Qué duda cabe de que la marginalidad de la concepción cristiana en la
política española es extraordinaria. Su incidencia como fuente de
inspiración de la gobernación del país, no solo es inexistente, sino que
las normas que se promulgan, las políticas públicas que se aplican, la
prioridad en la asignación de los recursos, son, en muchos casos,
abiertamente contrarias a toda idea cristiana. Y entendámonos bien, no
se trata de que estemos planteando la cuestión en términos de “leyes cristianas”,
sino de que la cultura de aquella raíz sea una fuente de las políticas
públicas, como sucede con otras creencias e ideologías.
El
apoliticismo de las instituciones eclesiales, en el peor sentido del
término, es decir, el de prescindir de la orientación de los cristianos
en la vida pública, su formación y acompañamiento real, se ha terminado
traduciendo en un gran daño para ella, y, como consecuencia, en una
limitación seria para la evangelización.
No creemos que exista mucha discrepancia si afirmamos que la opinión pública es muy crítica, cuando no adversa, a la Iglesia.
Y no de ahora por la pederastia, que en todo caso ha empeorado el
panorama, sino de hace años a juzgar por las encuestas del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS). El resultado es un marco de
referencia de ideas, dentro del cual la inmensa mayoría de las personas
construyen sus opiniones y emiten sus juicios, el frame, intolerante
con todo vestigio católico. Esta colonización de las ideas afecta a
muchos católicos, con mayor o menor intensidad. Pues bien, si se acepta
esta realidad, debe aceptarse una de las causas principales de su formación y desarrollo: el relato político,
es decir, las leyes, que constituyen la fuente principal de moralidad
en una sociedad que ha destruido sus acuerdos fundamentales, el discurso
político, que anda todo el día en portada de los medios de
comunicación, y a quién se prima y a quién no con el dinero público.
La política en sus distintas manifestaciones alimenta continuamente la opinión pública. Cuando se decide subvencionar el aborto y negar toda ayuda a las madres que desean tener su hijo,
se manda un mensaje práctico de lo que está bien y lo que está mal, y
además se acompaña de las razones -el relato- que lo justifica. Cuando
solo aparece una tesis, la gente acaba convenciéndose, sin mayores
consideraciones, de que el aborto está bien. Es solo un ejemplo, que
podemos extender al día a día de la política española, incluidas las
comunidades autónomas, incluso los ayuntamientos.
Es lo que está sucediendo con la eutanasia, para señalar otro ejemplo bien concreto y actual. Es una partida en la que por sistema el equipo cristiano no juega. Es realmente bien extraño.
Resulta que la evangelización, la “Iglesia en salida”, el “ir a las
periferias existenciales” no atañe al mundo político, como si no
necesitara de la palabra evangelizadora, como si no fuera necesaria la
presencia, como si en nuestro caso no se tratara de una periferia muy,
muy distante.
En todo esto, reconozcámoslo, es más fácil el diagnóstico que la
respuesta, que acostumbra a ser una de las características de los
cristianos: multitud de diagnósticos críticos sobre el estado de cosas, y
muy poca creatividad a la hora de construir las respuestas.
Por eso resulta interesante las conclusiones de la asamblea de e-Cristians realizada el pasado día 1 bajo el lema “Católicos, a la política. La cuestión es cómo”. Sus tesis son fáciles de resumir:
- Hay que intervenir en la política
- Hay que hacerlo agrupados en un marco de organización, una plataforma en la que participen personas y entidades en torno a objetivos concretos, medios y estrategias bien establecidas, a partir de la especificidad de cada entidad. Se trata de organizar una corriente social de concepción cristiana.
- La intervención se ha de realizar por los medios legales que establece para facilitar la participación política, en el ámbito estatal, autonómico y local, así como los medios regulados para la transparencia, la información y el rendimiento de cuentas que, sin ser extraordinarios, existen y están infrautilizados, además de los canales no reglados, y el potencial que ofrecen las redes sociales. Pero esa vía seria testimonial sino se produce la progresiva convergencia en la acción de personas y grupos.
- Los objetivos de esta participación pertenecen a tres agendas distintas inteligentemente combinadas. Obviamente la de la concepción cristiana, que básicamente son cuestiones que, si no promovemos nosotros, difícil es que lo hagan terceros. Una segunda agenda es aquella donde los temas y objetivos son compartidos por distintos sectores de la población, como por ejemplo la pornografía, y en especial la infantil. La tercera abarca cuestiones relacionadas con la mejora de la participación política, y es la agenda de la regeneración democrática, la erradicación de la partidocracia, el fin del voto convertido en cheque en blanco, la falta de control del gasto público, del rendimiento de cuentas, y de tantas otras cuestiones que llevan a la democracia representativa a una crisis de credibilidad y funcionamiento. Permite una buena aplicación de los principios de la doctrina social de la Iglesia, y ofrece la posibilidad de incidir en términos positivos sobre la gran mayoría de la población.
- Esta agenda conduce al efecto multiplicador de las alianzas concretas, para una determinada cuestión con agentes colectivos de la sociedad secular, lo que contribuye a ganar en potencia, y a salir de la marginalidad en la que estamos situados
- La inteligente combinación de objetivos de las tres agendas es la base de la estrategia. Debe permitir dotar de una notoriedad positiva a la concepción cristiana, salir de los márgenes y avanzar hacia la centralidad del escenario, aportar buenas soluciones, normalizar la voz cristiana en la vida pública, y dejar de ser el gran mudo, y construir una gran corriente social cristiana en la vida política y cultural.
Esta reflexión para la acción de e-Cristians, abre nuevos espacios para la concepción teórica de la práctica,
como el estudio de todos los éxitos en materia de participación
política que se han desarrollado en España, a un buen conocimiento de
todos los medios establecidos y sus condiciones. También el análisis de
cómo mejorarlos y, cuestión central, la combinación de medios formales,
informales, redes sociales y presencia en el espacio público.
El
debate así planteado desciende a lo concreto. Se trata de capacidad
creativa, de ejecución y de financiación. Se trata, en definitiva, de
salir de los enclaves en los que, más que protegidos, lo que estamos es
sitiados.
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