El 15 de febrero de 2014 escribí en este blog un post titulado 'El pronunciamiento de Lavapiés y la extrema izquierda'. Relataba cómo en la sala Mirador de ese castizo barrio madrileño, abarrotado de público y con más de 200 personas agolpadas en las calle sin poder entrar en el recinto, Pablo Iglesias y Alberto Garzón establecieron los presupuestos del surgimiento en el sistema constitucional de 1978 de la extrema izquierda. Ambos proponían un proceso constituyente que sustituyera la actual Carta Magna; el empoderamiento popular para arrasar este 'régimen' y la inserción en el nuevo de la acción revocatoria. Pocos meses después, exactamente el 26 de mayo de ese mismo año, Podemosobtenía en las elecciones europeas cinco escaños (de un total de 54) con 1.245.948 sufragios. Al mes siguiente –el 2 de junio- abdicaba el rey Juan Carlos Iy doce días después era proclamado Felipe VI. La crisis institucional, convulsiva, había comenzado y la extrema izquierda –tras haberlo intentado desde 1979- lograba institucionalizarse.
Poco más de dos años después desde aquellos acontecimientos, el populismo, es la tercera fuerza política en el Congreso de los Diputados y tanto en la anterior como en la presente legislatura ha conquistado un terreno estratégico: el del discurso de la izquierda más extrema. Pero antes de valorar por qué y como lo ha hecho, subrayemos que el populismo es “una excrecencia de la pereza democrática” en expresión muy feliz del Círculo Cívico de Opinión (septiembre de 2016); también “responde al uso de mensajes sencillos basados en hechos falsos o altamente simplificados en busca de una confrontación con un tercero, hombre de paja, y con el objetivo de aunar voluntades y alcanzar el poder” (Manuel Alejandro Hidalgo en 'Letras Libres' de septiembre pasado). Y ya muchos analistas contraen la definición: el populismo es “trumpismo”. Mientras Trump idealiza a Putin, los populistas lo hacen con Maduro y los bolivarianos. La resultante es igual: localizar un enemigo, establecer una sociedad que rompa las hostilidades entre sus ciudadanos, alcanzar el poder con un discurso pretendidamente radical y, una vez logrado, manipular la democracia a través de métodos plebiscitarios y suprimir el principio de representatividad.
Lo de Sánchez resultó políticamente penoso y personalmente extremadamente torpe, hasta el punto de que va derechito a vincularse con Podemos
Ese populismo que en un frío febrero de 2014 se aquilató en Lavapiés está bien instalado en el Congreso y ofreció el jueves y sábado pasados una performance inquietante. Que se completó el domingo en el programa 'Salvados' con la abracadabrante entrevista de Jordi Evole a Pedro Sánchez. La extrema izquierda ha utilizado testaferros; o sea, se ha expresado a través de terceros, dedicándose Unidos Podemos a hacer los coros y danzas subsiguientes. La versión zafia –y muy lastimosa para él y para su grupo- la protagonizó Gabriel Rufián con un linchamiento verbal al PSOE que está en el guion de la extrema izquierda para liquidar la socialdemocracia en España. En la zafiedad se movió también el aplaudido portavoz de EH Bildu, demostrando que la extrema izquierda mantiene una corriente de simpatía con el entorno de ETA, al que interesa –como a Rufián y los suyos- liquidar al PSOE. Pedro Sánchez ofreció el domingo fuera de la Cámara la versión sofisticada –tan jaleada por UP como la zafia de ERC y EH Bildu- de la extrema izquierda. Hizo todo lo que UP esperaba de un buen testaferro: se arrepintió de haber calificado a los de Pablo Iglesias de “populistas”, reivindicó la colaboración de 'su' socialismo con Podemos e introdujo la inevitable coartada “conspiranoica” en la que, como es tan habitual como falso (“salvo algunas cosas” que diría Rajoy) involucró al Ibex 35 y a los medios de comunicación. De sus fracasos electorales (seis), ni palabra.
Si lo de Rufián y Matutes fue basto y tabernario -¡gracias a José Manuel Villegas por enfrentarse a los que manejaban el guiñol!- lo de Sánchez resultó políticamente penoso y personalmente –o sea, para él- extremadamente torpe, hasta el punto de que va derechito a vincularse con Podemos y será secretario general del PSOE cuando las ranas críen pelo. Pero con los zafios y con el sofisticado, las cosas han quedado claras si es que alguna vez no lo estuvieron. Los propósitos de la extrema izquierda son 1) liquidar todas las posibilidades de reconstrucción del PSOE mediante la infección del partido con el discurso de Sánchez, 2) presentar a Ciudadanos como el “frente nacional naranja” subalterno del PP, 3) atizar el proceso soberanista en Cataluña que dispone de variables claramente populistas y, para ello, instalarse en la Generalitat triturando a la burguesía catalana y 4) alentar la soledad del PP de Rajoy para que la sociedad española entre en una brutal confrontación. Este es el programa del populismo de extrema izquierda para la XII Legislatura.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
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