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martes, 7 de febrero de 2017

POR QUÉ A MUCHOS LIBERALES ESPAÑOLES LES GUSTA DONALD TRUMP

El presidente de EEUU es de derechas y buena parte de su ideología se basa en contradecir y fastidiar a la izquierda. ¿Tendrá algo que ver eso con ciertos apoyos?

Donald Trump, en Florida durante la Super Bowl. (Reuters)


La palabra 'liberalismo' tiene infinidad de interpretaciones y, además, significados contradictorios en distintas tradiciones políticas. Aunque por lo general se entiende que se refiere a la filosofía política que se oficializó en el siglo XVIII con la Constitución de Estados Unidos —separación de poderes, poderes limitados para todos ellos, convivencia entre intereses y valores distintos—, ahora, en ese país, se suele utilizar para referirse un poco desdeñosamente a la izquierda, en Reino Unido y Alemania ha sido utilizada por partidos más o menos centristas y en Francia es casi un insulto para referirse a la derecha.
En los últimos años, en España —donde nació la palabra—, el término 'liberalismo' lo han utilizado con mucho éxito políticos, economistas y pensadores para defender un Estado pequeño, con impuestos bajos y gran libertad de movimiento para los empresarios. A veces, esto se mezcla con ideas conservadoras en aspectos morales o sociales, y, a veces, con ideas, digamos, progresistas o tolerantes (estos términos también son ambiguos, discúlpenme las simplificaciones). Pero el énfasis casi siempre se pone en las cuestiones económicas.
Liberalismo: en EEUU se utiliza para referirse desdeñosamente a la izquierda, en Reino Unido ha sido utilizada por partidos centristas y en Francia es casi un insulto para referirse a la derechaLa española es una definición peculiar, que utiliza ideas de pensadores que casi siempre son tenidos por conservadores o neoliberales, como Hayek o Friedman, y en los mejores casos nociones de pluralismo como las de Berlin, un pensador de centro, quizá de centro-izquierda. Pero todas las definiciones de 'liberal' son peculiares, y además no hay nada menos liberal que ponerse a repartir carnés de quién lo es y quién no, de modo que aceptemos que el uso mayoritario en español es tan legítimo como cualquier otro (aunque no es el mío, pero eso no tiene importancia).
Sin embargo, ahora hay cierta sorpresa porque algunos de quienes en España se identificaban con el término liberal apoyan a Trump o muestran cierta comprensión por él. Las ideas de Trump no podrían ser menos liberales en el sentido que se le da aquí.
Es cierto que quiere bajar los impuestos a la actividad empresarial y deshacer las regulaciones bancarias posteriores a la crisis, pero es contrario a aspectos básicos del libre comercio: quiere tarifas aduaneras, quiere impedir que las empresas se ubiquen allí donde les sea más rentable hacerlo, quiere renegociar acuerdos comerciales que parecían la esencia del orden liberal.
Donald y Melania Trump. (Reuters)
Donald y Melania Trump. (Reuters)
Además, en el aspecto político, por lo que parece en estas semanas, tiene una concepcion del poder dirigista y entrometida, muy poco liberal: es al menos escéptico con la libertad de prensa; así como no cree en la libre circulación de las mercancías, tampoco cree en la de las personas, y le impacientan enormemente los controles y los procedimientos que tradicionalmente asociamos a las democracias liberales. La semana pasada, criticó públicamente la decisión de un juez federal de parar una de sus órdenes ejecutivas, algo perfectamente legal (y que se le hizo también a Obama varias veces).
Algunos escritores liberales españoles han afirmado que tal vez eso sea cierto, pero que en realidad no es tan distinto de lo que vienen haciendo los progresistas desde hace tiempo y que, en todo caso, Trump es una opción menos mala que todo lo demás. La suma y la resta de cosas buenas y malas, creen, dará un saldo positivo, mucho más positivo que el de Obama o el que hubiera tenido Clinton (esto también lo cree una parte de la izquierda).
Es precipitado decir que Trump pretende convertirse en un tirano, pero se mire como se mire no parece un liberal. Eso sí, de momento es un señor muy de derechas. Y quizá muchos llamados liberales en España le ven con simpatía porque creen de verdad que ser liberal es ser muy de derechas. ¿O es por otra cosa?

Cómo escogemos nuestras posiciones políticas

Casi siempre pensamos que nuestra ideología es una elección racional. Creemos que pensamos esto sobre comercio, aquello sobre moral sexual y lo de más allá sobre geopolítica porque lo hemos decidido racionalmente después de examinar todas las opciones y desdeñar las que no nos convencen. Pero esto no es así: las ideologías son un asunto más irracional de lo que creemos.
Las ideologías son un asunto más irracional de lo que creemosPero además de eso, creemos que tenemos una postura u otra porque cuadra con nuestros principios. Probablemente no es así. Muchas veces, adoptamos posiciones no porque nos parezcan las mejores o las más coherentes, sino porque observamos las posturas de quienes consideramos nuestros rivales e inmediatamente adoptamos la posición contraria. Si odiamos a los conservadores, miramos qué piensan y decidimos que nosotros pensamos lo contrario, solo por el gusto de seguir oponiéndonos a ellos. Si lo que más nos revienta en el mundo son los progres, identificamos sus posturas y adoptamos las contrapuestas, para poder seguir diciendo que son tontos o malos.
Creo que esto es lo que ha pasado en el súbito apoyo de muchos liberales españoles a Trump. Buena parte de su ideología se basaba en contradecir y fastidiar a la izquierda, y ahora contradecir y fastidiar a la izquierda pasa por apoyar a Trump. Si lo decimos rápido y mal, diríamos que es por joder (“¿No oyes rabiar a los progres?") se titulaba un brillante artículo de Daniel Gascónen el que hablaba de este mismo asunto). Si lo decimos un poco más elaboradamente, diremos que es por una cuestión posicional: “¿Dónde está mi adversario? Pues yo me pongo en el lado contrario”. Por supuesto, la izquierda funciona igual. Si por alguna razón milagrosa el PP tuviera alguna buena idea, no duden de que Podemos se opondría.
En el capitalismo moderno, ir a la contra tiene también réditosEsto, aunque sea una deriva peligrosa, tiene lógica en las democracias competitivas. Pero además, en tiempos en que hay una oleada contra el 'establishment', tiene más razón de ser: mucha gente ha logrado fama, o simplemente ha construido su forma de pensar, labrándose la imagen de ir siempre a la contra, de rechazar los consensos generalizados. Se ven a sí mismos como voces minoritarias, pero que representan a la mayoría, y que dicen la verdad cueste lo que cueste. Por lo general, no les cuesta mucho, porque siempre hay nichos de mercado, pequeños en términos relativos pero suficientemente grandes en términos absolutos, que te dan la razón. En el capitalismo moderno ir a la contra tiene también réditos, y si ir a la contra pasa por apoyar a un tipo que contradice todo lo que crees, no pasa nada: lo importante es que hará rabiar a tus adversarios, y esa es la razón de tu actividad y el motor más profundo de tu instinto, lo que te da más satisfacción.
No niego que el apoyo a Trump por parte de gente que se dice liberal pueda tener motivos racionales, aunque a mí me cuesta verlos. Lo que quiero decir es que la política actual se mueve menos por motivos ideológicos lo que yo creo, mis creencias más profundas que posicionales —como yo estoy en contra de este grupo de gente, haré lo que haga falta por mostrarme contrario a ellos y cabrearles—. Quizás esto ha sucedido siempre, pero me parece que ahora es más acusado porque en general es más difícil vender consensos políticos entre centroizquierda y centroderecha (aunque hay muchas excepciones), y las posiciones consideradas extremas ocupan más espacio en los medios y tienen el prestigio de ser 'outsiders' en un tiempo en que está bien visto detestar lo establecido.
“¿Liberales por Trump?”. Cosas más raras se han visto. Pero si para muchos que en España se identifican como 'liberales' esto significaba ser 'muy de derechas', quizá nos lo podrían haber aclarado.

                                 RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ   Vía EL CONFIDENCIAL

 

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