El libro «El terror bolivariano», de Pablo Victoria, presenta a un libertador muy alejado del mito
Una cosa es matar al enemigo en combate y otra, muy distinta, ejecutar a un millar de soldados enfermos a machetazos tras mantenerlos cautivos durante un año. A principios de 1814, tropas del bando de los llamados libertadores se afanaron en ejecutar a españoles cautivos en las mazmorras de Caracas. Dado que la pólvora era escasa y cara, también se emplearon sables y picas para asesinarlos, sin importar que estuvieran heridos e inmóviles. Este tipo de matanza desplegada en las Guerras de Emancipación no fue un hecho aislado, sino parte de una estrategia establecida para la eliminación total de «la malvada raza de los españoles», como denuncia el catedrático y escritor Pablo Victoria en su libro «El terror bolivariano» (La Esfera de los Libros).
El hombre que ideó aquel plan se llamaba Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar, un descendiente de españoles que había combatido a Napoleón y que, hasta el estallido de la guerra, no había dado señales de albergar tanto odio contra la madre patria. Hoy se puede contemplar su estatua en plazas de muchas ciudades españolas, entre ellas en el Parque del Oeste de Madrid.
Que los españoles dediquen estatuas a un genocida de su pueblo, artífice de un antecedente claro del holocausto judío, me deja verdaderamente sorprendido. Creo que es el único país en el mundo que puede homenajear así a sus enemigos», defiende en una entrevista con ABC Pablo Victoria, colombiano de nacimiento y de nacionalidad española, que justifica esta anomalía por el complejo que arrastra el país: «Los españoles han asumido la Leyenda Negra como cierta y verdadera, cuando es completamente falsa. España nunca cometió atropellos desde sus instituciones en América y, de hecho, protegió a las minorías como negros e indígenas. Por algo los indios, sobre todo en el sur de Colombia, permanecieron fieles a la corona hasta el final».
Tras una investigación de doce años, Victoria pretende en su nueva obra, dividida en dos volúmenes, romper con el discurso -hegemónico en ambos lados del océano- que divide la Guerra de Emancipación entre patriotas y traidores, amantes de la libertad y opresores, americanos y españoles. Porque el Rey de España no era un invasor o un extranjero que se había implantado allí de la noche a la mañana, sino el señor natural, frente al que algunos españoles americanos se rebelaron y otros, en cambio, se mantuvieron leales. Lo que viene a ser una guerra civil repleta de odios, cuentas pendientes y villanos como Bolívar. «Es un personaje histórico que no ha tenido biógrafos sino aduladores que le representan como alguien magnánimo, despegado de pasiones, inteligente y culto. Ciertamente era ilustrado, y por eso hay que señalarle y juzgarle con más rigor por ser capaz, aun así, de cometer tantos asesinatos y de una crueldad tremenda», apunta.
La crueldad del mito
Para distanciarse del héroe que le enseñaron en la escuela y en su entorno familiar, este autor colombiano ha recopilado cartas y documentos del propio Bolívar, que le muestran como «alguien inmensamente cruel y cuya motivación era acaparar poder y ser un dictador toda su vida». «En mi investigación demuestro que aspiraba a establecer una dictadura en los territorios americanos. Es más: quería, con el apoyo de Inglaterra y de algunas provincias de América, coronarse emperador del continente», explica Victoria en «El terror bolivariano».
Nada que ver con el manojo de virtudes con las que Netflix ha plasmado al libertador en su reciente serie «Bolívar: una lucha admirable». «No la quiero ni ver. Todo lo que dicen allí es completamente falso y no es casualidad que el mundo anglosajón produzca una ideologización del héroe así. Los británicos siempre ambicionaron tener un pie en el continente y, además, quisieron vengarse de España por colaborar en la independencia de EE.UU. Bolivar sirvió a sus propósitos», sostiene este colombiano de cuna.
De aquellos polvos estos lodos. Como recuerda en su libro Pablo Victoria, los viajeros europeos y estadounidenses que recorrieron la América española antes de la rebelión elogiaron las ciudades de Lima y México como las de mayor esplendor del mundo por su nivel de desarrollo. Todo aquello se vino abajo con las nuevas repúblicas o -como lamentó el propio Bolívar- «tres siglos de progreso han desaparecido». «Lo que hoy sucede en Venezuela, sus expropiaciones, sus caciques y su miseria, tiene su antecedente en esa catástrofe que originó Bolívar. A la vista de la ruina, en sus últimos días el libertador se arrepintió de sus hechos y reconoció que “era mejor con los españoles”», recuerda el autor del éxito editorial «El día que España derrotó a Inglaterra», que narra a su manera la defensa de Cartagena de Indias por Blas de Lezo.
El hilo conductor de su nuevo libro son unas memorias inéditas que Victoria halló por casualidad en la casa de la familia de su mujer en Cali (Colombia). Un texto escrito por Joaquín de Mosquera y Figueroa, que llegó a ser en tiempos de la guerra contra Napoleón presidente de la regencia española y diputado de las Cortes de Cádiz, lo que le colocó en una posición privilegiada para comprender las verdaderas motivaciones de ambos bandos. «Su propia existencia desmiente el mito de que los criollos se levantaron contra España porque tenían cerrado el acceso a las instituciones y cargos de la Corona. Don Joaquín nació en Colombia y llegó a ser Rey virtual de España. Y no es un caso aislado. El comandante de la flota española era criollo, como también lo fueron obispos, cardenales y un virrey de México. Los españoles de un lado y de otro éramos los mismos», resume el escritor.
CÉSAR CERVERA Vía ABC Historia
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