Desde Argentina hasta Bolivia, la crisis que afecta a todo el continente se inscribe en el malestar de la globalización, la revuelta de las clases medias y el trastorno de las democracias en el panorama mundial
La toma de posesión del nuevo presidente argentino se producirá mañana en un entorno complejo para el futuro de América Latina. Los recientes disturbios en Ecuador, Chile y Colombia; la crisis boliviana; el enfrentamiento entre legislativo y ejecutivo en Perú; el estancamiento de la situación en Venezuela, la derrota del Frente Amplio en Uruguay y las tendencias neofascistas en Brasil, junto a la recesión económica en México, han puesto de relieve la inestabilidad endógena de los regímenes de la región. Se trata de un área vital para el futuro de nuestro país. Y aunque la actual crisis que afecta a todo el continente tenga características propias según sea su residencia concreta, se inscribe también en el malestar de la globalización, la revuelta de las clases medias y el trastorno de las democracias en el panorama mundial.
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Otro caso que ha conmovido a los medios y la política de nuestro país es el de Bolivia. Todo el mundo está de acuerdo en que hubo un golpe de Estado, aunque continúan las discrepancias sobre quién lo dio. De lo que no cabe duda es de que el expresidente Morales organizó un pucherazo electoral de descomunales dimensiones, no solo durante los comicios, sino antes: se presentó como candidato pese a haber perdido el referéndum que convocó para consultar si podía hacerlo, frente al límite temporal impuesto por la Constitución. Es verdad que su dimisión fue propiciada por una sugerencia del jefe del ejército, pero este no ha tomado el poder y el Parlamento en pleno, con el voto del partido del propio Morales, se ha pronunciado a favor de la convocatoria de nuevas elecciones.
Lo peculiar del caso es que tendrán lugar pero no se sabe cuándo. Una singularidad de Bolivia es su componente étnico, tal y como se encargó de poner de relieve en su día Íñigo Errejón, consultor del régimen durante varios años y ayudante en la redacción de la Constitución ahora violada por Evo. En aquella época Errejón era un seguidor entusiasta del marxismo, y tenía conexión privilegiada con el vicepresidente García Linera, el verdadero poder detrás del trono. Morales fue presidente aupado por el movimiento indigenista, y gobernó con algún acierto en la economía,pese a su alianza con el chavismo. Su derrota plausible en las urnas, que trató de evitar mediante el fraude, se debió a su desfachatez, que le llevó a invadir e instrumentalizar todas las instituciones de l Estado —desde el Tribunal Constitucional hasta el Electoral—.
Luis Fernando Camacho, al que llaman el Bolsonaro boliviano, enarbola la Biblia como su programa electoral
El corolario de la crisis es de todas maneras poco esperanzador. La emergencia de un líder populista de la extrema derecha como Luis Fernando Camacho, al que llaman con justicia el Bolsonaro boliviano, empaña las perspectivas de la democracia. El macho Camacho, apelativo que rememora el título de un libro del puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, enarbola la Biblia como su programa electoral y el fundamentalismo cristiano, católico o evangélico, le apoya con fervor. Reverdece así la tendencia de las Iglesias a inmiscuirse en los asuntos temporales, demostrando que además de cuidar de la salud espiritual de los fieles se comportan como verdaderos centros de poder. No se puede descartar que el propio papa Francisco, que tuvo un papel esencial en el acercamiento a Cuba por parte de Obama, haya influido en la reunificación peronista, por muchos mentís que haga el Vaticano.
También el obispo de Solsona, y casi toda la jerarquía católica de Cataluña o el País Vasco, están hartos de justificar y promover el separatismo en nombre de su pretendida cercanía al pueblo, aunque lo único que logran es propiciar la confrontación entre la ciudadanía. En el caso boliviano el Bolsonaro local constituye una amenaza equiparable a la de la ultraderecha europea, incluida Vox, y su radicalización provocará un mayor extremismo del MAS, el partido de Morales. La democracia puede perecer si los líderes de la moderación, conservadores o socialdemócratas, no logran implementar una política transversal, que incorpore las diferencias étnicas, pero también las regionales y las de clase, y vigorice unas instituciones destruidas por el clientelismo y la corrupción. Frente al MAS de Morales y la Biblia del macho los demócratas españoles deben apoyar a los bolivianos.
En medio de estos polvorines nos sorprendió el anuncio de que Telefónica tiene intención de abandonar las inversiones en el área, con excepción de Brasil. La decisión, en servicio a sus accionistas, no puede ser más lamentable. La presencia de la compañía en América, y la de otras multinacionales, fue impulsada por los Gobiernos de González, Aznar y Zapatero como una política de Estado. España ha funcionado y funciona de vínculo entre Europa y América Latina gracias entre otras cosas a que nuestro país es el segundo inversor directo en la región. Pero ni el Gobierno en funciones ni la supuesta alternativa han expresado que yo sepa preocupación alguna al respecto.
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