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sábado, 1 de junio de 2019
¿Progresía o estabilidad? Sánchez se lo está pensando
Sería insoportable una situación de
bloqueo como la que degradó la vida política tras las elecciones de
diciembre de 2015. España no se lo puede permitir
El secretario general de Podemos. (EFE)
Lo dice el ministro Ábalos mientras bracea entre
cámaras y micrófonos. Gobierno progresista, sí. Gobierno estable,
también. Dos términos de una ecuación abierta. La progresía la aporta Iglesias,
con borrador de BOE en una mochila cargada de derechos sociales. Pero
la estabilidad depende de la aritmética parlamentaria, y esa clave la
tiene Ciudadanos.
Con el reparto del poder nacional, autonómico y
local abierto en el mapa político más fragmentado de nuestra historia
democrática, las dudas se amontonan. Y las preguntas, también: ¿puede permitirse España otros cuatro años de semiparálisis institucional por incapacidad de sus actores para formar una mayoría sólida al servicio de los intereses generales?
Sería
insoportable una nueva situación de bloqueo como la que degradó la vida
política nacional tras las elecciones de diciembre de 2015. Evitarlo
está en manos de Pedro Sánchez, cuyo partido ha sido visto por los españoles como un dique frente al alarmante proceso de banalización de la vida pública.
Ahora sabremos si el presidente del Gobierno en funciones es un estadista. Tiene la oportunidad de desmentir a quienes dentro
y fuera del PSOE siguen viéndolo como el resultado de una eficaz
operación de marketing político sin haber demostrado aún si realmente
sabe o no sabe gobernar.
Cinco minutos después del recuento del 26 de mayo (europeas y territoriales)
recomendó a los partidos escolta una revisión de sus respectivas
estrategias. Cambiar de estrategia es pragmatismo.
Pero cambiar de
principios es incoherencia. Esas cosas se acaban pagando en las urnas.
Un 'stress-test' para Podemos y Ciudadanos, cuyo punto de partida es
exigencia de coalición con el PSOE en el uno y veto al "sanchismo" en el otro.
Sánchez
tiene la oportunidad de desmentir a quienes siguen viéndolo como el
resultado de una eficaz operación de marketing político
No es forma de empezar bien las partidas simultáneas. Inmediato acuse de recibo: Iglesias Turrión sugiere que sin entrar en el Gobierno no apoyará la investidura de Sánchez y Rivera se viene arriba redoblando su apuesta antisanchista.
El dilema está servido. Hay que optar. Certidumbre institucional y estabilidad garantizada
(183 diputados) en un Estado amenazado por el grave reto
independentista. O frágil gobernabilidad teñida de progresismo
malavenido.
En Moncloa se lo están pensando. Sin dejar de mirar a
los otros tableros, autonómico y municipal, donde se detecta una
tendencia a romper los bloques enfrentados. Tanto el de izquierda-derecha a escala nacional, sacudido por Errejón en Madrid, como el independentistas-constitucionalistas en Cataluña, sacudido por Manuel Valls en Barcelona.
Cambiar
de estrategia es pragmatismo. Cambiar de principios es incoherencia,
que se acaba pagando en las urnas. Un 'stress-test' para Podemos y Cs
En Madrid se libra un duelo de líderes a través de sus respectivas apuestas personales. "Pablo Casado está
dispuesto a hacer lo que sea por conservar Madrid", me dicen en las
alturas del PP. Y en la capital de Cataluña aparece la doctrina Valls.
De inmediata aplicación a los tres partidos constitucionalistas,
abocados a elegir entre lo malo (Colau) y lo peor (Maragall).
Si
de verdad el PSC y Cs se toman en serio la deriva "totalitaria" del
independentismo (Borrell dixit) y su desafío a la legalidad, abrazarán las tesis del exprimer ministro francés.
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