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jueves, 17 de octubre de 2019

NI CONTIGO NI SIN TI

El problema reside en las carencias de las instituciones y en la mediocridad que impera en la tripulación

Alberto Pérez de Vargas

Alberto Pérez de Vargas

El desprestigio de instituciones del Estado, tales como la Administración de Justicia o la Universidad, no puede conducir sino a la astenia social; la democracia se disuelve en la oligarquía, como ya aseguraba a principios del pasado siglo, Robert Michels (1876-1936), en su "ley de hierro de la oligarquía". La sentencia del denominado "procés" se parece demasiado a una valoración a la medida de lo que conviene a las circunstancias impuestas por el ejercicio del poder. Lo sucedido en Cataluña fue un golpe de Estado fallido con todos los agravantes, ¿cómo si no interpretar la intervención del Jefe del Estado?; el Tribunal Supremo ha tomado una decisión (unánime) a beneficio de inventario. 
Porque toca, y conviene al establishment, soslayar la Constitución y quedarse en el Código Penal. Lo ponía de manifiesto ayer en el diario El Mundo, un compañero de Universidad (Complutense) y prestigioso constitucionalista, Jorge de Esteban ("Una sentencia desacertada"): "es imposible que siete juristas de prestigio lo vean tan claro, salvo que hayan renunciado a defender la Constitución antes que cualquier ley".

El Gobierno no tendrá que indultar, los condenados nacen a su pena ya amnistiados. Son reos, pero no tanto como para que se les acabe el oxigeno. Aun así, ahí está la algarabía callejera y rutera, tan animada como lo estaría en cualquier caso. Cuando la autoridad está ausente el desorden se retroalimenta hacia el caos. La Administración de Justicia ha dado su do de pecho después de tantos desatinos. La Universidad, a unos niveles de deterioro difíciles de imaginar hace años, está de momento mostrando sus desafinos y, a no mediar las hadas buenas o, como decimos los católicos, la Divina Providencia, su do rematará la faena ofreciéndonos un panorama desolador que empieza a asomar por el horizonte. Los chiringuitos a granel ornados en sus frontispicios con la otrora respetada palabra de universidad, harán caer al personal en la más completa incredulidad sobre los dictados de tan perniciosos reductos: chiringuitos preñados de improvisaciones y repletos de ignorantes. Porque ¿qué cabe decir de unos especialistas que no son capaces de distinguir las voces de los ecos? ¿Pero cómo pueden decir los rectores que habrá que revisar el sistema? Será que no quieren entrar en el verdadero problema; que reside en las carencias de las instituciones y en la mediocridad que impera en la tripulación.


                                                                      ALBERTO PÉREZ DE VARGAS Vía EUROPA SUR

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