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martes, 10 de diciembre de 2019
El 'supermartes' político y la decisión del Rey
Resultaría entendible que el Rey no
encargue a Sánchez la investidura, esperando a que el líder socialista
obtenga los apoyos necesarios para que prospere. Arrimadas tiene su
oportunidad
Felipe VI recibe a Pedro Sánchez en Moncloa el pasado septiembre. (EFE)
Sin haber llegado a un acuerdo —al menos público—
que garantice en primera o segunda vuelta la investidura de Pedro
Sánchez, la presidenta del Congreso ha planteado al jefe del Estado, y
este aceptado, abrir este martes, sin más dilación, la ronda de consultas previstas en el artículo 99 de la Constitución. El mismo día que en Barcelona se reúnen los negociadores socialistas y republicanos para pactar, precisamente, el apoyo pasivo de ERC al secretario general del PSOE.
No
es habitual, pero sí explicable por el largo periodo de interinidad
gubernamental, que Felipe VI (ocho rondas ya acumula el Rey desde su
proclamación en junio de 2014) convoque a los portavoces de los partidos con representación parlamentaria
sin que medie todavía un acuerdo suficiente para investir al ahora
presidente en funciones. La relativa presteza de la Zarzuela debe
interpretarse correctamente: el jefe del Estado no está al servicio de estrategia partidista alguna, sino al de la más rápida y constitucional formación de un Gobierno que permita un Ejecutivo en plenitud de funciones.
Nos encontramos ante un remedo de lo que en la política
norteamericana se denomina 'supermartes', porque es el día de la semana
(de marzo o de febrero) en el que los partidos eligen a sus respectivos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos.
En nuestros usos políticos, este tipo de efemérides no se produce, pero
nunca había coincidido un martes como este en el que convergiesen estos
tres hitos: hace un mes que se celebraron las elecciones generales; el
Rey indaga si Sánchez está en condiciones de recibir su encargo de
investidura, y los socialistas intentan arrancar un compromiso a los republicanos catalanes para que lo anterior sea posible.
Si
el PSOE consiguiera un improbable acuerdo definitivo con los de
Junqueras (para ellos, según algún exégeta del independentismo, sería un “mal menor”
porque Sánchez es un personaje con “tendencia al tacticismo, la
frivolidad y una relación nebulosa con sus convicciones”, en lo que
están de acuerdo también muchos de los no separatistas), el Rey, sin más
dilaciones, encargaría mañana al secretario general socialista que se
presente a la investidura. Pero si no hay acuerdo —aunque sigan las
conversaciones—, Felipe VI puede hacer uso de una autonomía constitucional que explica con rigor el catedrático de Derecho Constitucional Javier Tajadura.
Este académico, glosando el artículo 99 de la Constitución
en el útil manual coordinado por Santiago Muñoz Machado titulado
'Comentario mínimo a la Constitución española', páginas 385 a 388),
escribe lo siguiente:
“Aunque se trate de un acto reglado del
Monarca, no puede ser interpretado [el artículo 99] en el sentido de que
exista una obligación de proponer al candidato del partido que haya
obtenido más votos y escaños en las elecciones. En tal caso, las consultas regias carecerían de sentido.
El Rey debe reunirse con los representantes de todas las fuerzas
políticas que hayan obtenido escaños con la finalidad de conocer cuál es
el candidato que está en condiciones de recibir más votos y que no
tiene que ser necesariamente el del partido más votado”.
Y continúa el académico de
la Universidad del País Vasco sosteniendo que cuando no haya mayoría
absoluta, “será preciso el voto afirmativo o al menos la abstención de
otros grupos. En este último supuesto, el correcto funcionamiento del
procedimiento exige que los representantes de los partidos acudan a ver al Rey con sus deberes hechos, es decir, habiendo alcanzado un acuerdo para la investidura”. De lo que se deduce que si hoy no hay acuerdo definitivo en Barcelona,
mañana Felipe VI podría aplazar la nominación de Sánchez para cuando
tenga —si llega a tener— los apoyos necesarios explícitamente conocidos
por el jefe del Estado que, otra vez más, no recibirá información
fehaciente y directa de ERC, que se niega a cumplir la obligación
institucional de informar al Rey.
Ocurre, además, siempre
siguiendo los criterios ampliamente mayoritarios entre los
constitucionalistas españoles, que si Felipe VI, sin acuerdo definitivo
entre PSOE y ERC para su investidura, se la encarga a Pedro Sánchez, este debería presentarse a intentarla en un pleno del Congreso
que ha de ser convocado en un tiempo razonable —no lo puede aplazar
indefinidamente— por la presidenta del Congreso. Dice el profesor
Tajadura: “No resultaría constitucionalmente admisible que el candidato
propuesto, consciente de que su investidura va a ser rechazada, se negase a cumplir esas obligaciones. Su negativa supondría una obstrucción al procedimiento que podría paralizarlo indefinidamente”.
Teniendo en cuenta que Marta Vilalta, secretaria general adjunta de
ERC, aseguró este lunes que el acuerdo de su partido con el PSOE, si llega, será “en enero”,
resultaría entendible que mañana el jefe del Estado no encargue a
Sánchez presentarse a la investidura, esperando a que el secretario
general del PSOE, u otro, obtenga los apoyos necesarios para que su
designación parlamentaria prospere, bien con la abstención de los
republicanos o con otras ecuaciones ahora imprevistas.
Tan imprevistas como las circunstancias que puedan concurrir de aquí a enero en el proceloso mar de intrigas, inquinas y hostilidades que señorean al separatismo catalán
que, sobre procurar la inestabilidad de España, está destrozando el
tejido institucional de Cataluña, dividiendo a su sociedad y
empobreciendo al país. Lo que da la medida de los 'nebulosos' principios
de Sánchez al pretender aliarse con los secesionistas y
el grave riesgo de que el Gobierno común dependa de unos dirigentes
divisivos y, por supuesto, no lo olvidemos, conniventes con la sedición.
En estos términos se plantea el 'supermartes' de la política española.
Todo sigue abierto, aunque Inés Arrimadas tiene una gran oportunidad para cambiar el curso de los acontecimientos.
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