El fin primordial del líder socialista es disfrutar, manosear y ejercer
el poder. Todo lo demás, su país, sus conciudadanos, le parece accesorio
Pedro Sánchez, durante un mitin de campaña
Ha causado estupor por su desfachatez el brusco giro imprimido por el doctor Sánchez
a su discurso sobre la forma de enfrentar el problema separatista
catalán. Ha pasado en cuestión de horas de templar gaitas ante las
mayores tropelías de los golpistas, de su reunión al máximo nivel con Quim Torra en Barcelona donde recibió impertérrito un delirante plan de separación de Cataluña
de España, de predicar el diálogo como el mejor camino de apaciguar a
los rebeldes y de prometer cualquier cosa dentro de la Constitución, es
decir, más dinero y más competencias para que la voladura de la unidad
nacional prosiga con reforzada celeridad, a envolverse en la enseña roja
y gualda, blandir el garrote del artículo 155 de la Constitución y de
la Ley de Seguridad Nacional y proclamar
con firme determinación que el Estado garantiza el cumplimiento de la
legalidad y que el que se la salte pagará las consecuencias.
Hasta tal punto ha sido súbito el derrape que ha pillado al ministro del Interior y a la Portavoz y ministra de Deseducación
fuera de juego. Mientras ambos se referían a las últimas bravatas del
presidente títere de la Generalitat en un tono entre vago y conciliador,
su jefe de filas bajaba del avión convertido en flamígero arcángel
custodio del orden constitucional. Se supone que el Gobierno en pleno
deberá adaptarse rápidamente a las nuevas directrices, aunque no todos
sus integrantes despliegan la velocidad camaleónica del inquilino de La Moncloa.
Comportamiento errático
Otro
motivo de desconcierto es el impúdico descaro con el que el presidente
en funciones se erige como el aguerrido defensor de la patria
indivisible frente a los embates del independentismo mientras su querido
compañero de bailoteo Miquel Iceta se
niega a respaldar la moción de censura contra Torra en el Parlamento de
Cataluña, Navarra es gobernada por una coalición de socialistas y
nacionalistas respaldada por los filoetarras y en Valencia y Baleares sus correligionarios se alían con los pancatalanistas para ir construyendo el sueño imperialista de Prat de la Riba.
Esta
exhibición de cínica incoherencia adquiere sin embargo sentido cuando
se considera el objetivo prioritario de Pedro Sánchez en esta vida, al
cual supedita cualquier otro elemento, sea éste de carácter político,
económico o moral. Su fin primordial en este mundo es disfrutar,
manosear y ejercer el poder y todo lo demás, su país, sus conciudadanos,
sus principios si algún día los tuvo, le importa un rábano. A partir de
esta premisa, su comportamiento veleidoso y aparentemente errático
cobra una perfecta consistencia.
Cuando
se trataba de ganar la moción de censura, el maridaje con bolivarianos,
golpistas y justificadores del terrorismo era tranquilamente admisible,
en el momento de intentar pasar con éxito la investidura, los votos de
lo peor del hemiciclo podían ser otra vez bienvenidos, una vez fracasada
la operación de gobernar en solitario los recientes socios ya no eran
presentables y en la antesala de unas elecciones generales el valeroso
compromiso con el Estado de Derecho, la sensatez y la racionalidad
económica resultan de lo más conveniente. Obviamente, al día siguiente
del recuento de papeletas, se hará lo necesario, por ignominioso e
imprudente que sea, para asegurar cuatro años de goce ilimitado de los
privilegios y oropeles de la jefatura del Ejecutivo.
No es casualidad que el principal consejero del Doctor Sánchez sea un especialista en comunicación política o, lo que es lo mismo, un director de escena, y no un ideólogo
No se trata, pues, de poner la razón de
Estado por encima de escrúpulos éticos o de prescindir si es necesario
para la grandeza de la patria de estorbos como la honradez, la verdad,
la justicia o la magnanimidad, tal como recomendaba el sabio florentino
que fue por ello quemado en efigie por los jesuitas en Ingolstadt,
sino de sacrificar lo que haga falta en aras de la propia gloria y
satisfacción, aunque ello signifique que la nación se descomponga y se
arruine.
No es casualidad que el
principal consejero del Doctor Sánchez sea un especialista en
comunicación política o, lo que es lo mismo, un director de escena, y no
un ideólogo o un experto en la buena gestión de la res publica.
Conocido así el verdadero Pedro Sánchez,
los españoles que le otorguen su sufragio el 10 de Noviembre deben
encomendarse a la Providencia para que se dé la feliz e improbable
casualidad de que el interés general coincida con el del secretario
general del PSOE. Dado que está demostrado que los electores se mueven
sobre todo por impulsos emocionales, no cabe duda que no hay nada más
excitante que transformar las urnas en una ruleta rusa.
ALEJO VIDAL-QUADRAS Vía VOZ PÓPULI
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