En una España y en un mundo que siguen sin salir de la crisis 10 años después, la economía colaborativa se ha presentado (lo está haciendo) por aquí y allá como una oportunidad y una amenaza.
Una oportunidad para el consumidor, para
las sociedades abiertas, para los clientes que quieren productos pero
sobre todo servicios, como reza el clásico, “buenos, bonitos y baratos”.
Una amenaza para aquellos sectores de ideas anacrónicas (un ejemplo de
manual es el sindicalismo del taxi en Madrid) que han tirado la toalla y
protestado al árbitro sin tener las suficientes agallas como para dar
la batalla. ¿Por qué será?
Lo acaba de explicar con claridad uno de los grandes expertos en marketing de España, Javier Rovira: “la economía colaborativa se debe regular para proteger al consumidor”.
Nos hallamos ante un fenómeno imparable, que se ha abrazado al ascenso
de la tecnología, y que está llamado a relegar al rincón de la Historia a
la industria tradicional, a servicios que estaban mal prestados (sin
competencia) y, en todo caso, de forma manifiestamente mejorable
prestados. De nuevo aquí es de libro el caso del taxi en Madrid y
de quienes dicen desde determinadas asociaciones como la Gremial
Auto-Taxi defender sus intereses con limitada fortuna y viéndose
desbordados por completo por las propias y altas exigencias de un cliente del año 2016.
Es verdaderamente interesante la idea
proyectada por Rovira, también profesor de Estrategia del ESIC Business
School, de una economía que se basa “en la monetización por parte de los particulares de ciertos aspectos de su patrimonio que no están siendo utilizados”, como coches, bicicletas o apartamentos. Y ahí está el éxito arrollador de, por ejemplo, BlaBlaCar o Wallapop.
En efecto, España y Europa están obligadas a regular un marco en el que todo el mundo se sienta a gusto. En el que no haya privilegiados, ni personajes o lobbies con afán de monopolio.
En el que prime el imperio del libre mercado con garantías. Y esto, tal
vez sea una mala noticia para quienes, más que en la época de Uber,
creen que aún nos hallamos en la época de las diligencias.
EDITORIAL de MadridCODE
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