánchez, en su persona, su carácter y su ambición, y consiste en el
retrato de las debilidades, las flaquezas morales y la inconsistencia
del presidente del Gobierno. Nos habla de un okupa, de una persona que, con tal de seguir aferrada al cargo, es capaz de poner en riesgo la convivencia, de ceder ante independentistas y radicales
y de aliarse con los enemigos de España; nos habla de un dirigente
peligroso, que sacrifica el bien común a su ambición, que carece de otra
idea que su permanencia en el poder, y que no repara en utilizar los
medios necesarios para ese fin. Por tanto, poner nuestro país en sus
manos es ir directos a la catástrofe. Si no fuera por las traiciones de
Sánchez, todo nos iría mucho mejor.
Esto nos suena porque lo hemos visto muchas veces antes. Por ejemplo, cuando Bush Jr. insistía en el carácter débil, endeble y ‘flipflopeante’ de Kerry, cuando se apelaba a las nefastas características personales del blando y torpe Zapatero, o al perfil maquiavélico de Rubalcaba o a los riesgos que acarrearía un Gobierno del musulmán Obama. Este tipo de estrategia política se popularizó en la era neocon, y en ella llevan mucho tiempo moviéndose las derechas. En el fondo, no es más que una estrategia actualizada y personalizada de las retóricas de la intransigencia que describiera Albert O. Hirschman, esas que señalan la inutilidad, la futilidad y la inconsistencia de las ideas de los rivales políticos, así como la ceguera y el ansia de poder de sus líderes.
Esta
es su hoja de ruta para estas elecciones. Cataluña no es más que otro
momento, descrito como particularmente grave, de la ineptitud y de la
ambición de Sánchez, que no duda en sacrificar valores esenciales si con
ello se aferra a la silla. Pero en ese marco entran muchas otras cosas,
desde los Presupuestos a las teóricas alianzas con Bildu, y todas
supeditadas a la idea central. La llegada de Vox, además, otorga un plus de agresividad y de altanería a ese marco, así como un nuevo empuje, que ha arrastrado tanto al PP como a Ciudadanos.
El PSOE ha elegido otro marco, también muy típico. El acto de presentación de la precampaña fijó un eje claro, el de la España del futuro frente a la del pasado, la que trata de salir adelante gracias a su mirada emprendedora, a su energía, a su ilusión y a sus ganas de cambiar las cosas, y que tiene que enfrentarse, para conseguir ese objetivo, a la España en blanco y negro, la que quiere regresar a tiempos oscuros, la que no ha evolucionado, la que está continuamente echando el freno a nuestros avances. Para representar esa España del porvenir, el PSOE recurrió a la ortodoxia progresista, y acompañó a su líder de una investigadora, una animalista, una feminista o un jubilado, exhibiendo la diversidad como el valor principal de ese nuevo país. Y todo con mucho corazón, como si Errejón les hubiera asesorado en la campaña.
El PSOE tiene la baza de la izquierda económica ganada con el Presupuesto no aprobado y las medidas que ha tomado o que ha planificado, lo que le deja margen de maniobra, y ha optado por moverse en esa suma de feminismo, ecologismo, tecnología y diversidad que ha sido su esencia en las últimas décadas, a la que otorga cohesión a través del hilo conector que ofrece la modernidad: se trata de ser un país adaptado a los tiempos, integrador, conectado y pujante. El problema para conseguir ese objetivo es la vuelta del franquismo.
Estos son los mensajes centrales a partir de los cuales se articulan todos los contenidos de esta campaña, los que dan sentido y coherencia a las diversas temáticas que irán apareciendo, desde Cataluña a la economía, pasando por cualquier otro asunto: la derecha señala como responsable de nuestros males a un ambicioso e inepto que haría cualquier cosa por seguir en el poder, lo cual es catastrófico para España, y la izquierda retrata a lo que llama el 'trifachito' como parte de las tinieblas de un pasado que regresa para atraparnos.
Ambas
opciones son pura ortodoxia electoral, si nos atenemos a las campañas
recientes, y a los ejes que han estructurado las estrategias
comunicativas de la derecha y de la izquierda en los últimos tiempos. En
el fondo se parece mucho a las peleas discursivas que tuvieron
lugar en las presidenciales que ganó Trump y en el referéndum sobre el
Brexit, con los ejes pasado/futuro, modernidad/retroceso, y a
sus líderes políticamente incorrectos. Desde esta perspectiva, debería
ser un contexto muy negativo para la izquierda: en circunstancias
normales, sería un mensaje perdedor, pero estas no son circunstancias
normales.
Esta será una campaña en que el voto determinante se otorgará en contra. En esa pelea, los socialistas llevan las de ganar, porque su tarea esencial es hacer poco. La derecha ha optado por transmitir su mensaje de una manera intensa, elevando la voz, utilizando muchos calificativos de forma hostil, y eso concentrará voto alrededor del PSOE, máxime cuando Podemos está débil y Ciudadanos ha girado hacia posiciones duras. Las peleas entre los partidos de la derecha por ganarse a los votantes de su espectro ideológico han conducido a una escalada de la incorrección política que favorece a un PSOE que solo tiene que prestar un micrófono a Casado o Abascal para que su marco se imponga, ya que tanto exceso verbal convencerá a muchos indecisos centristas o izquierdistas para que otorguen su confianza a los socialistas. Sus rivales, al mismo tiempo, están convencidos de que si la campaña es presionante y agresiva, movilizarán a sus seguidores, y la suma de los tres les llevará al triunfo electoral.
En esa tensión por atraer al votante asustado se mueve nuestra política, lo cual es muy negativo. Cuando son las cualidades del rival las que impulsan el triunfo electoral, es porque no hay muchas ideas detrás del vencedor. Es mucho más una debilidad que una fortaleza, y contiene mucha más resignación que ilusión.
ESTEBAN HERNÁNDEZ Vía EL CONFIDENCIAL
Esta tesis es sostenida también desde otros ámbitos ideológicos e incluso aumentó su popularidad después de las elecciones andaluzas: Susana Díaz habría perdido porque el Gobierno Sánchez alejó de las urnas a los votantes socialistas con su postura en el tema catalán. Era una tesis endeble, en parte porque, si hubiera sido así, habría afectado poco a la expresidenta andaluza, precisamente la más hostil al líder socialista. Ahora sabemos que no es una tesis cierta, pero eso no significa que no continúe aplicándose.
Un marco superior
Cataluña no es tan decisiva en esta campaña como suele señalarse. Aparecerá con frecuencia, pero haríamos mal en situarla en el centro, porque no es más que otro instante, particularmente insistente, de una lucha discursiva superior en la que queda subsumida.
El
centro de la campaña de las derechas es el retrato de las debilidades,
las flaquezas morales, la ambición y la inconsistencia de Sánchez
Inútil, fútil y ciego
Esto nos suena porque lo hemos visto muchas veces antes. Por ejemplo, cuando Bush Jr. insistía en el carácter débil, endeble y ‘flipflopeante’ de Kerry, cuando se apelaba a las nefastas características personales del blando y torpe Zapatero, o al perfil maquiavélico de Rubalcaba o a los riesgos que acarrearía un Gobierno del musulmán Obama. Este tipo de estrategia política se popularizó en la era neocon, y en ella llevan mucho tiempo moviéndose las derechas. En el fondo, no es más que una estrategia actualizada y personalizada de las retóricas de la intransigencia que describiera Albert O. Hirschman, esas que señalan la inutilidad, la futilidad y la inconsistencia de las ideas de los rivales políticos, así como la ceguera y el ansia de poder de sus líderes.
Hoja de ruta: Cataluña no es más que un momento particularmente grave de la ineptitud y del ansia de poder de Pedro Sánchez
El marco de la izquierda
El PSOE ha elegido otro marco, también muy típico. El acto de presentación de la precampaña fijó un eje claro, el de la España del futuro frente a la del pasado, la que trata de salir adelante gracias a su mirada emprendedora, a su energía, a su ilusión y a sus ganas de cambiar las cosas, y que tiene que enfrentarse, para conseguir ese objetivo, a la España en blanco y negro, la que quiere regresar a tiempos oscuros, la que no ha evolucionado, la que está continuamente echando el freno a nuestros avances. Para representar esa España del porvenir, el PSOE recurrió a la ortodoxia progresista, y acompañó a su líder de una investigadora, una animalista, una feminista o un jubilado, exhibiendo la diversidad como el valor principal de ese nuevo país. Y todo con mucho corazón, como si Errejón les hubiera asesorado en la campaña.
La izquierda señala a sus rivales, el 'trifachito', como parte de las tinieblas de un pasado que regresa
El PSOE tiene la baza de la izquierda económica ganada con el Presupuesto no aprobado y las medidas que ha tomado o que ha planificado, lo que le deja margen de maniobra, y ha optado por moverse en esa suma de feminismo, ecologismo, tecnología y diversidad que ha sido su esencia en las últimas décadas, a la que otorga cohesión a través del hilo conector que ofrece la modernidad: se trata de ser un país adaptado a los tiempos, integrador, conectado y pujante. El problema para conseguir ese objetivo es la vuelta del franquismo.
Sentido y coherencia
Estos son los mensajes centrales a partir de los cuales se articulan todos los contenidos de esta campaña, los que dan sentido y coherencia a las diversas temáticas que irán apareciendo, desde Cataluña a la economía, pasando por cualquier otro asunto: la derecha señala como responsable de nuestros males a un ambicioso e inepto que haría cualquier cosa por seguir en el poder, lo cual es catastrófico para España, y la izquierda retrata a lo que llama el 'trifachito' como parte de las tinieblas de un pasado que regresa para atraparnos.
En esta
campaña, el voto determinante será el que se otorgue en contra. En esa
pelea, los socialistas llevan las de ganar por ahora
La lucha entre dos males
Esta será una campaña en que el voto determinante se otorgará en contra. En esa pelea, los socialistas llevan las de ganar, porque su tarea esencial es hacer poco. La derecha ha optado por transmitir su mensaje de una manera intensa, elevando la voz, utilizando muchos calificativos de forma hostil, y eso concentrará voto alrededor del PSOE, máxime cuando Podemos está débil y Ciudadanos ha girado hacia posiciones duras. Las peleas entre los partidos de la derecha por ganarse a los votantes de su espectro ideológico han conducido a una escalada de la incorrección política que favorece a un PSOE que solo tiene que prestar un micrófono a Casado o Abascal para que su marco se imponga, ya que tanto exceso verbal convencerá a muchos indecisos centristas o izquierdistas para que otorguen su confianza a los socialistas. Sus rivales, al mismo tiempo, están convencidos de que si la campaña es presionante y agresiva, movilizarán a sus seguidores, y la suma de los tres les llevará al triunfo electoral.
En esa tensión por atraer al votante asustado se mueve nuestra política, lo cual es muy negativo. Cuando son las cualidades del rival las que impulsan el triunfo electoral, es porque no hay muchas ideas detrás del vencedor. Es mucho más una debilidad que una fortaleza, y contiene mucha más resignación que ilusión.
ESTEBAN HERNÁNDEZ Vía EL CONFIDENCIAL
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