Gerard Piqué ha dicho basta. Y es lógico. Los mismos que ayer por la tarde abrían sus ediciones digitales elogiando su compromiso con la selección, 24 horas antes alentaban el tumulto en las redes sociales advirtiendo que el central había suprimido la bandera de España de la mangas de su camiseta. Cinismo corrosivo de ese que chorrea por la pantalla del ordenador.
El periodismo deportivo hace tiempo que alimenta los más bajos instintos del personal en este país de trincheras que Goya ya retrató a garrotazos allá por 1820. Dos víctimas de ese odio antropológico conviven en el eje de la defensa de la Roja: Gerard Piqué y su nemésis, Sergio Ramos. Hace años que son diana de ese cainismo porque aquí a quien saca la cara le parten la jeta. Tienen carisma y son políticamente incorrectos, aún a sabiendas de que generan tantas antipatías como adhesiones.
No tiene sentido participar en el debate absurdo de la camiseta y el corte de mangas. Preocupa más ese cáncer periodístico llamado clickbaitque está pudriendo el oficio en nombre del tráfico y las visitas. El periodismo deportivo (en realidad es una costumbre generalizada de este país), ha decidido canibalizarse a sí mismo quemando mitos en la hoguera como Raúl, Casillas, Fernando Alonso, Nadal, Del Bosque o ahora Sergio Ramos y Piqué.
Ahora se han generalizado prácticas impensables en los medios como publicar sin contrastar, no citar fuentes, fusilar artículos o borrar tweets y noticias sin reparar en los damnificados. En este punto han sido elegantes las disculpas de Alfredo Relaño a Piqué desde su tribuna en AS. Se ha producido una chiringuitización del periodismo, se ha generalizado un periodismo casposo e histriónico basado en la difusión indiscriminada de rumores con el propósito de disparar la audiencia, insultando o descalificando si hiciera falta, sin prestar atención a la veracidad de la información.
Nos equivocaríamos si culpamos sólo al periodismo deportivo porque las redacciones de medios generalistas también navegan a la deriva. En los últimos tiempos hemos visto scoops como la imagen falsa de Hugo Chavez en el hospital entubado, la cuenta suiza de Jordi Trías que nunca existió o hasta editoriales insultado a políticos. Hoy los periodistas escriben con la camiseta puesta o con el estómago lleno. España se ha convertido en un país de tertulianos capaces de hablar, sin sonrojarse, de Piqué, disertar de la ciclogénesis o comentar la boda que Paquirrín. Perdón, ahora creo que se hace llamar Kiko.
El periodismo nunca fue un oficio especialmente cómodo: se cobra poco, se trabaja mucho y la recompensa tiene la vigencia del pescado fresco. Siempre existió un respeto referencial a la verdad. Y jamás estuvo tan prostituido como actualmente presa de la dictadura de la digitalización, secuestrada por los intereses de grupos de comunicación amordazados por la falta de fondos o cautiva del yugo de los EREs.
Y pese a todo, volveríamos a equivocarnos si circunscribimos el problema sólo al periodismo. El escenario es desolador. Medio Partido Popular está encausado por prácticas mafiosas de corrupción, los refugiados se arrastran hasta nuestras costas ante la desidia generalizada y el panorama político, con un año sin Gobierno, es repulsivo. No es casualidad, por tanto, que el fútbol ocupe más minutos en los telediarios que problemas prioritarios como la sanidad o la educación. Pan y circo. Lo jodido es que en estos tiempos en los que muchos no llegan a fin de mes con el pan, toca redoblar ración de fútbol en Españistán. Por cierto, la nueva selección de Lopetegui pinta bien. Esto no da clicks ni le importa a nadie, pero me lo pedía el cuerpo...
FERMÍN DE LA CALLE Vía VOZ PÓPULI
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