A las puertas de la cita electoral de la presidencia de los Estados Unidos, una pregunta es forzosa. ¿Cómo es posible que Trump tenga todavía en vilo al campo demócrata?
Un personaje de formación mediocre, inexperiencia política, que ha
transitado del apoyo a los demócratas a candidato republicano, que ha
llenado su campaña de excesos y despropósitos, ha logrado que la bolsa
cayera esta última semana por la posibilidad de su triunfo, y ha llevado
al todavía presidente Obama y a su vicepresidenta de facto, su mujer, a
un denodada campaña que ha dejado a Clinton en un segundo plano. De
hecho, todo el campo demócrata está volcado para el amarre final del
voto, a pesar de que las previsiones cantan un 7 a 3 de posibilidades a favor de su candidata.
Que ella no es del agrado de una mayoría de ciudadanos, es una
evidencia que en buena medida debe venir contrapesada por el menosprecio
de Trump hacia las mujeres y las minorías, que además ya de manera
habitual tienden a votar por el partido azul.
Existen muchas razones para explicar el fenómeno Trump, pero hay una de esencial, y es toda una lección. Son los perdedores de la crisis, sobre todo la clase media baja y blanca, la que encuentra en Trump
la forma de expresar su protesta y ganas de terminar con un estado de
cosas que los han ido marginando en su propio país. Desigualdad,
ideología de género, arrogancia intelectual de las élites liberales,
contra todo esto se vota y lo recoge Trump. Él no tiene razón, pero los
problemas que expresan sus votantes sí la tienen en gran medida.
Los términos se han invertido. El partido demócrata ya no es la fuerza política que recoge el voto de los trabajadores, sino de la élite
que no ha sufrido la crisis. Los demócratas son hoy quienes reciben las
grandes donaciones, mientras que las pequeñas y el voto trabajador
están al lado de Trump… en gran medida, porque no tiene otra cosa. En
una sociedad sin proyecto moral común y sin dinero que repartir, solo
cabe el voto de protesta.
Y es que ni tan solo los negros, fieles
votantes demócratas, se sienten ahora inclinados en exceso a apoyar a la
representante de la élite liberal. Por eso ha salido Obama
prácticamente riñéndoles y urgiendo a que no se abstengan.
Trump es posible porque la cultura
dominante, económica y moral, está descuajeringando a la primera
potencia mundial. Y sea cual sea el resultado electoral, las
consecuencias serán malas.
Esta lección no es mecánicamente
trasladable, pero si tiene suficientes puntos en común con lo que sucede
en la mayor parte de Europa, donde la combinación de
liberalismo filosófico y económico e ideología de género, está dejando a
las sociedades en un estado progresivo de desestructuración moral y
social. En algunos lugares se alzan fuertes resistencias que
podemos juzgar acertadas o no, pero que se producen. En otros, con
España a la cabeza, no existe tal respuesta, y todo va deslizándose por
la pendiente del agua tibia con la que cocían a la adormecida ranita.
Se necesita un proyecto basado en la cohesión social y el proyecto moral que surge de nuestra raíz y tradición cultural. El problema es que tal cosa no está ni se la espera.
JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
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