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jueves, 19 de diciembre de 2019

Corrupción vasca, ni más listos ni más guapos

El mito del nacionalismo vasco consistía en la limpieza y en la transparencia; la política del País Vasco, a diferencia de la española, jamás había visto un caso de corrupción


Foto: Urkullu pide perdón por el caso De Miguel. (EFE)

Urkullu pide perdón por el caso De Miguel. (EFE)


Hace justo un año, el lendakari, Iñigo Urkullu, dijo algo que casi todo el mundo sabe pero que, a lo mejor, ignoran algunos vascos ultranacionalistas: “No somos más listos, ni más altos ni más guapos que nadie”. Era la fiesta de Navidad, la tradicional recepción a la sociedad vasca que ofrece el Gobierno vasco, y la relajada referencia del lendakari tiene gracia recordarla ahora, justo después de la sentencia que ha condenado a varios exdirigentes del Partido Nacionalista Vasco (PNV). Con esa condena, se ha caído el último falso mito del nacionalismo en España; primero se vino abajo el ‘oasis catalán’ y ahora ha ocurrido lo mismo con el ‘oasis vasco’. El mito del nacionalismo catalán consistía en presentar la política catalana como algo ejemplar, por el imperio del sentido común y el pragmatismo. El oasis catalán era la exaltación el ‘seny’; frente a la gresca habitual de la política española, en Cataluña, entre los políticos catalanes, primaban la reflexión y el diálogo. Ya ven cómo acabó ese carácter especial de conciliación y entendimiento…

El mito del nacionalismo vasco consistía en la limpieza y en la transparencia; la política del País Vasco, a diferencia de la española, jamás se había visto salpicada por un caso de corrupción. Mientras que en España se sucedían los escándalos con la misma frecuencia que entraban y salían los gobiernos, nunca en Euskadi se conoció un episodio de corrupción política. En aquel discurso de Navidad del lendakari, Urkullu dijo a continuación, refiriéndose a aquella imagen mítica: “No somos isla ni oasis, pero debemos preservar los mimbres de nuestra forma de hacer política”. Pues lo que sabemos ahora es que en el País Vasco no existe una forma especial de hacer política, que los nacionalistas vascos cobran comisiones ilegales como han hecho otros partidos políticos en el poder, desde que el PSOE de los primeros años les enseñó a todos el camino.

El llamado caso De Miguel, que es el que ha puesto fin al mito del ‘oasis vasco’, consiste en una trama organizada en torno al Gobierno vasco para cobrar comisiones ilegales en la concesión de contratos públicos. Todo lo que se ha descubierto se conoce gracias a una empresaria, Ainhoa Alberdi, que se negó a pagar una comisión de 100.000 euros que le exigían. Como ocurrió también con otros denunciantes en otros escándalos, la empresaria les siguió el juego a los mangantes para poder grabar sus conversaciones y entregarlas luego en un juzgado.

Por esa actuación, la Audiencia Provincial de Álava ha condenado a 15 personas, entre ellas tres altos cargos del PNV en la época en que el Gobierno lo presidía Ibarretxe y el partido lo lideraba Iñigo Urkullu. Estos días, a raíz de la sentencia, que también supera los 1.000 folios, como la de los ERE, se han publicado varias fotos de los condenados por corrupción, sentados junto a Urkullu e Ibarretxe en algunos actos del PNV. Dice la sentencia que ha quedado demostrado que los condenados formaban una trama organizada para cobrar comisiones ilegales en concursos públicos del área de Cultura del Gobierno vasco, además de otras adjudicaciones a dedo por las que también cobraban. En resumidas cuentas, lo mismo que ya hemos escuchado en decenas de casos de corrupción.





Tras la condena por corrupción en Euskadi, el lendakari y otros portavoces del Gobierno vasco se han apresurado a decir que lo ocurrido nada tiene que ver con su partido ni, por supuesto, con el Gobierno vasco; son —dicen— “actuaciones particulares”, de un grupo de individuos que "actuaron en busca de su beneficio personal y pudieron valerse de su posición para lucrarse" y que, por supuesto, nada de lo ocurrido tiene que ver con ellos: “Se descarta toda vinculación partidista de los hechos”.

Es decir, lo mismo que dicen todos los líderes de partidos políticos que se han visto envueltos en casos de corrupción. Incluso este mismo mes: los dirigentes del PSOE han dicho que el fraude de los ERE no tiene que ver con el PSOE, y el sindicato UGT, cuando han procesado a todos sus exdirigentes en Andalucía, ha asegurado, sin ni siquiera sonrojarse, que “no es UGT de Andalucía, sino exdirigentes”. El lendakari vasco, lo mismo, con lo cual habrá que volver a repetirlo: en los procesos judiciales por corrupción política, jamás figura una organización completa sino el grupo de individuos que se dedica a esos menesteres, el cobro de comisiones ilegales.



El principal acusado en el proceso contra la trama de cobro de comisiones ilegales, De Miguel. (EFE)
El principal acusado en el proceso contra la trama de cobro de comisiones ilegales, De Miguel. (EFE)

Cuando estallan los escándalos, basta con señalarlos a ellos y repudiarlos. Y siempre quedará la misma duda: ¿cómo es posible que unos tipos, ajenos a todo, cobren comisiones por unos contratos que concede un Gobierno de un determinado partido político? Es decir, que cualquier espabilado podría pedir una comisión ilegal a una constructora por una obra pública, pero luego tiene que existir una decisión de gobierno en favor de esa empresa en concreto y no de otras que, con toda probabilidad, han podido presentar mejores ofertas. Como se comprenderá, una trama de cobro de comisiones es imposible que prospere si no existe una implicación efectiva del poder político, aunque luego no se pueda demostrar en un tribunal la participación de todos los eslabones de la cadena.

Se ha acabado, en fin, el mito de la transparencia y la limpieza de la política vasca y, para convertir esa imagen idílica en algo más grotesco todavía, ni siquiera pueden esgrimir los nacionalistas vascos del PNV el valor de haber sido ellos mismos quienes han descubierto la trama de comisiones ilegales. Este es otro de los grandes misterios de la corrupción política en España, todos los dirigentes políticos se dan golpes de pecho afirmando que siempre han perseguido la corrupción en sus partidos. “¡Tolerancia cero con la corrupción!”, afirman impostando el tono, pero resulta que ninguno de los grandes escándalos se ha conocido por una investigación interna o por una denuncia interna. ¿Cómo es posible que entre compañeros de partido no se observe el enriquecimiento repentino de alguno de ellos? ¿Cómo es que nunca han recibido ellos las denuncias de un funcionario o de un empresario? ¿No será que, en realidad, el cobro de comisiones en toda España es una práctica generalizada? En las conversaciones grabadas a los comisionistas de la trama de corrupción vasca, la empresaria denunciante le pregunta a otro empresario, afiliado al PNV, que cuánto tiene que pagar por la adjudicación del contrato y este le responde: “Bueno, dentro de lo normal. Teniendo en cuenta el volumen de lo que era, vamos…”. Hay que subrayar eso. En el oasis del País Vasco, pagar comisiones ilegales era ‘lo normal’. Se acabó el cuento.


                                                                          JAVIER CARABALLO   Vía EL CONFIDENCIAL

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