La imitación de María es
una preciosa y fecunda tarea que debemos llevar a cabo siempre, pues es el
mejor camino para imitar a Jesucristo y hacer lo que Dios quiere. La vida y las
obras de nuestra Señora han de ser el espejo y la norma para nuestros
comportamientos.
Un
pequeño grupo de matrimonios, deseosos de aprovechar el año de la misericordia,
decidimos peregrinar hasta Zaragoza para visitar a la Virgen María, manantial
del amor hermoso, o sea, de la acción amorosa o misericordia; para que nos
inspirara y nos enseñase a ser misericordiosos con su ejemplo, con su gracia y con
su intercesión por nosotros ante el Señor.
Iniciamos
nuestro viaje en Madrid y, una mañana de sábado radiante, nos encaminamos hacia
Zaragoza en tres coches. Previamente habíamos dedicado un par de reuniones a
compartir nuestras ideas sobre lo que es la
misericordia y su operatividad, concluyendo que es un atributo de la naturaleza divina que se manifiesta cuando Dios, que
es Amor, actúa exteriormente; tanto cuando crea de la nada al hombre, como
cuando, tras su caída en desgracia por su desobediencia, lo redime y lo libera
del pecado perdonándolo por su gracia. Dios es bueno, es misericordioso eternamente,
antes y después de que Adán y Eva pecaran. Dios libera a la humanidad de su
miseria pecaminosa mediante su amorosa Misericordia.
Con
estas ideas bien aprendidas llegamos a la Basílica de Nuestra Señora del Pilar
de Zaragoza y nos aprestamos a venerar a la Santísima Virgen María, madre y
manantial de misericordia. Tras hacer una minuciosa visita a la Basílica, nos
arrodillamos ante María que, con sus ojos misericordiosos nos miraba
atentamente desde lo alto de su columna, y le agradecimos profundamente a
nuestra Señora que se apareciera allí mismo, en carne mortal -porque todavía no
había muerto-, a consolar y a fortalecer al apóstol Santiago en la difícil
tarea de cristianizar a los ásperos hispanos. Recordamos gozosamente que, en su
milagrosa aparición, la Virgen le ordenó a Santiago que allí, a la vera del rio
Ebro, le construyera un templo en su honor (el primero que habría en el mundo),
pues así se lo había mandado su hijo Jesucristo, para que fuese venerada
permanentemente.
Allí,
en la pequeña capilla de la Virgen, le pedimos nuestra renovación y conversión
espiritual; y también que nos ayudara a
cumplir el mandato de que amáramos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo
como a uno mismo. Además le pedimos que intercediera por nosotros ante su
divino Hijo para que nos concediera Su amor misericordioso a lo largo de
nuestra vida. Después rezamos un fervoroso rosario a nuestra Madre celestial y
le pedimos la gracia de que nos hiciera más misericordiosos y comprensivos con
nuestros prójimos. Finalmente asistimos a la celebración de una misa en la
misma Basílica.
Posteriormente
hicimos una breve visita turística a Zaragoza y, finalmente, entramos a un amplio
restaurante. En uno de sus salones conversamos tranquilamente y, en una fecunda
puesta en común, compartimos las impresiones y las consecuencias de nuestra peregrinación
a la Basílica de nuestra Señora del Pilar.
La
principal conclusión de nuestra
fructífera conversación fue la necesidad
que tenemos de una conversión espiritual asimilándonos poco a poco a la
Santísima Virgen, en la que confiamos como modelo, pues ella siempre
encamina hacia Dios: María es la Madre del amor hermoso y del conocimiento y de
la santa esperanza misericordiosa.
Desde
luego, para nuestra renovación espiritual, para convertirnos en "hombres
nuevos", acudiremos a nuestra Señora
y Madre de Misericordia pidiéndole que nos oriente y nos ayude para hacer siempre
la voluntad de Dios, imitando en lo posible a nuestro señor Jesucristo. Sin
embargo, no nos atrevemos a fijarnos altas metas espirituales sin contar con el
ejemplo y la protección de María quien, como excelente discípula de su divino
Hijo, con quien convivió más de treinta años, hasta lograr imitarle perfectamente,
como un fiel modelo de Evangelio viviente. En resumen, estamos convencidos de que la imitación de María (que siempre
estuvo unida espiritualmente a Dios) es
una factible meta a la que debemos aspirar, pues es el mejor camino para imitar
a Jesucristo y, en lo posible, unirnos con Dios.
Al
día siguiente, domingo, emprendimos el regreso a Madrid, pero lo hicimos
pasando por Ágreda (Soria); pues para
hacer factible nuestro propósito de imitar a nuestra Señora creemos que hay que
contar necesariamente con la ayuda de un medio seguro: el libro de la Vida de la Virgen María, que es una
extensa, minuciosa y verídica historia revelada en el siglo XVII por la propia
Virgen a la vidente María de Jesús de Ágreda, una modesta monja de clausura en
su convento de MM. concepcionistas. El libro se titula Mística Ciudad de Dios.
Cuando
llegamos a Ágreda nos dirigimos al convento de las monjas concepcionistas, pues
queríamos adquirir algunos ejemplares del citado libro, para que todos los
miembros de nuestro pequeño grupo de matrimonios tuviésemos un ejemplar del
mismo. En el recoleto convento visitamos la iglesia y adquirimos los libros que
necesitábamos, pero también nos llevamos una gratísima sorpresa: la superiora
del convento y unas cuantas monjas accedieron gustosamente a charlar un rato
con nuestro pequeño grupo de matrimonios en un acogedor salón. Las monjas
estaban situadas tras una gran reja metálica, donde comenzaba su clausura.
El objeto principal de esa charla fue el de conocer la espiritualidad en que se
fundamenta el comportamiento vital de esas monjas concepcionistas. Por supuesto
se basa siempre en el cumplimiento de las reglas de su orden; pero su
comportamiento está orientado y dirigido, con fecunda sencillez y humildad, por
la imitación de la Virgen María, ya que
ella conduce a la verdadera luz, a la perfección, a la unión con Dios. En esa
imitación ellas copian, con la predisposición y la gracia de cada una, los
comportamientos y las virtudes de nuestra Señora, que se detallan en la
historia de su vida, que se revela en la Mística
Ciudad de Dios.
En
ese rato de fecunda charla -edificante por su hondo y práctico contenido
espiritual-, les hicimos a las monjas de Ágreda muchas preguntas, que
contestaron amablemente: nos dijeron
que la Virgen se complace mucho cuando un cristiano pone su confianza en Dios
dado que, como asegura el salmo 145, "el
Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor. El Señor
es bueno con todos, es compasivo con todas sus obras".
Además,
hay que tener en cuenta que nuestra Señora, la dispensadora de los tesoros de
misericordia de su divino Hijo, no se olvida nunca de las miserias y de la pobreza
de los hijos de Eva y, dado su amor misericordioso, pide incesantemente por
todos los humanos, por la Iglesia y para que los frutos de la Redención y la
Pasión de Jesucristo sean eficaces para la salvación de todos los hombres.
También
nos dijeron esas admirables monjas que María santísima, haciendo siempre la
voluntad de Dios, acabó convirtiéndose en una fiel estampa o imagen de su Hijo
santísimo. Por lo tanto nos aconsejaron que
nos hiciéramos un memorial de todo lo que la Virgen obraba, para que
debidamente adaptado a cada persona, nos sirviera de orientación práctica cuando
la imitemos en nuestros quehaceres y en nuestras oraciones cotidianas.
En
esa imitación, podemos estar seguros de que María no nos dejará nunca solos, pues actuará siempre como nuestra maestra
y nuestro amparo. En fin que, con la confianza de hijos amados, debemos
pedir a nuestra Madre de Misericordia que nos ayude a imitarla en su vida de
oración, de humildad, de fidelidad, de sacrificio y de sencillez que compartió
con Jesucristo, especialmente en su muchos años de convivencia hogareña en
Nazareth.
Cuando
terminamos la fecunda charla con las monjas concepcionistas y salimos del
convento a la calle, nos pareció que aterrizábamos en Ágreda provenientes de
otro mundo, superior y extraterrestre. Entonces, absortos en nuestro ensimismamiento
reflexivo, notamos que nos invadía la ansiedad y que deseábamos finalizar
nuestra peregrinación regresando lo antes posible a Madrid, para abrir el libro
Mística Ciudad de Dios y adentrarnos en
la lectura de la excelsa y ejemplar vida de la Virgen María.
JOAQUÍN JAVALOYS
Muy bonito pero muy pocA INFORMACIO HIJOS DE SU MAMA
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