Mónica Bellucci
UNA encuesta de El País ha evidenciado el axioma. El primer motivo de la inseguridad de las mujeres es su peso. Estar gorda o flaca preocupa les más que su situación laboral o el pecho. (A los hombres les desvela primero el sueldo y luego la calvicie). Y ninguna organización, de momento, ha organizado una marcha ni se ha puesto en huelga contra el régimen. (Ejem).
A nadie se le escapa que una parte importante de la izquierda se toma la huelga del 8M como una respuesta a la manifestación constitucionalista que se celebró en Colón el 10 de mayo. En cualquier caso el PSOE y Podemos sacarán pecho por la movilización y harán comparaciones odiosas sin tener en cuenta que solo hubo unos días para organizar la concentración de Colón y los casi inagotables recursos económicos y mediáticos de los que dispone el feminismo militante.
La única aspiración de muchas mujeres el 8M es que les dejen ser como les dé la gana. Solteras, presidentas de banco, amas de casa, de izquierdas, de derechas, hasta gilipollas si eso les hace ilusión. ¿Feministas? No hay mujer que no lo sea. ¿Esquirolas? Por supuesto. ¿Delgadas? Of course. ¿Y gordas? Veremos.
En El primer sexo (2002) que pronto editará Homo Legens en España, el periodista conservador Eric Zemmour advierte sobre las negativas consecuencias que el triunfo del tan ensalzado hombre feminizado acarreará a la sociedad. «Hoy en día, las jóvenes, siempre al borde de la anorexia, se fabrican un cuerpo de chico para complacer a los diseñadores homosexuales, a los cuales no les gustan las mujeres, pues las consideran simples "perchas" y las aterrorizan por algunos gramos de más, algunas onzas de redondez, de blandura, de feminidad que no quieren ver. El esnobismo mimético de los hombres -tener la mujer que probará a los demás hombres que han triunfado, como si fuera un bonito coche deportivo- los empuja a desear a esas mujeres. Y así la batalla de las élites está ganada. En cambio, tal y como observa(ba) Lagerfeld, siempre tan agudo, el hombre de la calle resiste. Él sigue deseando el "buen trasero" de Jennifer López, las redondeces de Sophie Marceau o Mónica Belluci».
Y ese hombre de la calle no es evidentemente el hombre feminizado que mañana se apuntará a la huelga de las mujeres de las élites. [En las fábricas pocas harán huelga].
La verdad es que basta ver el ocaso del feminista Trudeau, finalmente tan corrupto como el del volquete de putas, para saber que este feminismo solo es un negocio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario