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viernes, 15 de marzo de 2019

UNO Y OTRO FEMINISMO

















“¿Qué es un hombre rebelde?”, se pregunta Albert Camus en el primer apartado de su libro L’homme revolté. 

 Él mismo de inmediato se da la respuesta:
“Es un hombre que dice no. Pero, si se niega, no renuncia. Es además un hombre que dice que si desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes durante toda su vida, juzga de pronto inaceptable una nueva orden…”. “Ese “no” afirma la existencia de unas fronteras…”. 

”En el pensamiento de Camus sobre la libertad, el rebelde -hombre o mujer- no es el revolucionario. Es sencillamente un rebelde, bastante más efectivo, coherente y consecuente que el revolucionario.

Estos días, la actualidad rebosa de alardes feministas.

¿Qué dice el PP del feminismo? ¿Qué dicen de él partidos como el PSOE, Ciudadanos, Podemos, Vox u otras facciones políticas de actualidad en España?

¿Qué dicen las ciencias del hombre? La antropología, la biología, la psicología…

¿Qué dicen del feminismo las mujeres? ¿Las que gritan hasta desgañitarse y las que, sin aspavientos ni modales energúmenos, se proponen a diario ser “mujeres” mal que pese a quien sea y amparando sus razones, no en el grito sino en el empeño diario por ser lo que tienen derecho a ser, “mujeres”?

¿Qué pienso y digo yo del feminismo?.

Cuando la actualidad -como digo- toca a rebato feminista y se habla de no sé cuántas asociaciones feministas de España, en plenos delirio y fervor, prestas a echarse a la calle o al monte para romper nuevas lanzas en favor de la liberación de la mujer, en la sin par barahúnda, me limito a distinguir dos clases distintas de feminismo: el feminismo sin mujer –“sans femme”- y el feminismo a favor de la mujer. Salvando los matices, no veo –en esencia- más que estas dos vías hacia la meta de las mujeres libres al lado y en pleno parangón con los hombres libres. Que conste que la idea de la mujer libre me suena mejor que la de mujer liberada, por razones que valdrían para otro ensayo en otro día.

El primero de esos dos feminismos -el sin mujer- es posmoderno; es decir, reductor, deconstructor, manipulador de la modernidad auténtica en la materia.

Anduvo la modernidad empeñada, desde la Ilustración y antes incluso, en defender la igualdad del hombre y de la mujer, en derechos y en deberes, en capacidades, en posibilidades reales, en oportunidades, contando lógicamente con las diferencias que derivan de la condición sexuada de cada uno. Era una lucha y cuestión de cambio de mentalidades, de empeño y valor, y, por lo mismo, de tiempo. 

Pero el curso y el signo de las cosas cambian -a mitad del s. XX, el de los extremismos y de las sombras, de las grandes luces y de las grandes cegueras- con el eco enorme derivado de la obra El segundo sexo de Simone de Beauvoir (Vea quien desee enterarse del tal eco el libro de Danièle Sollenave Castor de guerre (Gallimard Paris, 2008), que se inicia evocando una frase premonitoria de los Cahiers de jeunesse de la compañera de Sartre: “Je construirai une force où je me réfugierai à jamais”. Era la placenta del nuevo feminismo: el de destruir para construir de la nada.

Yves Charles Zarka es profesor de filosofía política en la Sorbona. En el editorial de la revista Cités (44/2010, número monográfico sobre “género y sexo” -Genre et Sexe: Nouvelles frontières-, pp. 3-6) y bajo el tiíulo de Un féminisme sans femme diseña el perfil de este tipo tan peculiar de feminismo. Como concluye el Editorial citado, “l’être bio-subjectif indifférencié, presénté comme support d’une subversión de la norme héterosexuelle et de la domination masculine, pourrait bien être lui-même le produit d’une ruse –ardid, amaño, añagaza, artimaña, artificio- du capitalisme, qui n’en est pas à son premier coup de maître, celle qui sous-tend la marchandisation des corps et en particulier du corps des femmes”. Así de claro y así de lógico y rotundo lo revela el Editorial.

Este feminismo –al que la revista llama “sin mujer”- es un constructo derivado de las modernas filosofías positivistas a ultranza, deconstructoras por principio, las que -especialmente desde Nietszche y Sartre a Jacques Derrida y Michel Foucault (este especialmente en el primer volumen de su Historia de la sexualidad, La volonté de savoir)- tratan de dejarse ver desde la “nada”; y que, más tarde y redando en su estela, desde el “lobby” feminista norteamericano, elabora –de la mano de feministas como la Judth Butler o la Monique Wittig-, lo que es, como acabo de decir, un “constructo” artificial, reconstructor y radical, no sólo al margen sino en contra de toda seriedad antropológica y científica; más dotado de valencias ideológicas y políticas que antropológicas y de un humanismo serio y sobre todo responsable.

Ante ello, y después de leer y sobre todo reflexionar obras y comentarios de feministas “sin mujer”, como por ejemplo “Défaire le genre” de la Judith Butler (Edit. Amsterdam Paris, 2016), cualquiera -con ojos en la cara o dos dedos al menos en la frente- bien se puede preguntar si el “feminismo” que vamos a ver en la calle y en todos los mentideros de la actualidad, hoy sobre todo, será el de este “bleuff” feminista, asido y atado a las manos de un capitalismo salvaje y tan cuidada y afanosamente servido estos días como bandera política de unas “izquierdas” montaraces y echadas al monte (no se olvide lo de Ortega cuando llama, en El Espectador, a la política “el imperio de la mentira” al tomar sistemáticamente “la utilidad por la verdad”).

O será tal vez ese otro feminismo –normal, lógico y encomiable- volcado todo él en favor de la mujer y de sus derechos y libertades, de sus posibilidades y oportunidades; reconociendo –como la ciencia antropológica actual más rigurosa y solvente científicamente reconoce- la condición sexuada –lo “sexual” en el hombre y en la mujer es diferente de esa previa condición “sexuada”- de la “humanidad”, y afirmándola una, igual y diversa, pero sin que esto último rompa lo primero sino que lo enriquezca, lo madure y lo lleve al logro de un “destino” humano complementario y fecundo en todos los órdenes, desde el físico al psíquico, intelectual y moral, ético y aún estético?

Y me preguntaría también si, cuando algunos políticos –de Podemos concretamente e incluso del Psoe- se llenan la boca estos días pregonando los fastos del “feminismo” y dicen ser partidarios de una “España feminista” en ese sentido “bleuff” indicado –como lo vienen diciendo- a cuál de estos dos feminismos se están refiriendo; si al feminismo “sin mujer” –artificial, abstracto, de laboratorio- o al que –por ejemplo- Chesterton, en uno de los pasajes de análisis de “la guerra de los sexos”, alude rotundo con estas frases punzantes: ”Creo firmemente en la igualdad de los sexos y, más aún, estoy de acuerdo que usar a la mujer como un ídolo de madera es tan perverso como el usarla como escoba”.

Añadiendo que “en interés de la igualdad debo decir que dudo que el mero igualamiento en los deportes y en los empleos vaya a llevar muy lejos. Nada lleva con tanta seguridad a la desigualdad como la identidad. Una mera pelea entre los sexos para saber quién será mejor maderero, sastre o soldado, es posible que acabe en una subordinación de las mujeres infinitamente más grosera e inhumana que la que ha deshonrado al mundo hasta ahora” (Ver El amor o la fuerza del sino –Rialp Madrid, 1995, pp. 110 ss., y especialmente pp.128-129). Al cien por cien estoy de acuerdo con este feminismo libre de ataduras ideológicas, capitalistas y políticas indeseables en cuestiones como esta.

He de resaltar, siguiendo rutas de lógica y casi sólo para que se vea hasta dónde pueden llegar la idiotez o la estupidez humanas, o las cegueras fanáticas, y hasta la frecuente ingenuidad de creer que todos los demás son imbéciles menos uno mismo, lo que, hace muy pocos días, se pudo oír de labios nada menos que de una ministra del gobierno actual: que -en un juicio- la palabra de una mujer ha de valer más que la de un hombre. 

Se limitó a afirmarlo y se quedó tan pancha como si hubiera descubierto una nueva estrella a millones de años luz ¿Qué razones tiene para decir una tal “boutade” la Sra. vice-presidenta en funciones ya, gracias a Dios? Que conste que aún no he dejado de frotarme los ojos tras oír semejante salida de pata de banco.

Del mismo modo, me cargaba también de estupefacción al oír, estos días pasados al escuchar a la candidata de una partido a una alcaldía –la de Avila concretamente-, la cual –cargada al parecer con una pasada condena judicial a 30 años-, al recordársele este pasado, se suelta diciendo que es un “linchamiento” e incluso –y esto es lo estupefaciente- que eso se debe a que es mujer; cuando la verdad es que eso se le reprocha –en estos tiempos y en cualesquiera otros- a cualquiera que estuviera en su mismo pellejo, fuera hombre o mujer. 

¿Es que no lo estamos viendo todos los días al comprobar los navajazos que se dispensan los políticos, unos a otros? Lo que pasa -creo yo- es que hay veces que a algunos los dedos se les vuelven huéspedes, como se dice, y que –en esta desmelenada marejada feminista- hay quienes parecen haber encontrado en lo de machismo/machista una coartada para evadirse, como si nada hubiera pasado, de lo que en todo ser humano –sea hombre o mujer- es censurable.

Me parece del todo claro que ser mujer no puede ser o convertirse -por obra y gracia de estos feminismos radicales y excluyentes- en patente de corso para todo lo habido y por haber. Perjudicaría más que beneficiaría a la causa justa de la libertad de la mujer.

Dignidad; igualdad dentro de la variedad y la diversidad; justicia; respeto y verdad por encima de todo y para todos en unas exigencias de justicia distributiva recta y clara; privilegios sin embargo y baratas patentes de corso, para nadie, ni hombre ni mujer. No estará de más recordar al respecto en que andamos el dicho de que “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Yo –siendo aficionado a la pesca- añado que “a río revuelto” es indecente pescar.

Acabo de comprar un libro que aún no he terminado de leer. Es de una feminista francesa, Manon Garcia se llama ella y el libro se titula On ne naît pas soumise, on le dévient (Flammarion Paris 2018). 

Estoy de acuerdo –aún sin haberlo leído y sobre todo digerido- en que este título –él solo- vierte luz sobre este campo de minas en que nos vemos metidos. No comparto para nada la idea de Simone de Bouvoir, de que “la mujer no nace sino que se hace”. Creo más bien que -como todo viviente, ser evolutivo y en desarrollo- la mujer nace y se hace; y que precisamente en ese hacerse mujer para ejercer de mujer y ser rebelde en el sentido que da Camus a esta palabra si ello hace falta para serlo de verdad, residen la condición y el destino de cualquier mujer que se precie de tal.

Y algo parecido diría respecto de la ley llamada de “violencia de género”. Como jurista no la puedo defender incondicionadamente, porque es discriminatoria y, en cuanto discriminatoria, injusta. 

Un mismo hecho si lo realiza un hombre es vitando e incluso delito y ese mismo hecho realizado por una mujer no es nada: no me cuadra con la justicia en la mano y por muchas leyes que digan lo contrario. 

¿Acaso no hay leyes injustas? ¿Acaso las “buenas intenciones” libran del infierno? 

Defender a la mujer y su dignidad igual a la del hombre, a tope!. Pero sin hacer de menos a otros y sobre todo sin discriminar a nadie para auparlas a ellas. Sería tan injusto como lo ha sido históricamente, en muchos ambientes y culturas, rebajar a la mujer del lugar humano que le corresponde sólo –y antes que otra cosa- por ser mujer. 

Recuerdo a este concreto respeto lo que dice el propio Chesterton en materia de justicia: “Qué es justicia abstracta? Personalmente he de decir que no tenemos ni idea de lo que es, excepto que en la misma proporción en que se hace abstracta se hace injusta” (cfr. El amor o la fuerza del sino, ya citado, pag. 125)

Don Gregorio Marañón, en su Prólogo al libro Los celos, de F. Rodríguez del Castillo (San Sebastián 1946), en un momento dado y tras dejar bien patente su criterio en una materia tan fluida y compleja como son las celotipias, dice lo siguiente: “Ya sé que mis afirmaciones levantarán muchas protestas. Estoy acostumbrado a oírlas y a esperar, cuando creo tener razón y ahora creo tenerla”

Y que conste. No dejaré nunca de defender el feminismo que sea a favor de la mujer; no para deconstruirla ni para divinizarla hasta hacerla de cartón-piedra, es decir, artificial o absurda como pasaría si del hombre y de la mujer nos fiamos del constructo que nos brinda hoy este feminismo mercantilizado y sobre todo politizado.

Entre los muchos casos que conozco de malos tratos a la mujer, realzo para cerras estas reflexiones el de una de ellas –Rosa se llama; la cual -la primera vez que su marido intentó pegarle- se encaró con él y le dijo rotunda: “Si me tocas, te mato”. Y allí se acabó la pesada broma.

Estoy convencido, mis buenos amigos, de que al reto de la libertad nunca se le responde adecuadamente con el miedo a la libertad. Hay veces que el precio de la libertad es tan alto que puede abrumar luchar por ella. Pero hay que hacerlo para salvar al menos la dignidad. 

Volvamos de nuevo los ojos al apunte del comienzo, al hombre o a la mujer rebelde de Albert Camus. No se debe olvidar que por este libro y por este título rompieran su amistad Camús y Sartre. Todo un indicio de mucho. Ser rebelde –insisto- no es ser revolucionario. Estoy convencido que llegan mejor a sus metas los rebeldes que los revolucionarios. 

Y no lo digo yo solo; lo dicen muchos más y con mayor sentido de la Historia humana que yo. Estudien a pensadores como Ortega y Gasset, por ejemplo, y lo verán. Ni la Revolución Francesa –a pesar de su aureola- fue, con la Historia en la mano- lo que sus forofos dicen que fue. En lo que tuvo de rebeldía, muy bien; pero en lo que tuvo de terror, un desmentido de sí misma. 



                                      SANTIAGO PANIZO ORALLO Vía blog CON MI LUPA

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