Tras este 27-O el PSOE mantiene el perfil bajo y el PP se llena de optimismo. Su objetivo: 100 diputados del PP, más 40 de Vox y 30 de Cs, un escenario impensable hace unas semanas
Manifestación en Barcelona para decir "basta" al 'procés'. (EFE)
El PSOE
está bajo de serotonina. Se vio ayer en la Ciudad Condal. Caras largas y
perfil bajo en los representantes enviados por el Gobierno Central, Josep Borrell y José Luis Ábalos.
No tanto por los altercados, con los independentistas cortando los
accesos para que los manifestantes no llegaran a destino y la fallida toma
de la estación de Sants, como por los números que les están dando las
encuestas. Faltan menos de quince días para acudir a las urnas y el PSOE continúa estancado, con tendencia a la baja, mientras el PP recorta distancias.
También Miquel Iceta estuvo en un discreto segundo
plano. La imagen de este domingo dista mucho de la fotografía de hace
dos años en Urquinaona, con el líder del PSC sonriente y fundido en
abrazos con tres tenores del PP: Millo, Montserrat y Albiol. En esta ocasión, no quiso hacer un acto político ni llevarlo a la lucha partidista y evitó la ‘foto de la mezcla’.
Quizá porque la manifestación
de ayer no se parece en nada a la de entonces, quizá porque el hartazgo
se distribuye equitativamente por bandos y hay cierto malestar con que
la cosa catalana se utilice electoralmente, la cita organizada por
Sociedad Civil Catalana congregó a poco más (o menos) de 100.000
manifestantes, una cifra inferior a la prevista. Los constitucionalistas
pueden dar las gracias a los radicales independentistas
que andaban por allí que, con sus tics autoritarios y sus sabotajes de
medio pelo, dieron notoriedad a una manifestación que de otra forma
hubiera pasado más inadvertida.
Tan inadvertido como Iceta,
que habló poco y no se dejó ver en la zona Vip de los mítines. Parece
claro que al líder del PSC, tan contundente en unas ocasiones como
contemporizador en otras, le gustan más los juegos florentinos, esto es,
aquellos que se dan bajo el radar.
Tampoco parece mostrarse cómodo con el giro estratégico dado por Pedro Sánchez
respecto a Cataluña para estas generales. A pesar de erigirse en uno de
sus asesores áulicos, no se le vio acompañando al presidente del
Gobierno en el reciente viaje de este último a Barcelona para visitar a
los agentes heridos en los disturbios. Tampoco se vio a Collboni. Sintomático.
El presidente del Gobierno se ha puesto a cabalgar a lomos del 155 sin ningún rubor, como manifestó en su entrevista a El Confidencial (“Contemplo todos los escenarios:
desde la Ley de Seguridad Nacional hasta el 155”), lo cual podría dar
sus réditos electorales en algunas comunidades –lo que tampoco está del
todo claro– pero podría hacerle un agujero en Cataluña. Y si el PSC
pincha, Sánchez tendrá dificultades para mantenerse en La Moncloa.
Es
por ello que los barones reconocen ‘sotto voce’ que no han medido bien
sus fuerzas, que se le ha complicado en demasía esta campaña y que, por
mucha resurrección catódica de Franco
que saquen del bombín, su estrategia de repetición electoral está
haciendo agua. Además del giro copernicano dado en Cataluña, a los
socialistas les lastra esa sensación de que el principal responsable de
que no haya ya un gobierno progresista es Sánchez, amén de la
desmovilización del electorado y la atomización en la izquierda con la
llegada de Errejón.
A
todo ello hay que sumar la cascada de los datos negativos que están
sacudiendo a la economía española y una recta final de campaña un tanto
anodina, con el debate del 4 de noviembre
como cita de mayor interés, debates que, por cierto, nunca han
terminado de dársele del todo bien al actual presidente del Gobierno en
funciones, quien siempre se ha caracterizado por empezar las campañas electorales mejor de lo que luego las termina.
Y
aunque las termine bien, es decir, en primera posición y de forma
holgada, las posibilidades de formar gobierno van a ser más complicadas
que hace tres meses. Poco viaje y muchas alforjas. No suman con nadie y
rezan para que San Pablo Casado se caiga del caballo camino a Damasco y se dé cuenta de las bondades de facilitar un gobierno socialista.
“Sería
bueno que Pedro Sánchez dijera dónde está: si está en las calles de
Barcelona hoy, con los constitucionalistas o manteniendo acuerdos con
los independentistas”, preguntaba ayer Casado.
Efectivamente. Por muchas sugerencias/presiones que reciba de los
empresarios del Ibex y de algunos entornos mediáticos, el popular no
está pensando tanto en dar a Sánchez las llaves de Moncloa como en tres
números. A saber: 100 + 40 + 30.
Cien
diputados del Partido Popular, más 40 de Vox y 30 de Ciudadanos que le
situarían al borde de la mayoría absoluta, un escenario impensable hace
unas semanas pero que ahora empieza a resultar verosímil.
Son muchos en Génova los que se restriegan los ojos. Cuesta creerlo
tras la debacle sufrida en las generales del 28 de abril. Para que se
diera esta carambola, eso sí, tendrían que acompañar los resultados de
Vox y Ciudadanos.
Los de la formación de Santiago Abascal
parece que no solo aguantan el tipo sino que se encuentran cerca de
situarse terceros en el ranking de intención de voto. A diferencia de
los anteriores comicios, en los que se inflaron artificialmente sus
expectativas, en esta ocasión hay consenso en las posibilidades de la
formación de extrema derecha.
La dimisión de Albert Rivera
Más dudas hay respecto a Ciudadanos. En abril sacaron 57 diputados, pero ahora la realidad se ha vuelto azul oscura casi negra para los de Rivera.
Los sondeos dan a la formación naranja 20 escaños y cerca del 10% de
los votos. Cs descarta tales previsiones, espera no caer de los 40 y
sitúa su suelo
en los 32 que logró en junio de 2016. En caso de caer por debajo de
esta última cifra, será el principio del fin de Rivera. Si logra
mantenerla, miel sobre hojuelas para Casado.
“Y dicen
por ahí de abstenernos para facilitar un Gobierno de Sánchez. Con
nosotros en los 100 diputados y Vox subiendo en escaños… ¡Que se
olviden!”.
NACHO CARDERO
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