DE la reciente visita que el ministro García-Margallo ha realizado al
Campo de Gibraltar, como de la mayoría de sus declaraciones, se concluye
que lo que parece preocuparle es el modo de proteger a Gibraltar de los
malos efectos que pudiera producirle la política de desafección hacia
Europa del Gobierno británico. Lo que debiera quitarle el sueño, sin
embargo, es la repercusión que sobre la comarca tendrá la salida del
Reino Unido (RU) de la Unión Europea (UE). No es lo mismo lo uno que lo
otro, por muy relacionadas que estén ambas cosas, y no ha habido ocasión
en la que el ministro evidencie que está pendiente de lo que pueda
suceder en la comarca, por más que el alcalde de Algeciras, José Ignacio
Landaluce, que además de serlo es presidente de la Comisión de
Exteriores del Senado, se refiera al ministro como si trajera el maná a
los habitantes del Campo de Gibraltar.
Lo interesante sería saber qué proyectos tiene el Gobierno para
una comarca en la que la economía sumergida y el trapicheo derivados de
la existencia de la colonia, de su anacronismo y de sus peculiaridades,
impiden un desarrollo sostenible y equilibrado que mantenga el nivel de
ocupación en cifras cercanas, si no a la de otros países de la UE, al
menos a la media española. Si bien no es fácil calcular la dimensión de
esa economía que escapa del control fiscal, basta con considerar el
elevadísimo paro en un ambiente social cuyo dinamismo y capacidad
industrial inspiran supuestos muy diferentes. La valoración del lucro
cesante en términos de fiscalidad que soporta España en la actual
situación, podría darnos una idea de los beneficios que reportaría una
Verja convertida en verdadera frontera.
No es posible que el ministro ignore que Gibraltar es una
colonia militar sobre la que se asienta una población civil que se
beneficia de su especialísimo estatus y en la que trabajan, con más
opacidad que transparencia, unos cuantos miles de españoles de cuya
dependencia se beneficia la colonia. No sólo a título de trabajadores
externos que apenas demandan servicios públicos, sino también a modo de
rehenes que utilizar para la perpetuación de ese estatus. Frente al paro
de la comarca, insisto: en un territorio que alberga uno de los mayores
complejos industriales de España, Gibraltar, sin paro de hecho (por
debajo del 3%), presenta un PIB de los más elevados de Europa y aun así
con un crecimiento del 10% y un excedente presupuestario que en 2014
superó los ochenta millones de euros. Añádase que eso se da en un
asentamiento urbano donde la industria brilla por su ausencia. Gibraltar
no produce absolutamente nada y no sobreviviría a una frontera
impermeable.
Un estudioso de la verdadera razón de ser de la colonia, Ángel Liberal, autor de Gibraltar: Base Militar. El interés anglo-americano por el Peñón
(Civitas, 2009), ha descrito la situación en un gráfico en cuya parte
superior se destaca el carácter militar de la colonia, en donde además
de una base naval y un aeródromo militar que no reúne las condiciones
exigidas para su uso civil, se destaca la existencia de instalaciones de
inteligencia militar; acústica submarina, electrónica y comunicaciones;
y logísticas; talleres, diques, energía, combustible y munición, entre
otras. Ese bloque se apoya en una columna asentada sobre la población
que le sirve como excusa y que financia la base militar, discretamente
compartida con la Marina norteamericana, con una economía basada en el bunkering, las apuestas, el tabaco, el turismo y la ingeniería financiera.
El sugerente esquema de Liberal descansa sobre un complejo
paradójicamente dependiente de España. Sin fluidez en el tránsito por la
Verja, tanto de personas como de bienes y servicios, la colonia no
podría contribuir al sostenimiento de la base militar y el RU, como ya
ocurriera en tiempos de Peter Caruana, tendría que plantearse la
conveniencia de mantener su presencia en la Roca. Nada impide, por otra
parte, el cierre de la Verja. Estaría en consonancia con lo pactado en
Utrecht: "Quiere el Rey Católico, y supone que así se ha de entender,
que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna
territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino
por parte de tierra".
Tal vez el ministro podría replantearse la estrategia y pensando
en cómo adaptar a las circunstancias la economía de la comarca y de qué
forma ofrecer condiciones laborales dignas a sus habitantes, dejar al
gobierno de Su Graciosa Majestad la tarea de preservar los intereses de
los yanitos.
ALBERTO PÉREZ DE VARGAS Vía DIARIO DE SEVILLA
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