Más nervioso y trabado de lo habitual, atacó a todos aquellos que intentan “presentar el soberanismo como algo tendente hacia la violencia”, olvidándose de lo que él mismo había dicho 24 horas antes
Artur Mas. (Iustración: Raúl Arias)
Los encuentros en la tercera fase no paran de sucederse en torno a la cuestión catalana. Tal vez arrastrada por la fiebre científica que se ha instalado en los medios a cuenta del descubrimiento de los siete exoplanetas, la política nacional está siendo testigo de encuentros y encontronazos cada cual más singular y abracadabrante. El serial comenzó con la filtración de la reunión de Rajoy y Puigdemont en Moncloa, prosiguió con el aquelarre que Ibarretxe organizó para Artur Mas en San Sebastián y concluyó ayer por la noche con el ‘bonus track’ del 'expresident' de la Generalitat en La Sexta.
En sus confesiones frente al diván de Ana Pastor, vimos a un Artur Mas paradigma de ese nuevo ‘independentismo 3.0’ que se nos viene encima. Más nervioso y trabado de lo habitual, censuró la democracia española por “estar llena de grietas y moho” y atacó a todos aquellos que intentan “presentar el soberanismo como algo tendente hacia la violencia"
Al aseverar esto último, debió olvidar las declaraciones que él mismo había realizado 24 horas antes cuando, durante el acto de presentación del PDeCAT en Barcelona, advirtió con tono pendenciero al Estado español: “Según qué se planteen con la autonomía catalana, se encontrarán con la reacción de la sociedad catalana, cívica y pacífica pero contundente. Que lo calculen bien. Los catalanes han perdido el miedo”.
Con el 'soldado' Homs a las puertas del Supremo y la operación Pika sobrevolando su cabeza, a Mas solo le queda verter gasóleo y prender la cerilla
Por mucho que quiera negarlo, y al margen del carácter cosmológico que pretende imprimir a sus palabras, la escalada verbal que denotan sus últimas intervenciones, alejadas del hoy olvidado 'seny' catalán, le sitúan como un elemento fuera de control.
La realidad reflejada en los espejos del callejón del gato hasta quedar deformada al gusto nacionalista. No hay operaciones policiales sino operaciones políticas contra el PDeCAT (antes CDC). No es la corrupción sino la independencia. No hay caso Palau sino periodistas y cloacas del Estado. No hay marcha atrás. “No, no, no…”. Expulsado de la Generalitat, líder de un partido hecho trizas, con el 'soldado' Homs a las puertas del Supremo y la operación Pika sobrevolando su cabeza, al 'expresident' solo le queda verter gasóleo y prender la cerilla.
Es sabido que la hoja de ruta del redivivo Mas abjura de las elecciones anticipadas. Su guardia de corps, aquellos que se encargan de bosquejar su estrategia y discursos, insisten en que tratará de evitar esta opción a toda costa. De ese juego de tronos no quiere participar el 'expresident'. Sabe que la partida la tiene ganada de antemano su ‘rival’ Junqueras.
Pero, curiosamente, tampoco el referéndum se encuentra entre sus objetivos más inmediatos. Por mucho que lo haya convertido en el mantra del independentismo e insista en su inevitabilidad, la consulta se vislumbra en el horizonte como una Ítaca inalcanzable.
Lo que busca Artur Mas es muy distinto. Lo que busca, simple y llanamente, es la colisión. De frente. Sin cinturón de seguridad. Da por seguro que antes que el referéndum habrá un hecho en el Parlament que propiciará el choque de trenes: las leyes de desconexión. “Madrid no puede dejar que se voten porque implican otro orden institucional, la independencia 'de facto' de Cataluña. España dejaría de tener el control. Ese será el punto de inflexión. El inicio de algo”, indica una persona próxima al 'expresident'.
Da por seguro que antes del referéndum habrá un hecho en el Parlament que propiciará el choque de trenes. Se trata de las leyes de desconexión
“De ese choque de trenes solo caben tres escenarios”, continúa. “Primero, que se imponga España, con una difícil convivencia entre ambos y unas heridas imposibles de cauterizar en el corto plazo; segundo, que se imponga Cataluña, con una revuelta a la ucraniana apelando a la desobediencia civil, y tercero, un escenario desconocido, de imprevisibles consecuencias”.
En este intento de propagar una atmósfera hostil que les dé argumentos victimistas para apelar al soberanismo frente al ‘despótico’ Estado español, los independentistas han montado un juego de provocación al que están arrastrando a los entornos del Ejecutivo de Madrid, a la oposición y también a parte de la prensa. El objetivo es claro: que entren a la pelea arrabalera.
Esto hace que un día empiecen a sucederse una serie de testimonios que dejan entrever la conveniencia de activar parcialmente el artículo 155 de la Constitución para frenar la ofensiva ilegal promovida desde la Generalitat, y al día siguiente, en un intento por salir al paso de las críticas nacionalistas sobre la inacción del PP, el delegado del Gobierno confiese reuniones a todos los niveles para tratar la cuestión catalana, destapando tácitamente el encuentro secreto de Rajoy y Puigdemont.
Les compran los tiques y se suben a la montaña rusa del independentismo como niños en un parque de atracciones, incurriendo en la improvisación y en los mensajes contradictorios. Todo lo contrario del estilo que a Rajoy gusta. Más que correr, este es de caminar rápido. Más que asomar los tanques, este prefiere el puente aéreo.
Como muestra, un botón, el de ayer en Barcelona con el Rey reivindicando la “colaboración leal y generosa” entre instituciones (véanse el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat y el Ministerio de Industria) que hace posible megaeventos como el Mobile World Congress. Junto a Felipe VI, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y el 'president' Carles Puigdemont.
Sí, habrá propuesta formal del Gobierno a la Generalitat para tratar de llegar a un acuerdo y evitar la quiebra del orden constitucional, pero será en el momento oportuno y en relación a unos contenidos concretos. La consigna es que el Govern y sus guerras intestinas no marquen el paso. Más que de detalles accesorios como consejos de ministros en la ciudad condal o museos en Cataluña, la oferta versará sobre los principales temas de controversia que hoy están en liza. Los tan traídos “45 de los 46 puntos”. Todos menos el referéndum.
Igual que se da por seguro que habrá propuesta, también se da por hecho que los dirigentes independentistas, especialmente los del PDeCAT, la rechazarán sin ni siquiera abrir la carpeta. No les interesa. No es bueno para sus intereses particulares. No lo es para su supervivencia. A estas alturas, lo único que buscan Artur Mas y compañía es pelea.
NACHO CARDERO Vía EL CONFIDENCIAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario