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martes, 11 de octubre de 2016

ESPAÑA NO ESTÁ PARA CAVAR TRINCHERAS

Los españoles sabemos por experiencia que la acción política entendida como confrontación acaba mal, muy mal. Pero no aprendemos.

“Sigue siendo cierto que el miedo tiene que cambiar de bando”, ha afirmado Juan Carlos Monedero en una entrevista concedida a La Cafeterade radiocable.com. Un claro espaldarazo a la vuelta a las trincheras que de nuevo preconiza Pablo Iglesias, vuelto, a lo que parece, de su breve periplo socialdemócrata. Utilizar dos términos como “bando” y “miedo” en un mismo mensaje no es gratuito. No ya porque hacerlo suponga reemplazar “debate” por “combate”, ni porque se sustituya la razón por la emoción y, con una moral ad hoc,se busque destruir al “enemigo”, al “otro”, al “discrepante”. Esta dialéctica persigue otro fin aún más preocupante: instrumentalizar ese miedo que inevitablemente aflora en momentos de incertidumbre.
En realidad, el mensaje que Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias proponen no es político sino bélico. No contemplan la posibilidad de transacción alguna, ni debate, ni discusión, sólo una confrontación de la que aspiran a salir victoriosos.
Cuando una estrategia se enuncia como enfrentamiento entre bandos y se riega generosamente con miedo, lo que se pretende no es una reforma sino una colisión

La confrontación  

Cuando una estrategia se enuncia como enfrentamiento entre bandos y se riega generosamente con miedo, lo que se pretende no es una reforma sino una colisión, un ajuste de cuentas. Las sociedades no progresan así, al contrario, retroceden y quedan atrapadas en la confrontación indefinidamente. Aun cuando un bando alcance la victoria y las hostilidades finalicen, el enfrentamiento continuará, alimentado por el resentimiento de una sociedad que se ha visto forzada a la división. Los españoles sabemos por experiencia que la acción política entendida como confrontación acaba mal, muy mal. Pero no aprendemos porque, pese a toda evidencia, prevalece la idea de la guerra civil del 36 como una lucha entre democracia y totalitarismo, cuando en realidad fue un choque entre dos visiones liberticidas. La democracia poco o nada tuvo que ver. Fuera cual fuese el vencedor de la contienda, los españoles estábamos condenados de antemano.

El miedo

Epicteto creía que no había que temer a la desgracia, ni siquiera a la muerte. Según él, a lo que había que temer de verdad era al propio miedo. Y tenía razón. La historia está llena de ejemplos en los que el miedo ha derivado en violencia y despertado los más bajos instintos, no ya en sociedades precarias y primitivas, sino en las más desarrolladas y cultas. Y es que, utilizado como arma, el miedo se convierte exactamente en eso, en un arma… que carga el diablo. Una vez se introduce el miedo en la recámara del pensamiento colectivo, cualquier suceso o accidente puede dispararlo. Y no hace falta ser un genio para adivinar lo que puede suceder.
Para evitar que esa visión de la confrontación progrese, es necesario un altruismo político del que, hoy por hoy, carecemos
Ocurre, sin embargo, que, para evitar que esa visión de la confrontación progrese, es necesario un altruismo político del que, hoy por hoy, carecemos. Con los partidos atrapados en el cenagal de la supervivencia de sus cúpulas, enredados en contradicciones e ineficiencias, y especulando con el corto plazo, la política parece perder su utilidad y lo que prevalece es la imagen de un país sumido en el caos y la corrupción.

La solución

Pero no se deje engañar, querido lector, los problemas no se resolverán ni con un gobierno de izquierdas ni con la continuidad del PP, y mucho menos con Monedero o Iglesias en el poder. Sólo un gran acuerdo nacional, que no tiene precedentes, podría servir para poner remedio al desquiciamiento institucional. Mientras ese gran acuerdo no sea viable, la degradación seguirá su curso. Y la profecía tarde o temprano se cumplirá. Con una salvedad, el miedo no habrá cambiado de bando sino que habrá servido para que los líderes de Podemos constituyan el suyo propio. Y es que, como diría el cínico Draper, no hay ninguna gran mentira, no hay ningún sistema, el universo es indiferente… o lo que más o menos es lo mismo, si bien en el statu quo los intereses creados son una realidad, no existe una gran conspiración: sólo numerosas coaliciones de intereses cada vez más frágiles y cambiantes. Por lo tanto, la división de España en dos bandos es una ficción. La realidad, para bien o para mal, es bastante más compleja. Y no parece que cavar trincheras sea muy inteligente.

                                                                          JAVIER BENEGAS  Vía VOZ PÓPULI

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