En estos días en los que sesudos analistas, politólogos y políticos intentan explicar el auge de gobernantes filofascistas, como Trump que acceden al poder, y otros que pueden hacerlo en breve, como Le Pen en Francia, sorprende que pocos analicen qué está ocurriendo con las rentas de los trabajadores en casi todo el mundo desarrollado.
La brusca caída del peso de las rentas del factor trabajo explica en parte el auge de los fascismos
Existe una realidad casi global que consiste en que las rentas del trabajo cada vez pesan menos en la renta nacional, fruto de dos factores. Por un lado, un progresivo descenso de la ocupación, en parte por los avances tecnológicos y el descenso de la inversión privada, y, por otro lado, la pérdida de poder de negociación de los trabajadores.
El descenso de la ocupación y la pérdida del poder de negociación de los trabajadores auguran un negro futuro para el empleo
Estos dos elementos han sumido a millones de personas, que otrora se creían que pertenecían a esa entelequia llamada “clase media”, en la pobreza, aunque estén ocupadas. Esta nueva forma de pobreza, que no es fácilmente medible por la metodología un tanto obsoleta y antigua que se utiliza, está fraccionando las sociedades y generando un caldo de cultivo para el nacimiento de nuevas formas de fascismo, disfrazadas de democracia. Esta parte de la población, que en muchos casos tampoco tiene cobertura sindical, es la que estaría, por ejemplo, detrás de la victoria de Trump, gracias sin duda al abandono de las clases trabajadoras por parte de las últimas administraciones demócratas, partido que ya no es reconocible como defensor de estos percentiles bajos de renta.
El gráfico 1 recoge cómo ha evolucionado la participación del salario en el PIB en los principales países desarrollados. La mayor parte de la tendencia desde el decenio de 1990 se explica por la caída de la participación de los ingresos del trabajo en algunos sectores de la economía, en particular, en la fabricación de tecnología media-alta y en los servicios financieros, en los que los beneficios se dispararon14. La literatura disponible sugiere que ello puede haberse debido a la combinación de la presión de los mercados financieros para obtener rendimientos elevados de capital, la globalización del comercio internacional, los cambios tecnológicos y a la erosión simultánea del poder redistributivo de las instituciones del mercado de trabajo. Una consecuencia inmediata de esta situación es que la productividad media se incrementa más deprisa que los salarios, satisfaciendo la maximización del valor de los accionistas y reduciendo la tarta a repartir. Otro factor que también ha influido ha sido el progresivo endeudamiento que ha permitido introducir un nuevo actor para repartir, lo que igualmente ha perjudicado a las rentas del trabajo.
La globalización, la financiarización de la economía y los cambios tecnológicos son elementos que explican el aumento de los trabajadores pobres
Gráfico 1. Participación de los salarios en el PIB en principales países desarrollados
Las consecuencias macroeconómicas potenciales de un descenso continuo de la participación de la renta del trabajo en la renta nacional pueden ser importantes; entre otras cosas, el efecto restrictivo sobre la renta y el consumo de los hogares puede contribuir al estancamiento de la demanda agregada y socava los incentivos para que las empresas inviertan, debido a la incertidumbre de las futuras fuentes de demanda. Es esta insuficiencia de demanda, frente a la miopía de los defensores de la economía de oferta, lo que está produciendo el estancamiento estructural que tienen muchas de las economías analizadas.
Las consecuencias macroeconómicas de la pérdida de participación de los salarios son nefastas para el crecimiento y la equidad
Gráfico 2. Participación de los salarios en la Renta Nacional en los países más afectados por la crisis de 2007.
En los países más dañados por la crisis, la participación de los salarios es donde ha descendido más, tato en nivel como en porcentaje. Lidera el proceso Grecia, seguido de Irlanda y España. En el caso española, como también el italiano, las sucesivas reformas han dejado a los asalariados sin poder de negociación y a merced del capital, que ha visto agrandar su parte de la tarta, sin apenas lucha social. Este abandono de la lucha hay que entenderlo en el pacto tácito de rentas, a la baja, que los partidos socialdemócratas, como el PSOE y los conservadores, como el PP, han llevado a cabo durante sus respectivos mandatos.
Esta crisis del factor trabajo ha sido favorecida tanto por socialdemócratas, como por conservadores
En resumen, la pérdida de peso de los salarios, medida más relevante que el incremento nominal de la retribución, indica hacia dónde vamos desde los años 90. La progresiva financiarización de la economía, y los sucesivos shocks tecnológicos, han dejado al factor trabajo fuera del escenario central que tuvo desde el final de la II Guerra Mundial. Las coaliciones políticas, como las que han practicado las mal llamadas terceras vías, han terminado por hundir a las clases trabajadores prácticamente en todas las economías desarrolladas. Roto el pacto social, la era de un nuevo fascismo encubierto ha empezado a tomar el poder institucional. Y mientras hablando del piso de Espinar.
ALEJANDRO INURRIETA Vía VOZ PÓPULI
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