Los atajos, los conejos en la chistera, los golpes de efecto ante el mercado empiezan ya a escasear. Y lo peor para el Popular es que han dejado de tener un efecto balsámico. Sus números presentes, las pérdidas contables superiores a los 2.000 millones que firmará al cierre de este ejercicio, y las proyecciones futuras le condenan a tener fecha de caducidad, y más con su débil esqueleto financiero actual, mermado cada trimestre por unos márgenes y una rentabilidad que dibujan un futuro en compañía de otro. El cuándo depende ahora del Banco de España y del ministro Luis de Guindos. Pero también de la voluntad/apetito de Santander, BBVA y Caixabank.
“En otros tiempos, en los tiempos de Botín padre”, recordaba esta semana el presidente de un banco, “el asunto del Popular se resolvería en cinco minutos. El Gobernador (del Banco de España) le citaría en su despacho (a Botín padre) y le diría que se tiene que quedar con el Popular. Entonces, Botín (padre) llamaría a Alfredo (Sáenz) y le pasaría el recado. Asunto solucionado”. Pero eso eran otros tiempos. Ahora, ni el actual Gobernador tiene esa ascendencia sobre los Botín, ni tampoco Ana Patricia tiene el ‘sentido de Estado’ de su padre. Lo suyo es el negocio puro, el resultado frío de la tabla Excel, sin el aditamento de los favores futuros, que tan bien manejó su padre, aparejados a esas llamadas de auxilio desde el Palacio de Cibeles.
Del Banco de España depende que el Popular gane tiempo. Pero el tiempo no parece en este caso sinónimo de solución. Porque el proyecto de banco malo del Popular, para desconsolidar 6.000 millones de activos inmobiliarios, no es la panacea. La propuesta lleva dando vueltas desde principios de año entre los reguladores. En febrero, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) se lo devolvió a corrales por las dudas del proyecto a la hora de explicar cómo se desconsolidaba el riesgo del balance y ante el débil nivel de coberturas de la entidad de Ángel Ron para cubrir su ladrillo tóxico. Desde entonces, los borradores van y vienen al Banco de España y la CNMV a la espera de conseguir el deseado ‘OK’. Aún no hay beneplácito.
A los analistas tampoco les seduce esta solución. Diferentes informes de Bank of America, BNP Paribas o JP Morgan consideran que esta medicina es insuficiente para la enfermedad: un atracón de inmobiliario combinado con débiles coberturas. Apenas del 34% para el inmobiliario y del 37% para el resto de activos, según los cálculos de Bank of America. Sus analistas consideran que Popular debe elevar estos niveles hasta el 58% y 50%, respectivamente. Una factura que obligaría a provisionar más de 5.000 millones hasta 2018. Otro maratón para una entidad que destinará la mayor parte de su última ampliación de capital (2.500 millones) a sanear el balance.
Pero tampoco la puesta en marcha del bautizado ‘Proyecto Sunrise’ parece suficiente. En el balance del Popular aún quedarían almacenados cerca de 20.000 millones en activos inmobiliarios problemáticos y varias chinas por el camino, que en el momento actual, son sinónimo de cualquiera de los ‘ochomiles’ del Himalaya. De un lado, su morosidad se elevará consecuencia de la nueva circular contable del Banco de España, como le sucederá al resto de entidades del sector. El verdadero Everest, sin embargo, aparece en la primera mitad de 2017, cuando el Popular tenga que salir al mercado para cubrir las necesidades de capital exigidas por el Banco Central Europeo en el famoso colchón anticrisis del MREL. Esa petición al mercado de capital de todo tipo será la prueba del algodón. No solo vale con tener acceso a la financiación. El precio también será determinante. Los inversores ahora no quieren exposición a la banca. Y hay que pagar mucho para convencerles. BMN, el último al salir al mercado, ha tenido que abonar un cupón del 9%.
El mejor de los mundos para Popular, superada la financiación necesaria para cumplir con el MREL y con el visto bueno a su banco malo, tampoco es suficiente para argumentar un futuro en solitario. Al final de esa travesía en el desierto volvería a ser necesaria una nueva ampliación de capital. Las dos anteriores (diciembre 2012 y mayo 2016) no han reunido las características de este tipo de operaciones en el marco de la normalidad empresarial: se suele ampliar capital bien para expandir el negocio o, en determinados casos, para resolver un problema coyuntural. Ni lo uno ni lo ha sucedido hasta la fecha, por lo que cabe pensar que nos encontraríamos en una futura ampliación ante una repetición de dos escenarios conocidos, con el agravante de que la evolución del negocio bancario en España, con los tipos de interés por los suelos y la debilidad de la demanda crediticia sana, tiene trazas de durar en el medio plazo.
De hecho, tras la segunda ampliación de capital, la entidad anunció que junto a los 3.700 millones de euros de posibles pérdidas no detectadas hasta que se llevó a cabo la ampliación de capital, además sumaría además durante este ejercicio unas pérdidas por deterioro de otros 1.000 millones de euros "relativas a inversión crediticia y activos inmobiliarios adjudicados" que ya estaban identificados como tóxicos desde el inicio de año, "previamente a la identificación de los factores de riesgo e incertidumbre”. Más madera.
Esta tercera ampliación terminaría por deshilachar al núcleo duro del Consejo del Popular. Un consejo que, desde 2012, en vez de ganar fuerza ha ido perdiendo músculo. Con experimentos, como el de la mexicana familia Del Valle, que se han perdido por el camino y terminaron por salir del Consejo hastiados de la tozudez del núcleo duro por mantener a Ángel Ron y evitar explorar una fusión con el Sabadell. Una operación que Josep Oliu y Jaime Guardiola llegaron a plantearse. Con números hechos. Y los números daban al experto en integrar bancos durante la reestructuración financiera.
El presente es complicado. Tanto como para que se empiece ya a hablar de que el regulador tiene sobre la mesa una hoja de ruta marcada para que Popular acabe fagocitado por uno de los tres grandes. BBVA parece más descartado. Aguarda como el depredador a poder dar el zarpazo a la futura Bankia fusionada con BMN. Linde, si logra aguantar el pulso con el ministro Guindos, tendrá que gestionar esa operación que, por necesidades, puede gestarse incluso antes del intercambio de papeles ‘públicos’ entre Bankia y BMN. Esto último no será antes del verano.
De la capacidad de convicción de Linde dependerá la tranquilidad del sector financiero. Pero también de cómo maneje políticamente Guindos este entuerto. Entre los colegas de Ron preocupa, y mucho, la situación del banco. “Hay que evitar que se convierta en la mecha de nuevas turbulencias que pueden llegar a afectar a la prima de riesgo”, asegura otro banquero. La alternativa a una operación corporativa ya también emerge últimamente en algún que otro petit comité de gente influyente del sector: la resolución. Una apuesta que parece harto complicada para un ministro que prefirió vender por un euro Banco de Valencia a Caixabank antes de finiquitar su resolución (pese a que salía más barato) y en un nuevo escenario de resolución bancaria en el que las quitas llegarían hasta los depósitos corporativos. Camino cerrado.
En Popular niegan la mayor. “Este es un bancazo”, defendió el nuevo CEO Pedro Larena en la última presentación de resultados, hace pocas semanas. La entidad ganó 94,3 millones en estos nueve primeros meses, un 66,1% frente al mismo período de 2015. Lejos, muy lejos, de aquellas optimistas previsiones, tras la primera ampliación de capital de 2012, de un beneficio cercano a los 1.000 millones al cierre de este ejercicio. Lo dicho. El Popular y Ron se quedan sin tiempo. Tendrá todo lo que necesite el ministro Guindos para resolver el dilema.
MIGUEL ALBA Vía VOZ PÓPULI
No hay comentarios:
Publicar un comentario