Podría sumarme a la colección de exégetas volcados en especular sobre las posibles combinaciones de gobierno, sin embargo hoy prefiero resaltar un hecho que no por reiterado deja de ser llamativo: ninguno de los tres candidatos derrotados a la jefatura del Gobierno ha anunciado su dimisión. Ni Sánchez, ni Iglesias, ni Rivera lo han planteado, de manera que sus organizaciones partidarias no se van a sentir espoleadas para debatir sobre nuevos liderazgos y programas. Todas las responsabilidades se encubrirán con declaraciones huecas o altisonantes y con el recurso al expediente de que los culpables del fiasco son otros, sean los pensionistas o los más jóvenes que prefirieron las playas o las hogueras de San Juan. En fin, lo de siempre, como manifestación de la decadencia política e institucional de España que sigue su curso inexorable hacia no sabemos qué.
Para la parte del pueblo español que esperase horizontes prometedores será una decepción constatar la falta de gallardía de esos líderes
Decepción y seguir al tran tran
Por supuesto, para la parte del pueblo español que esperase horizontes prometedores será una decepción constatar la falta de gallardía de esos líderes, enrocados en sus puestos como dignos continuadores de las prácticas políticas que algunos de ellos tanto han criticado. Así es la realidad y deduzco que el conjunto del país se encogerá de hombros con una preocupación perfectamente descriptible sobre la formación de gobierno, deseando que el que se forme no incordie demasiado. Me atrevo a vaticinar que será así, porque la vida parlamentaria adolecerá de la languidez instaurada desde mayo de 2010 cuando se empezó a gobernar por Decreto-Ley, aunque esta vez por razones distintas, ya que en este Parlamento tendrán poca cabida las iniciativas legislativas urgentes o complicadas.
El conjunto de la derecha española ha buscado seguridades y refugio bajo el manto no tanto del PP como de Mariano Rajoy, que es el principal activo de ese partido y el tuerto en el país de los ciegos de la política española. Eso sí que es un fenómeno digno de estudio para sociólogos y politólogos, aunque tampoco tiene demasiados secretos si se observa que frente a él lo que abundaban eran los pesos plumas y una extrema liviandad acerca de cómo gestionar el poder público. Es cierto que dada la deriva de la política española en la que, con el paso del tiempo, han ido recalando gentes mediocres e inexpertas, salvo escasísimas excepciones, no se podían esperar proyectos ambiciosos y trabajados sobre el porvenir de la nación. Así que, en tales circunstancias, el actual jefe del Gobierno se ha llevado el gato al agua para una larga temporada. Y contará además con el beneplácito de Berlín que bastante tiene con administrar ahora las banderillas negras que han clavado los ingleses en la Unión Europea para permitir que el toro ibérico se le desmande, por causa de exigencias desmesuradas en materia de déficit. Vista gorda y a seguir tirando.
Nadie asume su derrota y se daña la democracia
Los partidos más cercanos al Gobierno, llamados constitucionalistas, han quedado huérfanos de liderazgo y malparados en su representación parlamentaria. No obstante, Sánchez y Rivera no sólo no han dimitido, sino que se permiten baladronadas en relación con la hipotética formación de Gobierno por parte de Rajoy, con lo que pretenden encubrir su fracaso y distraer a sus organizaciones de lo fundamental que consiste, en mi opinión, en que carecen de alternativas al Ejecutivo actual. De todas maneras, creo, tal como apunté en mi comentario de la semana pasada, que ambos líderes terminarán haciendo su viaje a Canossa, alegando justificaciones variadas, excepto la principal, su derrota.
La desilusión de sus seguidores aumentará en la medida en que se compruebe que la ventana de oportunidad abierta con las elecciones ha sido malbaratada
Tampoco ha dimitido el capitán de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, al que parte de las huestes del Partido Comunista han dejado en la estacada, además de aquellos votantes de Podemos que no se han sentido motivados para votar de nuevo. Lo de los comunistas era fácil de prever, teniendo en cuenta que siempre se han negado a perder su identidad, por lo que parece mentira que ese reputado politólogo no haya caído en el detalle de considerar el fervor religioso de los comunistas sólo comparable al de los cristianos en la antigua Roma. Es verdad que han mantenido la misma fuerza parlamentaria, pero eso resulta un consuelo vano, porque la desilusión de sus seguidores aumentará en la medida en que se compruebe que la ventana de oportunidad abierta con las elecciones ha sido malbaratada por la falta de proyectos capaces de generar ilusión entre sus votantes y de vencer la resistencia de los comunistas.
En fin, para pronosticar lo que pueda venir, conviene tener presente que las tres minorías más importantes de las Cortes, después de la del PP, están sumidas en el desconcierto, circunstancia que no se superará si sus líderes se mantienen aferrados al sillón y no abren las ventanas para que sus partidos se dediquen a renovar su discurso y a desechar las querellas internas y banderías personales que únicamente conducen a la decadencia o a la marginalidad. Mal asunto para los que desean una democracia digna y de mejor calidad que la que tenemos.
MANUEL MUELA Vía VOZ PÓPULI