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sábado, 25 de febrero de 2017

IGLESIA, DOS RENUNCIAS GRAVES


No se trata de renuncias católicas, es decir, globales, ni mucho menos, pero sí locales. En el sentir de algunas diócesis en determinadas parroquias, sacerdotes y feligreses están presenten en la mentalidad y resultan abrumadoramente contrarias al Evangelio, por eso deben ser combatidas y desterradas, porque son dañinas, muy dañinas.

La que parece más inocua es el complejo del “pequeño rebaño”. La mentalidad que empuja a pensar y actuar como si fatalmente somos/hemos de ser un rebaño pequeño. La idea enmascara la impotencia, la fatiga, el miedo a los lobos, muy interiorizado y poco manifestado. Protegidos por el redil, las cuatro paredes acogedoras de la parroquia. Esta actitud es contraria al mandato de Jesus, reiterado en su indicación final que aparece en los últimos versículos del Evangelio según Mateo (28,19-20)Jesucristo manda salir a predicar y a hacerlo bien, y ese bien hacer, solo se logra con la práctica. El propio papa Francisco insiste sobre ello cuando nos manda a acudir a las periferias existenciales, las que están más alejadas de nosotros, no en la distancia física, sino en la fe, empezando por esa multitud mayoritaria de gentes que, definiéndose como católicas, rechazan a la Iglesia o a muchos de sus aspectos concretos.

Detrás de esa idea reduccionista del “pequeño rebaño”, puede anidar, además, en ocasiones, la tentación gnóstica, de una élite de “perfectos”, que se reúnen y consuelan entre ellos, y que se consideran inconsciente o conscientemente tan superiores que, piensa que lo que ellos creen no puede ser comprendido por los demás. No es un juicio, es un interrogante. ¿No es eso pecar contra el Espíritu Santo y su fuera de salvación?

La segunda renuncia se encuentra agazapada en las vísceras de lo humano. Es la de la atomización, el fraccionalismo, el descrédito mutuo, la desvinculación del sentido de pertinencia eclesial, el escándalo de la ruptura de la comunión. ¿Cómo acercarse a comulgar en esas condiciones? Si estás separado de tu hermano, antes de hacer tu ofrenda, ves y reconcíliate con él. Jesús nos dice cuál es el signo por el que los demás nos reconocen como seguidores suyos: por el amor que nos profesamos.

Pero no es así. En el peor de los casos hay incluso odios pecaminosos entre grupos de sacerdotes, entre laicos, porque unos son de “izquierdas” y otros de “derechas”, porque a este pecado contra la unidad juegan todos. Los que anteponen no se sabe bien que revolución y quienes, desde el otro extremo, como la gente de Yunque y sus plataformas, intentan construir el Reino de Dios sin atender a su mandato, lo cual es terrible.


En el mejor de los casos, cada uno está encerrado con su solo juguete, impermeable a la vida en común, convencido de que expresa el mejor camino, sin voluntad de construir la unidad eclesial. Y esto sucede con grupos y movimientos, pero también con parroquias y sacerdotes que creen que su misión se reduce a las cuatro paredes, o aquellos otros que pecan por el otro extremo, y gustan de manifestar su visión contraria a lo más elemental de la fe que nos congrega. Su ego es tan potente como su subjetivismo, y practican el orgullo de su subjetividad. Su opinión es mejor que dos mil años del mayor intelectual orgánico que ha conocido la humanidad: la Iglesia católica, sintiéndose capaces de redefinir, a la mínima de cambio y públicamente, cuestiones centrales, como la de la Virginidad de María.

Cuanto más hablan de ecumenismo y diálogo interreligioso menos son capaces de dialogar con su hermano católico. ¡Necesitamos del diálogo y el ecumenismo intra católico. Ya lo dijo Jesús: si no amas a tu hermano que ves, como vas a amar a Dios al que no ves.

Hemos de combatir con afecto y compresión, pero también firmemente y sin cesar, estas dos renuncias, porque más que los ataques de fuera, son ellas las que nos destruyen por dentro.



                                                                      JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL    Vía FORUM LIBERTAS

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