Era un secreto a voces, una organización
secreta que tenía poco de tal, al menos en sus aspectos más evidentes,
que, por iniciativa propia -un error grave- o de terceros ha visitado
con frecuencia los juzgados, haciendo más evidente su existencia. Pero, a pesar de todo ello, nunca se había convertido en carne de televisión. Ahora ya lo es porque el pasado día 3 la Sexta le dedicó una hora de programación a Yunque en periodo de máxima audiencia.
No explicaron nada que no se haya
publicado, simplemente lo ampliaron y divulgaron. No hicieron sangre
implicando a la Iglesia que, como institución, quedó razonablemente
salvaguardada. No indagaron en los temas menos conocidos, la
financiación real y sus relaciones con la extrema derecha evangelista de
Estados Unidos, porque Yunque no se asemeja tanto a Falange Española en
sus inicios, como algunos relacionan, buscando un símil, porque carece
de la más mínima sensibilidad social, sino que su semejanza se encuentra
más bien en la ultraderecha liberal de Estados Unidos, pasado claro está, por la matriz de la tradición política española.
Yunque y sus plataformas subsidiarias eran un problema, y ahora se ha convertido en un escándalo que debe resolverse. Y no solo por el programa de televisión, que en definitiva no hace otra cosa que popularizar lo ya conocido, sino porque no es normal que dos obispos prohíban su actuación en sus diócesis, y uno de ellos sea el de Toledo, Primado de España, y el conjunto continúe sin plantearse la cuestión.
Esto no es comprensible para muchos feligreses, los que rechazan a
Yunque y sus filiales, a sus dirigentes y sus prácticas manipuladoras, y
tampoco lo es para aquellos que piensan que todo vale si es para
conseguir cosas buenas, es decir, que el fin justifica los medios. No es compresible, ni inspira confianza, ni resulta transparente.
En la medida que el escándalo crezca, en la medida que no se sepa quién es quién, la Iglesia paga y pagará los costes de su silencio
ante la existencia de aquellas organizaciones. Y no solo esto, temas
como los del aborto, la perspectiva de género, el matrimonio homosexual,
el derecho de los padres a la educación de los hijos, se ven “quemados” si ellos intervienen.
Facilitan el presentarlos como reivindicaciones de unos ultras, en
lugar de formar parte de la normalidad cristiana. Y esto debilita y
desacredita.
En lugar de imaginar cómo expandirse a partir de los reductos a los que cada vez se ve más reducida la Iglesia en España, la política de Yunque y sus plataformas, es encerrarse cada vez más
buscando la adhesión de los que ya están convencidos. Es un error
brutal que una parte del catolicismo español repite periódicamente, como si la fidelidad a la Iglesia, su Tradición y su Doctrina,
necesitara de prácticas anómalas, basadas en el desprecio a la dignidad
de los demás.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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