Las encuestas tienden a converger a medida que se aproxima la fecha electoral, pero suelen ofrecer datos mucho más dispares cuando faltan varias semanas para la votación
Los líderes de Ciudadanos, Inés Arrimadas (i) y Albert Rivera. (Reuters)
Entre el domingo y el lunes, se han publicado al menos 10 sondeos preelectorales en
distintos medios de comunicación, realizados por empresas distintas y
con metodologías diferentes. Lo más llamativo es la extraordinaria semejanza de las estimaciones de voto.
Las diferencias en los porcentajes que se atribuyen a cada partido son
microscópicas, en un rango que no supera los dos puntos (lo que entra
por completo en el margen de error estadístico de este tipo de
trabajos).
Todas las encuestas sitúan al PSOE entre el 27% y el 29%; al PP, entre el 19% y el 21%; a Ciudadanos, entre el 10% y el 12%; a Unidas Podemos, entre el 11 y el 13%; a Vox, entre el 9% y el 11%, y a Más País, entre el 4% y el 5,5%. Esto es extraordinario por inusual. Las encuestas tienden a converger a medida que se aproxima la fecha electoral, pero suelen ofrecer datos mucho más dispares cuando faltan, como es el caso, varias semanas para la votación. Así pues, descartada la hipótesis de una conjura de todos los encuestadores y sus respectivos clientes para elevar a unos partidos y hundir a otros, parece razonable suponer que la situación actual en cuanto a los votos es básicamente la que se muestra, sin perjuicio de que evolucione en las próximas semanas.
Otra cosa es la atribución de los escaños. En esta ocasión, IMOP y El Confidencial no hemos acompañado nuestra estimación de voto de un cálculo de escaños porque la presencia de una sexta fuerza nacional (Más País) —que, en el momento de publicarse la encuesta, ni siquiera había precisado en qué circunscripciones y con qué alianzas se presentará en cada una de ellas— introduce un elemento de incertidumbre excesivo en una fase tan temprana. Ello no excluye que en futuros sondeos sí ofrezcamos ese cálculo.
En nuestro sistema electoral, los porcentajes globales de voto proporcionan una orientación sobre cómo quedaría la composición del Congreso si las elecciones se celebraran en este momento. Pero lo decisivo es el reparto de los escaños, y este se hace provincia a provincia. El sistema opera de una forma específica en cada circunscripción, en función de dos variables principales: a) cuántos escaños se reparten en cada una, lo que afecta a la proporcionalidad; b) cuántas fuerzas políticas compiten en cada territorio.
Tomando como base la estimación de resultados de IMOP, es posible hacer una primera aproximación al posible baile de los escaños el 10 de noviembre si ese fuera el resultado final.
En España hay 52 circunscripciones (incluyendo Ceuta y Melilla). Solo en 17 de ellas se reparten siete o más escaños, que es la barrera que Errejón ha fijado para presentar candidaturas sin perjudicar al bloque de la izquierda.
En realidad, los votos de Errejón sí harán daño a la izquierda. Muchos de ellos se perderán. En las nueve provincias que reparten siete u ocho escaños, la probabilidad de que la sexta candidatura obtenga uno de ellos es pequeñísima. En todas ellas, el último escaño se adjudicó el 28-A con porcentajes superiores al 13%, y lo lograron como máximo cinco partidos. Habitualmente, incluso la quinta lista tiene dificultades para entrar en el reparto salvo en casos de extrema fragmentación. Si se cumple la previsión de que esta vez el voto será más bipartidista, en esas provincias Más País (o Más-como-se-llame en cada sitio) quedará fuera.
Las probabilidades de Errejón de obtener escaños con un resultado global próximo al 5% (lo que supondría más de un millón de votos) están claramente delimitadas. Es verosímil que obtenga tres o cuatro escaños en Madrid; dos o tres en la Comunidad Valenciana, que no serían suyos sino de Compromís; podría obtener alguno en Murcia, donde se ha quedado con buena parte del aparato de Podemos, y podría soñar con sacar algo en las dos grandes provincias andaluzas, Sevilla y Málaga, pese a la fortaleza del PSOE y a su nula presencia en Andalucía. Tirando por arriba y en el mejor de los casos, 10 escaños conseguidos en cuatro o cinco provincias. Lo demás quizá le sirva para aproximarse al 5% nacional que le permitiría formar un grupo parlamentario, pero se perderá para la izquierda a efectos de asientos en el Congreso.
A la vista de las encuestas, la clave de estas elecciones es el nivel que alcance el PP en su subida. Sobre todo, para el PSOE. Tan importante es el porcentaje que consiga el ganador como la distancia que lo separe del segundo. El PSOE logró 123 escaños con un modesto 28% porque abrió un foso de 12 puntos respecto al PP, gracias a la fragmentación de la derecha en tres porciones de parecido tamaño. Ello permitió a los socialistas quedar en primera posición y llevarse la prima del ganador en muchas provincias medianas y pequeñas de mayoría conservadora.
En abril, los dos bloques ideológicos empataron en votos, pero la izquierda ganó claramente en escaños. Ello ocurrió porque el PSOE concentró dos tercios del voto de la izquierda, mientras el PP solo agrupó al 39% de los de la derecha. Sin necesidad de alterar la relación de fuerzas entre los bloques ni de que el PSOE descienda, basta con que el PP concite al 50% o más de los votantes de la derecha para que el baile de los escaños cambie por completo, especialmente en las provincias medianas y pequeñas del centro peninsular. Si tal cosa ocurriera, en los mapas de la noche electoral que señalan al ganador de cada provincia veríamos crecer el color azul en esa parte del país.
Si se confirmara lo que muestran las encuestas, el gran seísmo en la distribución de escaños vendrá del hundimiento de Cs
Por eso, la obsesión de los estrategas del PSOE en esta campaña no es solo mantener o aumentar su propia fuerza, sino contener en todo lo posible la subida del PP para mantener una distancia de al menos ocho o 10 puntos entre el primero y el segundo. Como Ciudadanos parece casi desahuciado, Ferraz confía en que Vox resista. Y la mejor forma de ayudarle a hacerlo es intercambiar ataques con Abascal y los suyos: en los manuales se llama 'el adversario de referencia'.
Pero si se confirmara lo que muestran las encuestas, el gran seísmo en la distribución de escaños vendrá del hundimiento de Ciudadanos. En abril, el partido de Rivera, de forma inteligente, concentró su esfuerzo de campaña en las provincias de tres, cuatro y cinco diputados. El plan era asegurar en ellas la tercera posición y aproximarse a los dos primeros lo suficiente para lograr el último escaño: en las provincias de tres, un reparto 1-1-1. En las de cuatro, un 2-1-1. En las de cinco, un 2-2-1. El objetivo se cumplió y la cosecha fue abundante: 57 escaños con algo más del 15% del voto.
La mayor parte de esos escaños salen a subasta el 10 de noviembre. Y de ellos se nutrirán los dos grandes, fundamentalmente el PP. Hay 35 circunscripciones con seis o menos escaños. En ellas se elegirá a 145 diputados y 136 senadores. Allí no se presentará Errejón, lo que permite afinar el cálculo de los escaños. Veamos lo que sucedería aplicando el modelo habitual de cálculo de escaños a partir de la estimación de voto de IMOP:
Como se ve, lo de Ciudadanos sería una verdadera carnicería de escaños en las provincias pequeñas: 19 diputados extraviados, a sumar a los que perdiera en las circunscripciones grandes. En 18 de las 35 provincias, el partido de Rivera perdería su representación en el Congreso. Lo que le encumbró en abril puede hundirle en noviembre.
En esas provincias, el PP ganaría 13 escaños, todos ellos procedentes de Cs salvo el de Álava, que se lo quitaría a Bildu. El PSOE ganaría cinco, también procedentes de Ciudadanos, para compensar lo que le reste la fragmentación de la izquierda en los grandes distritos. Incluso Vox se beneficiaría del naufragio naranja, con cuatro escaños más.
Por otro lado, la subida del PP le permitiría arrebatar al PSOE la primera posición en al menos 12 provincias en toda España, quizá con Madrid entre ellas. Ello se notaría en el Congreso, pero aún más en el Senado. En realidad, cada punto que Casado escale por encima del 20% es una condena para Rivera y una amenaza para Sánchez. Sigan esa pista.
IGNACIO VARELA Vía EL CONFIDENCIAL
Todas las encuestas sitúan al PSOE entre el 27% y el 29%; al PP, entre el 19% y el 21%; a Ciudadanos, entre el 10% y el 12%; a Unidas Podemos, entre el 11 y el 13%; a Vox, entre el 9% y el 11%, y a Más País, entre el 4% y el 5,5%. Esto es extraordinario por inusual. Las encuestas tienden a converger a medida que se aproxima la fecha electoral, pero suelen ofrecer datos mucho más dispares cuando faltan, como es el caso, varias semanas para la votación. Así pues, descartada la hipótesis de una conjura de todos los encuestadores y sus respectivos clientes para elevar a unos partidos y hundir a otros, parece razonable suponer que la situación actual en cuanto a los votos es básicamente la que se muestra, sin perjuicio de que evolucione en las próximas semanas.
Otra cosa es la atribución de los escaños. En esta ocasión, IMOP y El Confidencial no hemos acompañado nuestra estimación de voto de un cálculo de escaños porque la presencia de una sexta fuerza nacional (Más País) —que, en el momento de publicarse la encuesta, ni siquiera había precisado en qué circunscripciones y con qué alianzas se presentará en cada una de ellas— introduce un elemento de incertidumbre excesivo en una fase tan temprana. Ello no excluye que en futuros sondeos sí ofrezcamos ese cálculo.
Rivera se la juega con la participación: casi la mitad de sus votantes podría abstenerse
En nuestro sistema electoral, los porcentajes globales de voto proporcionan una orientación sobre cómo quedaría la composición del Congreso si las elecciones se celebraran en este momento. Pero lo decisivo es el reparto de los escaños, y este se hace provincia a provincia. El sistema opera de una forma específica en cada circunscripción, en función de dos variables principales: a) cuántos escaños se reparten en cada una, lo que afecta a la proporcionalidad; b) cuántas fuerzas políticas compiten en cada territorio.
Tomando como base la estimación de resultados de IMOP, es posible hacer una primera aproximación al posible baile de los escaños el 10 de noviembre si ese fuera el resultado final.
El PP, entre el objetivo de subir 20 escaños y el temor a la segunda derrota de Casado
En España hay 52 circunscripciones (incluyendo Ceuta y Melilla). Solo en 17 de ellas se reparten siete o más escaños, que es la barrera que Errejón ha fijado para presentar candidaturas sin perjudicar al bloque de la izquierda.
En realidad, los votos de Errejón sí harán daño a la izquierda. Muchos de ellos se perderán. En las nueve provincias que reparten siete u ocho escaños, la probabilidad de que la sexta candidatura obtenga uno de ellos es pequeñísima. En todas ellas, el último escaño se adjudicó el 28-A con porcentajes superiores al 13%, y lo lograron como máximo cinco partidos. Habitualmente, incluso la quinta lista tiene dificultades para entrar en el reparto salvo en casos de extrema fragmentación. Si se cumple la previsión de que esta vez el voto será más bipartidista, en esas provincias Más País (o Más-como-se-llame en cada sitio) quedará fuera.
Podemos calcula que Errejón le 'robaría' dos escaños y hasta uno de cada tres votos
Las probabilidades de Errejón de obtener escaños con un resultado global próximo al 5% (lo que supondría más de un millón de votos) están claramente delimitadas. Es verosímil que obtenga tres o cuatro escaños en Madrid; dos o tres en la Comunidad Valenciana, que no serían suyos sino de Compromís; podría obtener alguno en Murcia, donde se ha quedado con buena parte del aparato de Podemos, y podría soñar con sacar algo en las dos grandes provincias andaluzas, Sevilla y Málaga, pese a la fortaleza del PSOE y a su nula presencia en Andalucía. Tirando por arriba y en el mejor de los casos, 10 escaños conseguidos en cuatro o cinco provincias. Lo demás quizá le sirva para aproximarse al 5% nacional que le permitiría formar un grupo parlamentario, pero se perderá para la izquierda a efectos de asientos en el Congreso.
El PP calcula recuperar una docena de escaños de la España vacía a costa de Vox
A la vista de las encuestas, la clave de estas elecciones es el nivel que alcance el PP en su subida. Sobre todo, para el PSOE. Tan importante es el porcentaje que consiga el ganador como la distancia que lo separe del segundo. El PSOE logró 123 escaños con un modesto 28% porque abrió un foso de 12 puntos respecto al PP, gracias a la fragmentación de la derecha en tres porciones de parecido tamaño. Ello permitió a los socialistas quedar en primera posición y llevarse la prima del ganador en muchas provincias medianas y pequeñas de mayoría conservadora.
En abril, los dos bloques ideológicos empataron en votos, pero la izquierda ganó claramente en escaños. Ello ocurrió porque el PSOE concentró dos tercios del voto de la izquierda, mientras el PP solo agrupó al 39% de los de la derecha. Sin necesidad de alterar la relación de fuerzas entre los bloques ni de que el PSOE descienda, basta con que el PP concite al 50% o más de los votantes de la derecha para que el baile de los escaños cambie por completo, especialmente en las provincias medianas y pequeñas del centro peninsular. Si tal cosa ocurriera, en los mapas de la noche electoral que señalan al ganador de cada provincia veríamos crecer el color azul en esa parte del país.
Si se confirmara lo que muestran las encuestas, el gran seísmo en la distribución de escaños vendrá del hundimiento de Cs
Por eso, la obsesión de los estrategas del PSOE en esta campaña no es solo mantener o aumentar su propia fuerza, sino contener en todo lo posible la subida del PP para mantener una distancia de al menos ocho o 10 puntos entre el primero y el segundo. Como Ciudadanos parece casi desahuciado, Ferraz confía en que Vox resista. Y la mejor forma de ayudarle a hacerlo es intercambiar ataques con Abascal y los suyos: en los manuales se llama 'el adversario de referencia'.
Pero si se confirmara lo que muestran las encuestas, el gran seísmo en la distribución de escaños vendrá del hundimiento de Ciudadanos. En abril, el partido de Rivera, de forma inteligente, concentró su esfuerzo de campaña en las provincias de tres, cuatro y cinco diputados. El plan era asegurar en ellas la tercera posición y aproximarse a los dos primeros lo suficiente para lograr el último escaño: en las provincias de tres, un reparto 1-1-1. En las de cuatro, un 2-1-1. En las de cinco, un 2-2-1. El objetivo se cumplió y la cosecha fue abundante: 57 escaños con algo más del 15% del voto.
Ni sondeos ni bandera: la estrategia de Sánchez pincha en hueso
La mayor parte de esos escaños salen a subasta el 10 de noviembre. Y de ellos se nutrirán los dos grandes, fundamentalmente el PP. Hay 35 circunscripciones con seis o menos escaños. En ellas se elegirá a 145 diputados y 136 senadores. Allí no se presentará Errejón, lo que permite afinar el cálculo de los escaños. Veamos lo que sucedería aplicando el modelo habitual de cálculo de escaños a partir de la estimación de voto de IMOP:
28-A | 10-N | Diferencia | |
PSOE | 56 | 61 | +5 |
PP | 32 | 45 | +13 |
Cs | 24 | 5 | -19 |
UP | 8 | 5 | -3 |
Vox | 5 | 9 | +4 |
ERC | 7 | 6 | -1 |
JxCAT | 4 | 4 | = |
CUP | -- | 1 | +1 |
PNV | 3 | 3 | = |
EH Bildu | 3 | 2 | -1 |
Navarra Suma* | 2 | 2 | = |
PRC | 1 | 1 | = |
Teruel Existe | 0 | 1 | +1 |
Como se ve, lo de Ciudadanos sería una verdadera carnicería de escaños en las provincias pequeñas: 19 diputados extraviados, a sumar a los que perdiera en las circunscripciones grandes. En 18 de las 35 provincias, el partido de Rivera perdería su representación en el Congreso. Lo que le encumbró en abril puede hundirle en noviembre.
En esas provincias, el PP ganaría 13 escaños, todos ellos procedentes de Cs salvo el de Álava, que se lo quitaría a Bildu. El PSOE ganaría cinco, también procedentes de Ciudadanos, para compensar lo que le reste la fragmentación de la izquierda en los grandes distritos. Incluso Vox se beneficiaría del naufragio naranja, con cuatro escaños más.
Por otro lado, la subida del PP le permitiría arrebatar al PSOE la primera posición en al menos 12 provincias en toda España, quizá con Madrid entre ellas. Ello se notaría en el Congreso, pero aún más en el Senado. En realidad, cada punto que Casado escale por encima del 20% es una condena para Rivera y una amenaza para Sánchez. Sigan esa pista.
IGNACIO VARELA Vía EL CONFIDENCIAL
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