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viernes, 29 de marzo de 2019

LAS TRAMPAS DEL VOTO ÚTIL




























Primera providencia: a los españoles les encanta votar. En su virtud, la campaña electoral se anticipa todo lo que puede a través de la precampaña, que es algo tan redundante como el preaviso o el precontrato. 

En el caso de la actual precampaña, a los partidos parlamentarios ya establecidos se añade un recién llegado, un raro monosílabo latino: Vox. Tan novedoso es que el PP, partido que se considera de gobierno y cuyo presidente nos hace creer que es el "líder de la oposición", difunde por todos los medios la oferta del "voto útil". 

Dada la inmoralidad de tal gesto, al menos lo concentra en la utilidad del voto para las provincias pequeñas. Se dirige sobre todo a los posibles votantes de Vox para decirles que su papeleta no va a servir de nada, que va a ir a la basura y que mejor será reconvertirla directamente y dar el voto al PP. Vergüenza ajena da contemplar un gesto tan poco democrático.

Pero sucede que una gran proporción de los actuales voxeros en su día fueron peperos. El cambio se produjo porque el PP, aun estando en el Gobierno, no cumplía sus expectativas. Por ejemplo, aun teniendo la mayoría absoluta, no fue capaz de detener la política de inmersión lingüística en Cataluña o de anular la desgraciada ley de memoria histórica. 


Así pues, la reacción de muchos posibles votantes de Vox ante la solicitud del voto útil por parte del PP es sobremanera enérgica: hay que reforzar a Vox. Razonan así: Vox no es un partido de poder como el PP o el PSOE, al menos no lo es todavía. Es un partido de testimonio, de voz; de ahí su nombre. No interesa tanto ganar como de conseguir el mayor número de votos para que se note su presencia.

La salmodia del "voto útil" por parte del PP dirigida a Vox lleva a una tensión artificial entre los dos partidos emparentados. Podría ser algo natural, puesto que la política es también confrontación. Pero lo malo es que, tal como están las cosas, después del escrutinio del 28 de abril, PP y Vox habrán de entenderse, colaborar, pactar. Así que mal camino de resentimientos es este del "voto útil".

Dado que Vox se trata de un partido nuevo, es lógico que despierte tantos prejuicios, tanto negativos como positivos. Esto es, el observador intenta clasificar un hecho nuevo con la experiencia acumulada del pasado. Así que la reacción espontánea de muchas personas, movidas por la propaganda, es la de clasificar a Vox como algo que parezca conocido: un partido neofranquista, de extrema derecha, ultra, violento. Claro está, todo eso son romances, prejuicios negativos para no tener que pensar.

En una campaña electoral hay una prima indirecta para los candidatos que pertenecen a los partidos establecidos, sobre todo a los que ostentan cargos públicos en cualquier nivel (internacional, nacional, regional, local). Este no es el caso de Vox, al ser por el momento un partido extraparlamentario. Esa situación supone, por ejemplo, que a sus candidatos les sea más difícil el acceso a las facilidades públicas para locales u otros servicios públicos. 


En la campaña electoral, los partidos establecidos (gobiernen o estén en la oposición) lógicamente encuentran más oportunidades para conseguir sus escaños en el Parlamento. Pero, por lo mismo, también puede suceder que obtengan menos escaños de los que poseen. En cambio, Vox, al partir de cero diputados, con tal de que consiga uno pocos, incluso uno solo, ya habrá triunfado psicológicamente, al menos en la moral de los afiliados. Es claro que pasar de no tener nada a tener algo se ve como una hazaña, una irrupción en la arena política. Hay docenas de partido que no la consiguen.

Un elemento gratis de propaganda electoral es la bandera de España. Aunque pueda parecer increíble, casi todos los partidos han sido renuentes al utilizar la bandera nacional en los mítines y manifestaciones. Lo que distingue a Vox es que desde el primer momento no escatimó el gasto de que ondeara una profusión de banderas de España en sus actos públicos. Tal ha sido su éxito que ahora casi todos los demás partidos se han percatado de la utilidad de ese elemento simbólico. Algo parecido se puede decir del himno nacional.

El hecho de que Vox sea un partido extraparlamentario quiere decir que no recibe dinero público para sus gastos. De ahí que fuerce la figura del afiliado o simpatizante que aporte su óbolo al partido. La consecuencia es que de esa forma se consigue una masa de adictos muy comprometida, cosa que es menos perceptible en los partidos establecidos. La masa de fieles simpatizantes hace que la intención de voto se transmita de boca a boca. Es el mejor sistema de propaganda. Es sabido que la probabilidad de que una persona vote a un partido se determina porque así lo hacen las personas con las que más se relaciona.

La gran ventaja de Vox es que se habla mucho de tal partido, aunque no tenga mucha historia. Su gran inconveniente es lo mal que se entiende con sus parientes, PP y Ciudadanos. Ya se sabe que, en los conflictos personales, los que se dan entre parientes resultan particularmente enconados.



                                                     AMANDO DE MIGUEL  Libertad Digital

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