PLURALISMO O PLURINACIONALIDAD
Siempre
será más plural la nación política española, inclusiva y plurilingue,
que el mosaico de naciones etnolinguísticas e individuales
Última Conferencia de Presidentes Autonómicos celebrada en enero de 2017. JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)
En un artículo reciente (Federalismo o catalanismo,
16 de mayo 2019) intenté explicar por qué federalismo y catalanismo,
que en el zoco español se venden emparejados como cerezas, son en
realidad doctrinas inconciliables que apuntan a metas opuestas. La clave
de la incompatibilidad es: el federalismo, por definición, promueve un
equilibrio entre los poderes del gobierno federal y los del gobierno
federado, entre el shared y el self rule; el
catalanismo, en cambio, y se nos repite constantemente, aspira al
refuerzo indefinido del autogobierno de Cataluña, que en buena lógica
tenderá a dejar sin margen al gobierno federal para intervenir en esa
parte del territorio. Bajo esta divergencia programática late una
disonancia profunda: el catalanismo es, hoy por hoy, la problematización
del hecho de que Cataluña esté en España. Esta problematización tuvo su
sentido en el pasado, pero en el presente solo es una hipocondría que
impide crear un espíritu federal, a gusto en su doble condición española
y catalana, entre los catalanes.
Podemos
ahora tirar del hilo para cortar la niebla que envuelve otra nebulosa
conceptual: la plurinacionalidad. Lo que importa es subrayar que, aunque
los defensores de la plurinacionalidad crean estar haciendo un favor a
la diversidad del país, en realidad hacen lo contrario: disecarla. Porque aquí la contradicción se da entre pluralismo y plurinacionalidad.
España es pluralista cuando permite que de modo libre se vivan, mezclen
y aprendan las diversas identidades culturales y lingüísticas que la
componen. Una España plurinacional es otra cosa: una yuxtaposición de
uniformidades nacionales, reguladas por los gobiernos de turno, en la
que la mínima diferenciación intragrupal se conjuga con la máxima
diferenciación intergrupal. Un triste archipiélago de pequeñas
identidades donde a cada uno se nos pide uncirnos a una filiación
nacional preferente y quedar sometidos a sus códigos. Una España, como
dice Josu de Miguel, donde se pueda ser español de varias formas, sí,
pero catalán o vasco de una sola: nacionalista.
Piénsese esto si no: ¿era más plural la monarquía austro-húngara
formando un todo o el rimero de naciones centroeuropeas en que se
descompuso por separado? Por la misma razón será siempre más plural la
nación política española, inclusiva y plurilingüe, que el mosaico de
naciones etnolinguísticas e individuales que se nos sugiere como
solución a la crisis territorial. Porque la condición de posibilidad de
que algo sea plural es que forme un conjunto. E pluribus unum. O
también: para ser plurales hay que estar unidos, y es cuando nos
separamos que nos volvemos monolíticos, confinados en nuestra particular
nación hispana, sin zonas de intersección y sin estímulos para hacer de
nuestra personalidad algo heterogéneo. No solo habremos entonces
arruinado la pluralidad, sino también imposibilitado el federalismo, que
necesita identidades mixtas. Como una trama de elementos propios sin la
urdimbre de los elementos comunes, el tapiz de la España federal se
habrá quedado sin tejer.
JUAN CLAUDIO DE RAMÓN Vía EL PAÍS
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